LA CRUELDAD COMO ESPECTÁCULO
Darío Ruiz Gómez
Estamos asistiendo en
Colombia a un espectáculo de permanente crueldad por parte de los grupos criminales a
la vez por el espectáculo melancólico de la justicia transicional convertida igualmente en espectáculo gracias a la t.v. “La sociedad del espectáculo” es un texto fundamental de Guy
Debord sobre lo que en la sociedad moderna ha supuesto la conversión de la cultura, de la ciudadanía, del espacio
público en espectáculo de masas, lo cual supone previamente la transformación
del individuo que piensa, en un robot
que ha dejado de pensar y ahora es manipulado a su antojo por las luces, los juegos digitales, los grandes escenarios que han
venido a sustituir el ágora de las
ciudades en este espectáculo de sumisos
fans. “El espectáculo señala el momento en que la mercancía ha alcanzado la
ocupación total de la vida social” Vargas Llosa hizo al respecto en la línea de
Debord un extraordinario análisis de lo
que esta plaga está suponiendo en el derrumbe de nuestras democracias con el
blanqueo de los verdugos y la
delincuencia a través de aquellos medios de comunicación que se han prestado a la
mercantilización cuando deberían mantener ante la realidad una
perspectiva crítica que comience por defender los valores sobre los cuales se
asienta una comunidad civilizada. Las
expresiones de barbarie brindadas por el llamado Comando Central de las
Disidencias y el Eln, las Autodefensas gaitanistas
son exactamente iguales por su crueldad a las de los Khmer rojos en
Cambodia: matar por matar, humillar por humillar mientras las llamadas Mesas de Conversaciones son pantomimas de
un estribillo de paz falso como lo
demuestra la impunidad sobre estas demostraciones de crueldad. Y el hecho de que no se condenen radicalmente
sus cruentas acciones contra las poblaciones i y se conviertan en motivo fugaz
de algunos noticieros y no en una rápida
respuesta de la fuerza pública, lo que nos está demostrando que la guerra se ha convertido en un espectáculo
ya que quienes están encargados de acabarla y restituirle a campesinos,
ciudadanos rurales sus tierras y sus derechos estarán durante años pendientes
de lo que acuerden quienes no los
representan. ¿Dónde se ha pronunciado el quisquilloso Comité de Derechos
Humanos sobre esta crueldad desatada?
Como lo he
repetido,vaguedades, hipócritas comunicados de la ONU, silencio cómplice de la
Iglesia de Puebla: esta violencia que ya
no es la revolucionaria está renovando las economías
emergentes, afirmando a los
violentos en sus “derechos” sobre los
nuevos territorios abriendo la puerta a una planificación totalitarista tal
como ha pasado en Bolivia donde el cultivo de la coca pasó de ser propiedad de los campesinos
ancestrales a ser dominado hoy por los barones del terror. Ya el campesino,
el barequero, el pescador, el minero solitario sobran para esta economía
impuesta, como lo vemos, a sangre y fuego en tanto se impone con los acuerdos una casta de estos poderosos, virtuosos en el arte
de la crueldad. Judith Sakhlar, autora entre otros textos de “Los rostros de la
injusticia”, “El liberalismo del miedo”
pensadora liberal que renueva la respuesta democrática frente al totalitarismo disfrazado y a las farsas que lo acompañan,
denuncia ante todo la crueldad, crueldad entendida como “La deliberada imposición de daños
físicos –y secundariamente emocionales- a una persona o a un grupo más débil
por parte del más fuerte con el objetivo de alcanzar algún fin tangible e
intangible, de estos últimos” Temor,
sufrimiento que la falsa información disimula, que los llamados defensores de “Derechos Humanos”
disfrazan en cifras y admoniciones. Ante lo cual como recuerda Judith
Sahklar, “al liberalismo del
miedo, más modesto y discreto, le basta evitar el mayor de los males en política, la crueldad arbitraria” Ya que
quienes ven y callan son, repito,
cómplices de primera línea de esta crueldad, liberales cómplices.
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