viernes, 27 de marzo de 2020

Develando el Misterio de Cerro Tusa / Pablo Aristizábal

Pablo Aristizábal, Babel, (2020)

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Amtioquia: Patrimonio Histórico, 81

Develando el Misterio de Cerro Tusa / Pablo Aristizábal

Víctor Bustamante

Desde hace muchos años, cada que he pasado cerca del Cerro Tusa, de admirar su altura (1850 metros), para arañar el cielo en este verano, su diferencia con respecto a los otros cerros y montañas, así como en su apartamiento del paisaje, y, además, de escuchar las leyendas ocurridas allí, surgen inquietudes. Pero como pasa el bus rápido hacia Jardín, le doy una mirada con esos interrogantes que continuamente aparecen. Eso sí sin saber mucho o nada, solo auscultando su aspecto, y de querer subir hasta el extremo, el vértice, para mirar lo que debe ser una visión única del paisaje, montañas de verdes diseminados en la extensión de su geografía. Iba a remitirme a lo que decía un poeta, el verde de todos los colores, pero ya es un lugar común, mejor imagino los azules siempre tan cambiantes, diseminados a la distancia.

Imaginaba a Schopenhauer subiendo al Chapeau en Suiza (961 metros), al Pilatus en Suiza (2121 metros), o al Schneekoppe en Republica Checa (1603 metros), para alejarse de las púas humanas, como él dice, y mirar desde lo alto, ese mar de nubes, para colmarse de meditaciones que luego eran sus asertos. Surgen estas preguntas, estas curiosidades por algo estimable: nunca me he apropiado de este lugar ni de la zona que lo circunda. Dice Schopenhauer: “Mientras abajo domina la oscuridad, uno ya está en la luz. Debajo de uno se ve el mundo sumido en el caos. Pero arriba todo tiene una lacerante claridad. Y cuando el sol llega por fin al valle, no son hondonadas risueñas y apacibles lo que descubre, sino que se ofrece a la mirada el eterno retorno y la eterna sucesión de montes y valles, bosques y praderas, ciudades y pueblos”.  En la cabaña de la ladera que él visitó dejó su huella en el libro de visitas: ¿Quién puede ascender y callar? Hay, además, un paisaje que siempre se asocia a Schopenhauer pintado por Caspar David Friedrich, Caminante sobre un mar de nubes, 1818. Allí observamos al distinguido caminante al final de la montaña, es decir en su altura máxima, en medio de ese paisaje, y de soledades, alejado de la grey, donde el yo supura no energías, sino pura melancolía. Solo lo acompaña su fiel compañero: un bastón.

Aun miramos el majestuoso Cerro Tusa. Pero quienes no hemos vivido cerca a esa zona, quienes pasamos y siempre admiramos el lugar, preguntamos por ese sitio, ya que quien mitificó la cercanía fue León de Greiff, pero prefirió la llanura y quedarse mascullando palabras sonoras y poesía. Él trabajó en Bolombolo para el ferrocarril, y, además, como una reminiscencia, ya que nunca conoció el mar, ni subió a la montaña cercana, escribió un sentido poema:


Oh Bolombolo, país exótico y no nada utópico
¡En absoluto! Enjalbegado de trópicos
hasta donde no más! Oh Bolombolo de cacofónico
o de ecolálico nombre onomatopéyico y suave y
retumbante oh Bolombolo!

Por aquí se atedia, en éste se atedia por modo
Violento la fantasía: monótono
país de sol sonoro, de excesivas palmeras, de
animalillos zumbadores,
de lagartijas vivaces, de salamandras y camaleones,
cigarras estridulantes, verdinegros sapos rugosos, y
melados escorpiones.
Es más, ni Gonzalo Arango mencionó el Cerro Tusa, ni Jaime Jaramillo Escobar, ni Darío Lemos, ni Amílcar U. A ninguno de ellos les llamó la atención Cerro Tusa. Ellos vivieron y viajaron por estos pagos, pero ávidos de ciudad y de calles, dejaron sus pueblos adormecidos en las montañas como un exlibris mancillado. Nunca mencionaron Cerro Tusa porque no querían ser definidos como montañeros. Y no era para menos, allí en esos pueblos parecía que el tiempo se había detenido y, además, las posturas por juegos intelectuales no le causaban emoción, ni curiosidad a nadie. Ellos querían ser leídos, escuchados, provocar, para eso necesitaban el cuadrivio de la ciudad, la lealtad y la bohemia.

