martes, 20 de diciembre de 2022

Juliana / Antonio Arenas


 JULIANA

Antonio Arenas

 

“La belleza es ese misterio que no descifran ni la psicología ni la retórica”

J. L. Borges

 

Me gusta estar cerca de una mujer como Juliana. Especialmente cuando aparece después de cuatro o seis días de ausencia. Trato de no incomodarme y escucho embelesado su voz. Una voz que me dice que el valor de la vida está en lo que gozas y no en el sufrimiento. Hay que tratar de vivir feliz. Cuando la veo le beso tiernamente, esto representa para mí un acto placentero. Posee una boca suave y modelada. Amar, siempre festejar con todo mí ser, en la tierra y en los cielos. En mi audacia a veces recorro los senderos invisibles de su cuerpo. Su cuerpo, es un fuego escondido, una herida agradable, un veneno delicioso, una dulce amargura, un suplicio alegre y un olor apacible. Además, posee un hermoso cabello que rueda graciosamente por sus espaldas. A mí no me importa si ella me ama y me profese un extraño, prefiero quedarme quieto a su lado mientras la observo y bebo lentamente una taza de café ¿Un amargo café? Si, ahora, cada que nos vemos, sólo tómanos un café en la oficina de trabajo en Rosales, situado en el centro del barrio Belén. Juliana siempre se ríe, y a mí me encanta su risa, su brío y ese olor de mujer. Posee un olor distinto a las otras mujeres. Además, su candidez y la belleza me seducen. La persuasión es obra del destino, el destino es el que baraja las cartas y nosotros somos los que las jugamos. Una de las ventajas de no ser feliz es que con Juliana se puede desear la felicidad. La experiencia sensual o erótica no está en lo que te sucede. Sino en lo que haces con lo que te sucede en un instante. Juliana hace que me sucedan muchas cosas. En el desierto del mundo la única cosa útil es su fruto interno, y del fruto la semilla que emana y el olor corporal de ella como mujer. Cada día entre mi soledad y su ausencia prolongada recuerdo su olor y su presencia. Otra tantas veces en mi trabajo presiento que ella y su olor están dentro de mí. Ya no se qué hacer con el olor de una mujer como Juliana. Posee un olor especial que la diferencia de las demás mujeres, Si yo no hubiera puesto mis sentidos en Juliana, les juro que la dicha de mi vida no consistiría en tener algo qué hacer, o alguien a quien amar, un olor a esperar.  Un juego en el ser y el hacer. Sé que no queda tiempo. Solo quien alcance el colmo del optimismo tendrá fuerzas para ofrendar la vida. La única cosa que vale es amarla. Sí, el amor y el olor se encuentran, empieza un estado de gracia y llega un goce que es muy difícil de imaginar. Debemos matar lo que ha muerto. Dejad que arda el fuego de la pasión hasta que no tenga nada con que cebarse. El olor de ella se desliza hacia mí, me llena como un vaso y me conduce a la eternidad. Con Juliana todo amor es triste, más afligido y todo su amor y olor es lo mejor que existe. Sin promesas, preguntas ni rodeos a Juliana no le molesta mi fluctuación entre el deseo y el goce. Juliana siempre reduce nuestra relación a un asunto sensorial y a una hermosa risa. No al silencio o la mirada o a los fuegos ocultos de mi cuerpo. Hay que ser un buen olfateador para pasar un día con ella. Para Juliana la libídine no es una ruleta rusa. El amor es un efecto, un fuego escondido y encendido, un cierto culto al azar. Muy temprano en las mañanas en la oficina, entre hipnotizado, percibo su olor.

Imagino que ella se marchó con otro hombre. Pero me rio y empleo la risa como una válvula de escape para conservar mi mente sana y relajada.

¿Con otro hombre?

Qué cosa me pasan y se me ocurren.

El olor de Juliana es inconfundible, es como el olor traído por un viento suave. Un perfume de un pétalo enviado por un viento o el susurro del aire. En nuestros encuentros Juliana a veces insiste en marcharse, se ruboriza, hay algo de timidez y expresa que es una mujer casada. Ella se disuelve en mi imaginación, así como su olor penetra en mis entrañas, purifica mi cuerpo con los roces y ese olor sagrado. Le hablo y no encuentro palabras. El entusiasmo entre los dos pasa por un momento en que el sentimiento llegará a su fin. No hay nada qué decir. Yo sólo soy consciente de su olor y mi pasión corporal. Amo de ella una cosa. Oler y sentir siempre su Baubo, fresco y rosado y hacer bien lo que tengo que hacer en este juego de las sensaciones y emociones

antonioarebe1@hotmail.com

 

 

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