jueves, 31 de octubre de 2013

3.“Antioquia acrisolada, amalgama de razas”- ORLANDO RAMÍREZ-CASAS



3. “Antioquia acrisolada, amalgama de razas”- ORLANDO RAMÍREZ-CASAS

Hola, jóvenes:


Hay una discusión histórica sobre si la fundación de Medellín fue en 1675, según las cédulas reales de doña Mariana de Austria; o se dio en 1616 con un resguardo indígena con curato incluido que estableció el visitador Herrera Campuzano. A los que se acogen a la fecha de 1675, poco les importarán los caseríos que la antecedieron; pero a los que sí les importa no han podido ponerse de acuerdo sobre si el caserío estuvo ubicado en el sector de la Aguacatala en la ruta de Envigado, o en el sector de El Guayabal en Belén de Otrabanda. Como para alquilar balcón. Desde que estaba en etapa de prepublicación mi libro “Buenos Aires, portón de Medellín”, me acogí a la tesis del Dr. Alberto Bernal Nicholls a favor de Otrabanda, con argumentaciones que por lo menos yo encuentro juiciosas, y que no son suyas sino que vienen de análisis de escritos que se remiten a don Marco Fidel Suárez, al Dr. Manuel Uribe Ángel, y el cronista de indias Juan Bautista Sardella; de donde se deduce que el primer lugar del Valle de Aburrá donde acamparon los conquistadores por más de quince días fue en la Vuelta de Guayabal al pie de la quebrada Santa Elena, y si de antecedentes se trata y no de cédulas reales, pues Medellín nació en ese lugar.

En el año 2001 se empezó a hablar del bicentenario de fundación de la Universidad de Antioquia, Alma Mater de la raza. Este es un decir, puesto que la denominada “raza antioqueña no es una raza” y la expresión se sirve de la metáfora para denominar a un conglomerado humano que nace y vive en un lugar y se nutre de una cultura común, que en nuestro caso es la de Antioquia. Tal podría decirse, entonces, de la raza llanera, o de la raza vallenata, o de la raza costeña. Una metáfora. Razas, como tales, solamente existen la raza blanca caucásica, la raza negra africana, y la raza amarilla asiática; con sus variaciones y mestizajes regados por el resto del mundo. No se ha probado la existencia de una raza marciana, con mujeres de un solo ojo, que es un invento cinematográfico mientras no se demuestre lo contrario. No hay, pues, tal “raza antioqueña”.

Cuando el equipo de fútbol Atlético Nacional celebró los 60 años de existencia en el año de 2008, aún vivía el locutor Guillermo Hinestroza Isaza y protestó vehemente por tal celebración. “Lo que están celebrando”, me dijo, “son los 60 años de constituida la sociedad en notaría, pero para ese momento el equipo llevaba ya muchos años de fundado”. Me contó, entonces, de los muchachos que se reunían a jugar fútbol en la Manga de don Pepe (o de los Puerta) frente a la Plaza de Flórez en el año de 1935. De su intención de conformar un equipo organizado para participar en un campeonato de fútbol, de sus discusiones para dar nombre al equipo hasta que se llegó al consenso de denominarlo “Atlético Unión”, de su evolución a “Atlético Indulana” para dar cabida al patrocinador y, en fin, de los pasos dados antes de convertirse en el equipo “Atlético Nacional” por notaría. “Ellos lo están celebrando ahora, pero yo lo celebré hace 13 años porque fui su fundador”.

Hace poco compartí con ustedes la tesis de Bernardo “Begow” González White de que la Universidad de Antioquia no debió celebrar su bicentenario en el año de 2003 sino en el año de 2022. Recoge él los argumentos de Alberto Aguirre Ceballos expuestos en el año 2001 en los periódicos El Colombiano y El Mundo de Medellín, apoyados en un derecho de petición contra la Gobernación de Antioquia presentado por el abogado Luis Javier Caicedo Pérez. Los directivos de la U. de A. siguieron con su propósito de celebrar en el 2003 y solicitaron al gobierno nacional una estampilla conmemorativa. El gobierno nacional pidió concepto a sus asesores de la Academia Colombiana de Historia, presidida por el historiador Santiago Díaz Piedrahíta, y ésta encomendó al académico Luis Horacio López Domínguez su estudio del que se derivó un concepto: “La fundación de la universidad, con el nombre de Colegio de Antioquia, fue decretada por el general Francisco de Paula Santander, vicepresidente de la República, en el año de 1822”. En consecuencia, la universidad celebró su bicentenario diecinueve años antes de la fecha indicada por la Academia y se quedó sin estampilla, sin saberse si tengan ánimos de volver a pedirla cuando lleguemos al año de 2022.

Los argumentos bicentenaristas de la primera fecha consideran antecesor del establecimiento al colegio de los padres franciscanos que funcionó en el mismo lugar, pero los argumentos en contrario consideran que esta ubicación geográfica y el uso del local para albergar dos establecimientos de educación “distintos” (y hasta un cuartel militar) es circunstancial y no tiene que ver lo uno con lo otro.

Queda abierta, pues, la discusión y durante el foro de celebración fue repartido un folleto escrito por la socióloga historiadora María Teresa Uribe de Hincapié, texto que hace parte del libro “Memoria de una efeméride” publicado por la universidad en el año de 2003. En él rebate, punto por punto, las argumentaciones de la Academia y aporta datos históricos documentados que no voy a repetir para no cansarlos pero que encuentro de validez, y tengo la esperanza de que tal texto sea colgado en la red y puesto a disposición de quien quiera consultarlo. Por el momento, habrá que ir a la Biblioteca de la U. de A. para buscar el libro citado o, en su defecto, el folleto que fue repartido durante el foro.


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