sábado, 21 de marzo de 2020

Jardín Salas Cunas Medellín, la Gota de Leche / Víctor Bustamante

Foto: Luisa Vergara O.
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Medellín: Patrimonio Histórico, 8O

Jardín Salas Cunas Medellín, la Gota de Leche
Víctor Bustamante

Un viajero e historiador italo – mexicano Adolfo Dollero, recaló en Medellín en 1930, y escribió una reseña sobre la ciudad, donde, luego de dar un paseo y saludar al alcalde, menciona varios lugares y entre los que le llamó la atención como son los ya conocidos, los parques e iglesias; entre otros, se refiere a algunas instituciones, unas de auxilio social como el Asilo de Mendigos, de Ancianos, el Hospital San Vicente de Paul, así como la Gota de Leche, Salas Cunas o créches, y otras instituciones de asistencia. Además, se queja de la poca atención que las autoridades civiles y religiosas le han prestado a Cultura colombiana, que es su proyecto de visitar países y escribir sobre ellos. Dollero, sin dolor, era vicepresidente de la Sociedad Dante Alighieri, y hacía parte de un núcleo fascista que había llegado a México, en una misión naval en 1924, que buscaba contactar a los italianos residentes en Latinoamérica, así como estrechar vínculos económicos y culturales con su país.

A finales del siglo XIX diversos médicos decidieron la creación de centros de asistencia a las madres que no podían lactar a sus hijos, para esa labor proporcionaron leche humana y animal para ayudar en lo nutritivo en el crecimiento de la población infantil más desamparada. Aún más, con una suerte de previsión y mucha fraternidad, Pierre Budin y Gaston Variot, en París habían montado dispensarios de atención a lactantes nacidos en sus hospitales, pero la obra esencial es la creación en 1894, en la ciudad de Fécamps, Francia, por el doctor León Dufour de una institución dedicada al reparto de leche y control de los niños y las madres de cualquier origen social y geográfico.

Debido a la mortalidad infantil, ya que los infantes jugaban en lugares atiborrados de basura y pescado podrido, así como a la difteria y a la diarrea, debido a la mala alimentación, Dufour concibió así la idea de proteger a estos menores. Dufour bautizó su centro, Gota de Leche, tomando estas palabras de un poema de Alfred de Musset: “Una gota de leche en la bóveda celeste / cae, se dice antiguamente, del firmamento (…)”.  De Musset, cuya musa más que romántica, lo encaminaría por los arduos caminos de ser un poeta maldito, convirtiéndolo en un perfecto dandy, mujeriego y amante de George Sand, así como un caminante por los caminos del alcohol y de las noches; no sospecharía que uno de sus poemas más tiernos mantendría su nombre presente, nunca su Impromptu.

Se abrió una consulta en la que las mamás aprendían los cuidados higiénicos, vigilaban el peso y el desarrollo de los lactantes. La Institución fue apoyada por las religiosas de San Vicente de Paúl y por donaciones de sus habitantes. Así se consiguió descender de una manera decidida la mortalidad infantil. En 1914 ya existían en Francia 100 Gotas de Leche, siendo muy importante la Gota de Leche en Belleville del Dr. Variot. Luego, esta idea se, expandió por Europa, América, Australia y hasta Madagascar.

Agapito Betancur en su libro La Ciudad, 1625-1925, habla de la sociabilidad, pública y benéfica. Y junto a los clubes sociales, culturales, y a las actividades de este tipo, le da relieve a la Gota de Leche, y a otras entidades de beneficencia como el Patronato de Obreras, Hospicio para Niños Desamparados, a la Casa de Mendigos, al Manicomio Departamental, y a la Oficina de Accidentes y a dos hospitales.

Luego, específica: “Gota de Leche y Salas – Cunas. Obra iniciada el 30 de mayo de 1917, en el colegio la Presentación dirigido por las RR. HH. de la Caridad, como obsequio de la Asociación Madres Católicas al Ilmo.SR Don Manuel José Cayzedo, Arzobispo Metropolitano, con motivo de sus Bodas de Plata Episcopales.

Foto: Luisa Vergara O.

Al principio suministraron las Rdas. Hnas. 45 litros diarios de leche esterilizada a los niños pobres, hasta el 7 de agosto de 1918 en que se inauguró, en un local arrendado, situado en la Carrera Girardot, la Casa de las Salas- Cunas, a cargo de las mismas Hermanas, donde, además, de seguir suministrando leche a tales niños se atendía a su asilo, cuidado y enseñanzas en las horas del día, mientras sus madres se ganaban el pan en las fábricas de la ciudad”.