Hay un médico que sí se cuestionó ese paisaje y que es uno de los maestros de Pablo Aristizábal, J. B. Montoya y Flórez que, a lo mejor, siguiendo las huellas de Manuel Uribe Ángel que también era médico, decidió ser más específico con la región y narró la visita y su erudición hacia estos lugares en su libro: Titiribíes y Sinufanaes, 1922. J.B. Montoya y Flórez comienza su libro con estas palabras, que son el motivo de esa felicidad de averiguar y aprehender en el terreno: “En el mes de diciembre próximo pasado realicé una excursión por los alrededores de Titiribí, con el fin de localizar la topografía de las tribus indígenas que ocuparon este territorio en la época de la conquista española”. Esta tautología por el origen que siempre embarga, nos sorprende por su erudición y por la pasión para hurgar en la historia y en ese presente que huye. Y así nos habla de Cerro de Tusa, como él lo nombra y Pueblo Llano, hoy Venecia. No sabemos si él o algunos historiadores subieron a la cima del cerro, lo que sí sabemos es que con unos indígenas buscando oro en las quebradas, con españoles buscando más oro donde fuera, luego con guaqueros buscando oro en los cementerios sagrados, nadie tuviera tiempo de especificar y sentir el ambiente en las cornisas de este lugar. De ahí que Colombia sea un país de buscadores de oro donde sea, nunca de escaladores de montañas para filosofar sobre el ser, pero sí de turistas, impávidos y necios, que menoscaban el paisaje. Eso sí aún tengo presente a la cacica Tota que era “sibarita e inofensiva”.




Todo lo anterior para señalar la última y tácita investigación de Pablo Aristizábal que en, Develando el misterio de Cerro Tusa (2019), ha respondido a quienes habíamos preguntado sobre la significación de este lugar. Para ello Pablo ha debido sorprenderse desde niño, ya que desde los ocho años caminaba con su abuelo Mauro, y visitaba estas cercanías. De tal manera desde su entrada a la Universidad de Antioquia, 1997, y de sus estudios en París, en la Sorbona, fue meditando y analizando y comparando uno a uno los pasos, las certezas, los caminos, las indagaciones en un lugar al que él le dio la jerarquía y la preponderancia que se merece. De tal manera lo que es su origen, su cosmovisión, sus asentamientos, sus labores, sus espacios sagrados, su comercio, su interacción con otras tribus, la fatal llegada de los españoles y hasta hoy su desaparición y el otro uso del suelo, se inscriben en esta investigación donde salen a flote toda una presencia que estuvo oculta muchos años. Debido a su terquedad y tesón los caminos indígenas, las cuevas de Santa catalina, Cerro Tusa, domina desde Bolombolo hasta los petroglifos de la Hacienda La Amalia, desde el Cementerio Olajeros hasta Estación Puente, dando la magnitud y valor de los vestigios hallados en esta exploración acerca de nuestros orígenes y habitantes anteriores a la conquista española, así como a su desalojo posterior con la proliferación de haciendas cafeteras a finales del siglo XIX que no lograron destruir los rastros que el investigador necesitaba.

Ahora, este lugar, ha adquirido la categoría que nunca se le había dado, y así nos damos cuenta del descubrimiento que Pablo ha escrito, buscado, analizado y así haya contribuido para considerar la relevancia en conjunto, de Cerro Tusa, ya que ha cristalizado los conceptos, definiciones y hallazgos así fueran históricos o especulativos de los anteriores maestros, Uribe Ángel, Montoya y Flórez, Cok Arango, y Graciliano Arcila, para que lo motivaran, le dieran huellas y le indicaran un camino al cual él le imprimió su sello y su definición precisa y actual.

