John
Jairo Restrepo
Víctor Bustamante
No hay nada más ominoso que
escribir sobre los amigos que se mueren. Uno piensa que la muerte camina por
los sinuosos esteros, parques, autopistas y calles lejanas, en las casas
deshabitadas, en los enfermos terminales, en los hospitales, pero no, la muerte
siempre anda cerca, camina a nuestro lado y no aceptamos que merodea
implacable, y cuando menos se piensa, se lleva a nuestros amigos. En silencio
se los lleva. Cuando menos se piensa uno encuentra la noticia acerca de un
amigo muerto. Un amigo muerto es una ventana que se cierra, un diálogo
interrumpido.
Conocí a John Jairo en los
seminarios de cine, y en el Cine-club Ukamau donde se formaron muchos
cineastas. Fue uno de los primeros amigos que consiguió una cámara de video, y
por ese camino comenzó a idear proyectos; uno de ellos era conseguir una
cantidad de televisores para un guion que preparaba, otro de un tipo que sale
por un hueco de una calle. Luego se ganó unos premios, se volvió profesor y
perduraba en él, ese deseo de filmar y filmar.
También alguna noche me lo
encontré en el Parque de Berrío, preparando maletas para irse a estudiar a la
Escuela internacional de cine y televisión de San Antonio de los Baños en Cuba.
Esa noche a manera de despedida conversamos largo sobre su idea de cine, sobre
sus sueños de ser gran director. Por allá se demoró algún tiempo y cargado de
experiencias fue cuando comenzó su labor de cineasta total.
Algunas veces aparecía en
Versalles en las horas de la tarde, los sábados, donde al calor de algunos
tintos contaba sus experiencias. Eso sí pedía para él solo, razón por la cual
algunos amigos, al poco rato nos fuimos para La Boa, Raúl González, Rubén López
y yo, inventado una estrategia diferente, no el camino indicado de subir por
Maracaibo que está cerca sino dar un rodeo, caminar hasta Junín y subir por La Playa.
Pero John Jairo ideó otro camino, y no sé como nos encontramos en Sucre con La Playa,
perplejos, el algo furioso y nosotros rientes y sonrientes.
Pero esto son trivialidades. Siempre mantenía una libreta de apuntes en la
cual anotaba aventuras, anécdotas y que luego se cristalizó en su primer libro
del cual no sabía que estuviera escribiéndolo. Una noche de febrero, creo,
apareció en mi casa, él que había dejado de venir para esos encuentros donde
conversábamos hasta altas horas de la noche, acompañados de la diosa blanca, acerca
de cine de literatura mientras el licor era el combustible más esperanzador.
Esa noche también anotó como tenía ideados otros libros sobre cine, y se
encontraba exultante con el libro que, como presente me trajo, ideamos una
manera de presentarlo. Me dijo que fuera un evento bien realizado, pero todo se
fue aplazando. Eso sí, en el programa En defensa de la Palabra me lo encontré
el mismo día de esta entrevista y la dejé para realizarle una nota cuando
presentáramos su libro, “Palabras de
mecato móvil”.
Pero una tarde, por
Barraquilla, cuando me dirigía a la librería En este lugar de la noche, Oscar
Mario Estrada, me da la noticia sobre la muerte de John Jairo, “lo enterraron
el lunes”. Me quedo sin palabras, porque ella, la señora muerte, la puta muerte
merodea insensata y no nos deja ser inmortales.
ELEGÍA AL AMIGO
Raúl González Hernández
A
John Jairo Restrepo, in memorian
La muerte es menos cruel que la vida,
ilumina su rostro y después lo apaga
para siempre.
Albeiro Flórez Villa
Sin
pensarlo el mundo se fue yendo
como
indescifrable ventisca
desgarrando
tu piel
evaporándola
tus
fuerzas desvanecidas
regresaron
a la tierra
ahora
solo
mudez
tiempos
atrás más jóvenes
como
potros salvajes
saboreábamos
el peligro en los viajes
al
Pacífico
al
fortuito e irreflexivo viaje al Ecuador
donde
anclamos en una isla lejana y perdida en el mapa
y
dimos rienda suelta a las fantasías
a
Pasto
a
la laguna de la Cocha
a
San Jerónimo y
hace
algunos pocos años
en
el alocado viaje a Cartagena
éramos
viajeros en el tiempo
nos
perdíamos en interminables conversaciones
y
te escuchaba aventuras amorosas
parecías
tener un motor interior
precipitado
casi
sin fin
ideas
locas afloraban en tu cabeza
fuiste
tabernero de música salsa
un
gran local amplio y lleno
de
fantasmales bailarines
todo
se esfumó como un sueño
el
mundo te llevó a Cuba y en San Antonio de los Baños
al
cine
aventuras
con cubanas
donde
te metías como sombra en sus casas
y
allí dejabas algo de amor entre las sábanas
hasta
reportero gráfico de golf
en
el país del norte fuiste
tenías
agallas para hacerlo todo
te
recuerdo como ávido lector
perdido
en bibliotecas públicas
devorabas
libros
incansable
pero
siempre acelerado
huidizo
casi
líquido
dejaste
por años
el
elíxir
de
Bukovski
o Malcom Lowry
parecías
ya casi un monje
recuerdos
lejanos de tus experimentos visuales
televisores
sin pantalla cuyas imágenes reinventabas
infinidad
de cosas que te surgían
te
quedó el video en tus adentros
años
después
tus
clases
donde
cedías tus secretos
apresurado
me llamaste cierto día
a
decirme que nacía un primer hijo tuyo
un
libro que parías y deseabas
que
te escribiera algo
fuiste
parte de los Octámbulos
nos
alegramos con tu ingreso
parecía
que leerías tu teatro y
tus
microtextos
que
hilarías diálogos
fue
corto tu tiempo
relámpago
huidizo
pájaro
negro
en
la turbia noche
y
nos quedamos esperándote
por
siempre
silenciosos
revives
en el recuerdo
en
las imágenes de vivas fotos
alocadas
fotos que siempre querías que te hiciera
como
cuando pasamos en Pasto
por
una funeraria te metiste en un ataúd
para
que te registrara con mi cámara
ese
fue tu primer anticipo de la partida
hace
poco me pediste esa foto
creo
que querías verte en el espejo
encontrarte
con la nada
saberte
Raúl González Hernández 15/07
3 comentarios:
Víctor muchas gracias por ese homenaje a un amigo comun
Por fin escribe el señor Raul Gonzalez un poema a un amigo. Felicitaciones
Que tristeza la muerte pero esta siempre en nosotros y cada dia nos lleva hacia su sagrado seno.
John Jairo he rezado por ti varias oraciones.
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