Según la historiadora Beatriz castro Carvajal: “En 1917 en Medellín, por iniciativa del arzobispo y la Asociación de Madres Católicas, bajo la dirección de las Hermanas de la Caridad y con el apoyo del cuerpo médico de la ciudad, se inició el programa para atender a los huérfanos y a los niños de familias pobres, que en 1925 atendía a 100 niños”. En efecto, el 11 de junio de 1917 se reúne la junta directiva de la Gota de leche, en el colegio de San Ignacio con el que sería su Director, el Reverendo Padre Gabriel Lizardi. Este jesuita había nacido en Yurre, Vizcaya, en 1875 y moriría en Medellín en 1856. Él transitaba en la órbita de lo social. El 29 de julio de 1910 el padre Lizardi había publicado en Madrid, la Mutualidad escolar, su naturaleza, su organización, su funcionamiento y medios prácticos, ideas influenciadas por el mutualismo francés, donde se bosquejaba que era una obra de los católicos sociales y, en consecuencia, una empresa de acción social católica que se debía instaurar en colegios públicos y privados, así como en congregaciones, en patronatos y en círculos católicos.

En 1912, Lizardi, había estado en Munich donde escribe, a su mentor, al padre Sisinio Nevares que allí hay congregaciones religiosas exclusivamente dedicadas a fines sociales. Además, le comenta que la mayoría en el Reischtag votará por la abolición de la ley contra los jesuitas. En septiembre de 1912 Nevares dejó la docencia en la Universidad de Deusto y fijó su residencia en Valladolid, para dedicarse a las obras sociales que allí tenían los jesuitas, sobre todo, desde que, en 1915, se inauguró la Casa Social Católica, que reunía toda clase de obras: círculo de obreros, escuelas, patronato de jóvenes, mutualidades, caja de ahorros y créditos, cooperativa, biblioteca y varios sindicatos obreros profesionales, de reciente creación.

Gabriel Lizardi había estudiado los movimientos sociales en Alemania y Bélgica, y, junto a otro jesuita, el padre Francisco Goñi, llevaron sus ideas a Bilbao y a Santander, pero Lizardi choca con las personas influyentes del Círculo Obrero de Santander. Por tal motivo Lizardi abandona Cantabria y viaja para Medellín, Colombia, donde organiza obras sociales y dirige la cátedra de socióloga en el Seminario Diocesano.

Ya en Medellín Lizardi tendría que ver con la Casa de Prevención de la Joven, siguiendo la preocupación que existía entre las comunidades religiosas y el sector médicos que apadrinaba el Dormitorio para niños y pobres fundados por los Salesianos, y los Talleres de San Vicente de Paul; instituciones que buscaban adecuar un mejor nivel de vida para estas personas, así como lograr de ellos una mejor proyección social.

La presidenta de la Gota de Leche era la señora Teresa Wills de Restrepo, esposa del banquero Julio María Restrepo Días-Granados, hijo del reconocido banquero Luciano Restrepo. Además, Teresa Wills Jaramillo era hija del industrial bogotano Ricardo Wills Pontón, que vivía en Medellín desde 1857, y trabajaba en La Fundición y ensaye de metales preciosos de Vicente Restrepo Maya, uno de los precursores de la fotografía en Antioquia con su hermano Pastor, en la firma Wills y Restrepo. Además, Ricardo Wills Pontón, escribía en El Índice y en El Alcance, y se casó con Pastora Jaramillo Latorre. María Teresa Wills de Restrepo nació en 1860 y murió en 1935 en Medellín.

La secretaria era Virginia A. de Calle; o sea, Virginia Arango de Calle, hija del ex - gobernador Dionisio Arango Mejía. Ella se casó con el médico y político Miguel María Calle, rector de la Universidad de Antioquia. También en esta cita para la instauración de la Gota de Leche, aparecen Paulina Vélez de L., directora. Pepa A. de Zuleta que es Josefa Ángel de Zuleta, madre del político, diplomático y escritor, Eduardo Zuleta Ángel. Las subsecretarias y propagandistas fueron: Berta Escobar que es la mujer de Basilio Uribe, abogado, periodista y político, autor de Escritos, 1972, e Inés Restrepo, esposa de Manuel Uribe M.

Foto: Luisa Vergara O.
Como síndico que se le recuerda, debido al tiempo que duró en esa labor desde 1927 y 1956, fue don Pedro Estrada, un personaje tan rico que no había día en que no llegara un religioso a pedirle, dinero para obras benéficas, ya que él vivía en el Parque de Bolívar, casi en la esquina de Bolivia y Ecuador. Pedro Estrada González había nacido en Itagüí. Era un empresario y político antioqueño que llegó a presidir el Concejo Municipal de Medellín, y coayudó a organizar La Plaza de Mercado, Los Tranvías y la Central Hidroeléctrica de Guadalupe. Ocupó en 1920 la gerencia del Banco de Sucre. Fue exportador de café y pieles. Fundó la Urbanizadora del Barrio Sevilla, además, participó en la fundación de la Sociedad de San Vicente de Paúl de Itagüí. Él tenía muy presente, así como las personas adineradas de Medellín, a través de sus esposas, la encíclica Rerum Novarum, presentada por el Papa León XIII en 1891, en cuanto a la justicia social, donde se buscaba un mejor trato a los obreros y a los más desfavorecidos.