La calidad y seriedad en Develando el misterio de Cerro Tusa, aniquila las conjeturas, las leyendas, los espantos, la multitud de interpretaciones calenturientas que asemejan Cerro Tusa a pirámides Mayas o de ser una base para Ovnis. Coayudadas en un programa televisivo: Antioquia Asombrosa, Cerro Tusa: Una pirámide mágica y peligrosa, donde fluyen estas conclusiones de risa, escuchadas al testimonio de una veneciana que refiere como el cacique, que es un negrito, junto al árbol de Chumbimbo sale a la piedra de sacrificio e invita a los niños a jugar con chumbimbas de color negro, que tiznan sus caritas de fabuladores y mentirosillos, y, luego, para justificar su lejanía de casa hasta horas impredecibles de la noche, se muestran con la boca llena de maíz quemado. También se asevera como desde allí pueden mirar a la diosa de cuatro espejos que es la piedra tallada en mitad de la montaña. Otro ingenuo visitante descargó las herramientas y escuchó que la montaña se venía abajo, pero al guarecerse bajo una piedra, resulta que todo estaba igual, además, añade que se refleja el rostro de la diosa en un espejo natural que concentra energía. También se afirma que el 31 de diciembre del año dos mil pasaron luces desde el Cerro Bravo a dar vueltas alrededor de Cerro Tusa. Otros testigos aún más cándidos afirman que Cerro Tusa está conectado magnéticamente con Machu Pichu, ya que experimentan las mismas sensaciones en ambos lugares, así como la paz que sienten al estar en la piedra de lo que ellos llaman de sacrificio. Otro veneciano más práctico añade que allá se siente tanta serenidad que se le olvidan hasta las deudas. Otro dice que los Emberá cada cinco años van en peregrinación a las bases de Cerro Tusa ya que su altura obra como una antena y pasan un mes rezando para adquirir buenas energías y alejar las malas. También añade uno de los especialistas en este lugar, que una vez con sus binóculos observó muy cerca de la punta de Cerro Tusa una esfera plateada, nada menos que una nave extraterrestre. Y que, si fuéramos distintos ellos se acercarían. Para otro experto, esta montaña es un lugar de mucha energía cósmica, una pirámide oculta que posee templos, guardianes, portales dimensionales. Aunque algunos vecinos de otras poblaciones, aun andan pendientes de que Cerro Tusa no se derrumbe y los tape.

Pablo al asumir esta investigación poco a poco ha logrado que estos especialistas en lo sobrenatural se ubiquen y asuman el valor que este libro le da a Cerro Tusa y a la zona aledaña, lejos de tantas supercherías. Además, el mayor beneficio es el de haber logrado que en esta zona se haya creado, en 2019, el Parque Arqueológico y Natural de Cerro Tusa y, además, creado el Área de Reserva Natural e Histórico Cultural. Por lo tanto, esta investigación concluyente y seria, la más precisa y preciada, ha enseñado la capacidad de Pablo para aunar historia y tecnología, investigación y tesón e inteligencia.

A veces atraen, pero también nos perturban las leyendas y especulaciones sobre algunos lugares que se convierten en formas que nos ahogan ya que no quedamos satisfechos con estas vanas aproximaciones. Durante el siglo pasado tres viajeros intentaron buscar la significación de Cerro Tusa y sus alrededores. Ellos solo poseían algunas crónicas que mencionaban este lugar con otros nombres, lo cual se desviaba hacia el misterio. Y el resto era callar o imaginar o tratar de comparar con otros hallazgos. De ahí que este libro de Pablo Aristizábal, someta a un escrutinio riguroso la realidad de esta zona lejos de la camisa de fuerza de nuestra pereza intelectual y de nuestra comodidad. Los resultados fueron el redescubrimiento desde una óptica diferente y con técnicas diferentes, así como otras preguntas acerca de su significación tanto histórica, religiosa, social, como geográfica. En cierto sentido la historia de Colombia y de sus regiones, así como la de cada uno de sus habitantes consiste en una lucha entre las especulaciones y fórmulas en que se pretende definir lo que en apariencia se conoce, mientras detrás de esas formas y fórmulas existen códigos, nociones, conjeturas que no se han analizado.

A estas explosiones de espontaneidad, Pablo ha dado una respuesta contundente, y así, ha vuelto trizas con su rigurosidad las anteriores extralimitaciones, las apariencias transmitidas sobre este lugar. De ahí que, Develando el Misterio de Cerro Tusa, haya sido una creación original, debido al equilibrio aprehendido no a expensas de especulaciones sino gracias a un implacable trabajo que permite establecer su valor arqueológico, lejos de sentar otras bases que solo causan no curiosidad sino desafectos.











1 comentario:

Luzmagnolia dijo...

Hola, soy del suroeste y escribo una novela sobre los indios de la región, Ño Benito Ríos primer propietario de el Zancudo, mi antepasado inglés quién se casó con un india mezclada del Zancudo, etc... Siempre me he interesado en Cerro de Tusa pero como usted dice poco se ha publicado. Me gustó mucho su artículo pero leer las letras sobre fondo negro me cansa demasiado la vista, sería posible que cambiara el formato? Gracias. Quiero seguir leyéndolo.