6. “Antioquia acrisolada,
amalgama de razas”-
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS
PÁNEL
2 (MINERÍA)
Hola, jóvenes:
El
Dr. Hernando A. Escobar Isaza, ex profesor de la Cátedra de Derecho Minero en
la Universidad de Medellín, fue el siguiente expositor con el tema “El aporte del Código de Minas del Estado
Soberano de Antioquia a Colombia” (CMA) y empieza por calificar o, mejor dicho,
recoger el calificativo de los historiadores acerca del régimen federal que
existió en Colombia entre 1858 y 1886, como una “época de bárbaras naciones” por las frecuentes guerras de los estados
soberanos entre sí y con la Nación.
(Que
las guerras son un freno al desarrollo y una causa de atraso para cualquier
sociedad, no es un secreto).
El
5 de junio de 1886 don Miguel Antonio Caro dijo en su discurso en la sesión del
Consejo de Delegatarios que “los
representantes de los Estados Soberanos venían al Congreso a repartirse los
despojos de la Hacienda Nacional, como alacranes que devoran a su madre”.
(Y
donde quiera que estés yo te digo en tu silencio mudo, patriarca Miguel
Antonio, que ya estamos en el siglo XXI y las cosas no han cambiado. Siguen
igual).
“Con base en ese discurso”, dice el
expositor, “se desató un proceso que
terminó ocasionando que los nacientes departamentos comenzaran a ser despojados
primero de las minas y posteriormente a ser víctimas de un devastador
centralismo que todavía detenta la Nación”. Sigue diciendo que “Mientras otros estados soberanos y la Nación
profundizaron sus conflictos políticos… el Estado Soberano de Antioquia, que
entonces era una apartada región, construyó un esquema singular de desarrollo
que, además, le permitió comenzar a relacionarse con el resto del mundo,
siguiendo un curso diferente”. En el caso de Antioquia, sigue diciendo el
panelista, “debido al éxito alcanzado con
las explotaciones mineras, fue posible disponer de los recursos financieros
para iniciar el proceso de industrialización a comienzos del siglo XX”.
(Esto
que dice el Dr. Escobar es importante, agrego yo, porque en una época en que no
existía la aviación cualquiera de los estados costeros del Atlántico o del
Pacífico hubiera podido tener ventajas competitivas para la generación de
desarrollo frente a este inhóspito enclave que se enfrentaba a las casi
infranqueables barreras de sus indómitas montañas. No por nada el primer ferrocarril
del país se construyó en Cúcuta para acercarla al puerto venezolano de
Maracaibo, la primera fábrica textil estuvo en Boyacá, los primeros cultivos de
café en el actual departamento de Norte de Santander; lo que me lleva a pensar
que no basta con ser pioneros en algo sino que hay que tener un empuje
constante en el tiempo para darle soporte a lo iniciado y una voluntad política
y participación generalizada de la sociedad para apoyar cualquier empresa
porque, de lo contrario, se muere).
“El 21 de octubre de 1867 la Asamblea del
Estado Soberano de Antioquia expidió el Código de Minas (CMA) contenido en la Ley 127 de 1867 en el que
además de reconocer la propiedad de la Nación sobre las minas de esmeraldas y
de sal gema”, según lo establecido por la Constitución Federal de 1858 para
la Confederación de Estados Soberanos, asumió Antioquia “la propiedad de las minas de oro, plata, platino y cobre” que le
permitía la Constitución; dejando a los particulares, según el artículo 1º
(dice el Dr. Escobar que “con cierto
desconocimiento”), todas las demás minas de cualquier clase que fueran. No
se preveía en aquella época la importancia que posteriormente tendrían el
carbón, la bauxita, el titanio, y los demás materiales extraídos de la tierra.
“Podría excusarse el que el código no se
hubiera referido a los hidrocarburos, puesto que estos sólo adquirieron un
desarrollo excepcional, entre otros, con la línea de producción de automóviles
creada por Henry Ford a partir de 1903; y los minerales radioactivos que únicamente
fueron conocidos a partir del descubrimiento del elemento químico Radio (Ra)
por los esposos Curie; ambos hechos ocurridos a comienzos del siglo XX”.
Pero, de todos modos, dice el Dr. Escobar que “en el CMA existió una enorme claridad acerca de la autonomía de los
titulares mineros sin la cual no se hubiera logrado una producción minera como
la que se alcanzó. No obstante, para adelantar las explotaciones se
establecieron obligaciones específicas con el fin de evitar perjuicios a las
obras públicas, las poblaciones, las habitaciones de particulares y,
especialmente, a las aguas” (art. 175).