Han pasado muchos años desde la fundación de la Gota de Leche, y de su primer lugar, en la Carrera Sucre, pero siempre se ha identificado la Gota de Leche con la amplia casona solariega de la carrera Berrío. He caminado esta calle en las horas de la mañana, en las tardes, pero, sobre todo, en las noches cuando después de salir de la esquina de donde vendían tanques de oxígeno Aga Fano, junto al cafecito de doña Silvia, salíamos, con Juan Guillermo Aguilar y Álvaro Betancur, de vueltón, buscando la alucinación de las noches en esta calle tan tranquila, tan serena, Berrío como homenaje Pedro Justo. A veces con las luces tenues, y eso sí tan encubridora, después de pasar El dorado, el primer Ride In de la ciudad, donde los muchachos el 60 venían a probar la nueva sensación, los perros con mostaza y salsa de tomate, y en las noches el espectro erótico se abría para ciertas parejas que buscaban ese sitio más que dorado, rojo, casi aislado en plena Playa.

Ha pasado tanto tiempo, más de cien años, de la creación de la Gota de Leche. A dos cuadras de esta calle, tan discreta, había sido fundada la poderosa Coltejer, que se pensaba eterna, fue tumbado el puente de Hierro ahí en la Play que daba continuidad a la calle, desapareció la Botica Imperial que era un punto de referencia, hasta que esos puntos de referencia eran dos teatros el Ayacucho y el Colombia, que también fueron demolidos.  La Plaza de Flórez, aún perdura así sea ya convertida con cierta noción de progreso, cuando se construyeron las plazas satélites para acabar con la de Guayaquil y a Guayaquil mismo. Fue pavimentada y encajonada la quebrada Santa Elena, fue construido el teatro Pablo Tobón, en la casa del grupo de teatro El Trueque estuvo la Ex - fanfarria varios años, llegó El Trueque y ambas entidades teatrales se fueron, pero ahí permanece esta institución, la Gota de Leche, en esta casa de muchísimos años. Eso sí, cercada por torres de apartamentos y la piqueta movible que acaba con ciertos lugares serenos de la ciudad.

Foto: Luisa Vergara O.

Dice Hugo Bustillo: “Puente de Miguel Gómez, de Hierro ó José María Escobar: Quedaba en el lugar conocido como Quebrada Arriba (carrera 40 La Ladera). Era de vigas, con barandas de cañabrava. Posteriormente fue reforzado en madera, sobre estribos de piedra pegada con cal y canto y barandas de metal pintadas de rojo”. El nombre del ingeniero José María Escobar que fue rector de la Universidad de Antioquia, dado al puente es porque había montado la segunda planta hidroeléctrica en Medellín en 1895 en la quebrada Santa Elena.

Luis Tejada escribe como por la Placita de Flórez montaban en caballitos de madera, y jugaban caracumbé, y, además, perseguían globos hasta El Poblado o emprendían por la calle Berrío, guerras a pedradas, hasta el camino de Guarne. Carrasquilla narra como cerca a la Placita de Flórez, los muchachos visitaban al Maestro Torres fabricante de santos, que exhibía un autómata, representado por un muñeco flaco y pálido que movía la cabeza y estiraba las manos, pidiendo limosna, que se convertía en la única representación artística de la Villa.

Mientras las células de los comunistas de escritorio y de viajes a su meca con discursos insoportables, y, mientras, los otros partidos hablaban de redención social en tiempos de la siega de votos, ninguno cayó en cuenta que existía en Medellín una entidad de beneficencia que evitó que muchos niños murieran de hambre o, que, con los años terminarán maltratados desde su primera infancia. Ninguno de ellos sospechaba que aquí funcionaba y aun funciona una entidad que es fraterna sin alardes y ha ayudado en la ciudad: La gota de Leche.

He, hemos, entrado a esta casa de la Gota de Leche, hemos traspasado esa fachada detenida en el tiempo como un lejano legado que se resiste a ser destruido, hemos pasado el umbral y hemos mirado el sello de su embaldosado, Eposada y pulido por tantos pasos, y hemos encontrado intacto su esplendor, el de ser un oasis en el tráfago de la ciudad. Así, hemos recordado la solidaridad, y hemos caminado una casa llena de frescura, con zaguanes, salas y vestíbulos, patios sombreados y columnas con artesonados de madera que siempre nos había llenado de preguntas, y así, hemos conocido más de Medellín.







1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por el escrito histórico que relata una bella historia de la historia de Antioquia.
Salas Cunas Gota de Leche cumple 106 años de generosidad y amor. Es el JARDIN de los JARDINES