Y
dice el expositor que el código CMA fue un “antecedente
y un aporte significativo al ordenamiento jurídico colombiano, si se tiene en
cuenta que sólo a partir de la Conferencia de Estocolmo en 1972 la atención
sobre los recursos renovables y el ambiente, así como la legislación
respectiva, comenzaron a hacerse realidad”.
(Significa
eso que nuestros legisladores antioqueños ya protegían, cien años antes de que aparecieran
los conceptos de ecología y desarrollo sostenible, el impacto ambiental de la
explotación minera; conceptos que ya tenemos muy claros pero la gente, como se
dice, “se los sigue pasando por la
galleta”, lo que me hizo estremecer en 1978 cuando vi las explotaciones de
oro a orilla de carretera en el bajo Cauca que convirtieron las tierras arables
en eriales y el río en un depósito de sedimentos).
En
efecto la ley estatal 38 de 1877 dice en su artículo 5º que “no podrán explotarse aquellas minas cuyo laboreo ensucie las aguas
utilizadas por las poblaciones, los establecimientos agrícolas, fabriles e
industriales en general, ya sean públicos o de particulares… permitiendo la
explotación siempre y cuando el titular minero provea previamente a tales poblaciones
establecimientos de aguas suficientes, limpias, y potables…”, y comenta el
Dr. Escobar que “En este sentido la
adopción de normas ambientales en el CMA no fue el resultado de la casualidad,
sino de una profunda convicción”.
(Si
en 1877 nuestros legisladores ya tenían eso tan claro, ¿Por qué nuestras
industrias siguen convirtiendo el río Medellín en una cloaca teñida a veces de
verde, a veces de rojo, a veces de azul? Algo o mucho ha fallado con nuestras
administraciones, con nuestro poder de castigo a los culpables, y con la
conciencia de prevención de la sociedad a la que pertenecemos que sigue
elevando los globos, causantes de incendios; que sigue quemando la pólvora que
satura las camillas de urgencias en los hospitales; sigue lavando vehículos en
las rejillas de aguas lluvias de los parqueaderos, que no están diseñadas para
recoger restos de aceite y combustibles; y sigue vertiendo desechos por los
lavaplatos).
Ese
código tenía normas como las siguientes:
“Art. 183. La conducción de
aguas… por un acueducto que no permita derrames… no se deje estancar el agua ni
acumular basuras…
Art.- 208. Los dueños de
minas no pueden nunca privar a los demás del agua necesaria para su familia,
sus animales, y cualesquiera especie de máquinas que tenga… y el riego de sus
sementeras… ni impedir el libre goce de las servidumbres de acueducto que estén
establecidas sobre el territorio donde se encuentra la mina, a favor de una
población o caserío, o un predio o máquina de un tercero…”.
(Como
se ve, el código preveía conflictos intervecinales que se pudieran presentar y
establecía normas para evitar esos conflictos)
En
un país en el que en la actualidad una empresa es demandada y se paralizan
inmediatamente sus operaciones llevándola a la quiebra, en el CMA “existía una elevada concepción… de la
importancia que para el Estado tenían las minas y, ante todo, (de la
necesidad de garantizar en caso de litigios) la continuidad de las operaciones… la explotación se mantenía a cargo
de quien ya tuviere un establecimiento minero en operación y, en caso
contrario, se designaba de inmediato un interventor… si bien se comprendía la
existencia de conflictos entre los mineros, se anteponía el interés público o
social”.
Dice
el Dr. Escobar que sin lugar a dudas “Quizás
la institución jurídica del CMA que adquirió mayor prestigio fue la Sociedad
Ordinaria de Minas (SOM)… logrando
que una persona jurídica o sociedad guardara un alto grado de adaptación a las
actividades mineras… por cuanto dichas compañías constituyeron una alquimia
prodigiosa con la que los ingenieros de minas y geólogos egresados de la
Escuela de Minas se convirtieron en socios industriales al lado de propietarios
mineros empíricos, de escasa capacidad económica y conocimientos técnicos… una
alianza estratégica y de transferencia de tecnología… generando riqueza para
ambos socios y para el Estado”.
(Hay
aquí un componente asociativo de economía solidaria que beneficia a ambos con
equidad, contrapuesto al canibalismo usual en otras empresas donde “el pez grande se come al chico”).
Se
extiende el expositor en un articulado visionario que innovó con elementos como
la participación accionaria por parte de múltiples inversionistas en una
especie de sociedad anónima apalancadora de los gastos de explotación (“capital contingente”) a cambio de
beneficios cuando la producción entrara de lleno, incluido un llamado Contrato
de Avío que consistía en el suministro de insumos a crédito para cobro con el
producido de la mina una vez entrada en explotación; única forma de sostener la
alimentación y necesidades de los trabajadores empleados en labores de
infraestructura previas a dicha explotación, lo que derivó también en
préstamos, anticipos, y pactos financieros de tipo bancario orientados a
financiar la explotación minera.
A
continuación el Dr. Pablo Liemann Gerlach expuso eltema “Minería en Antioquia y su aporte en la construcción del país”; tema
que inicia con el origen de la palabra Antioquia con la que se nombra nuestro
departamento, acogiéndose a la tesis de que ese “era el nombre con el cual los indígenas llamaban a la región: Antocha o
Antochia, el cual se derivaría de dos vocablos indígenas que significan montaña
(an) y oro (ocha), es decir Montaña de oro”.
(Ignoro
las fuentes consultadas por el Dr. Liemann para esta tesis, y si estas palabras
corresponden a las lenguas que se hablaban en la región a la llegada de los
españoles, como decir los emberaes y los caribes; puesto que los chibchas, los
incas, los aztecas, los mayas, etc., estaban muy distantes del lugar como para
influir en su nombramiento toponímico por parte de los indígenas. La mayoría de
los historiadores se inclinan, con mayor verosimilitud, por la tesis de que el
Mariscal Jorge Robledo quiso nombrar a la población de la Santa Fe de Antiochia
por el nombre del patriarcado sirio de los orígenes del cristianismo donde
ejerció su apostolado San Ignacio de Antiochia. Eran los españoles dados a dar
nombres bíblicos y de santos a los lugares que descubrían).
Toponimia
La etimología de Antioquia es
incierta. Se sabe que Jorge Robledo bautizó con dicho nombre a la ciudad
que fundó en el valle de Ebéjico, y que tiempo después lo adquirió toda
la provincia. Lo habitual era que los conquistadores y colonos ponían nombres españoles o
dejaban los indígenas. Tampoco es cierto que Antioquia en lengua indígena
signifique "montaña de oro", puesto que no hay ningún indicio de ello
en lo que se ha estudiado con respecto a las lenguas de grupos indígenas
establecidos en la región.9
En 1541 según el cronista Sardella, Jorge
Robledo fundó la ciudad de Antiochia; en castellano primitivo la ch, como en
otros idiomas, se pronuncia como q seguida de u. En 1542 Juan Cabrera la trasladó al valle del
Tonusco y a partir de entonces se llamó Santa Fe de Antioquia.
La ciudad adquirió gran importancia y se convirtió en el principal centro
administrativo y económico de la provincia y el nombre de Antioquia pasó de la
ciudad al resto del territorio.
Una hipótesis que se maneja
con respecto al origen del término "Antioquia" señala que los
conquistadores, siendo de principios religiosos muy arraigados, le dieron este
nombre en recuerdo de la ciudad asiática llamada Antioquía, situada a orillas del Orontes, y que sirvió de cuna al cristianismo de
los primeros tiempos.
Sin embargo se ha buscado otra
interpretación en el latín, así: anti (contra); quies-quietis
(quietud o reposo); es decir, un pueblo que está contra la quietud o el
estancamiento.10
Ignacio de
Antioquía (Ιγνάτιος
Αντιοχείας) es uno de los Padres de la Iglesia y, más concretamente,
uno de los Padres Apostólicos por su cercanía
cronológica con el tiempo de los apóstoles.1 Es
autor de siete cartas que redactó en el transcurso de unas pocas
semanas, mientras era conducido desde Siria a Roma para
ser ejecutado o, como él mismo escribió:
«...para ser trigo de Dios,
molido por los dientes de las fieras y convertido en pan puro de Cristo».
Ignacio
de Antioquía, Ad Rom. 4, 1.
Su arresto y ejecución se produjeron a
comienzos del siglo II. Aparte de eso, sólo se sabe que fue obispo de la
ciudad de Antioquía de Siria. El conocimiento sobre Ignacio se centra,
por tanto, en el final de su vida, pero ello basta para hacer de él uno de los
Padres Apostólicos mejor conocidos. Ignacio es un mártir del
cristianismo y uno de lossantos de la Iglesia Católica y de la Iglesia Ortodoxa,
que celebran su festividad el 17 de octubre2 y
el 20 de diciembre,3 respectivamente.
Considero
este dato meramente anecdótico, y el mismo expositor se cura en salud
toponímica al afirmar que “cierta o no
esta historia, la expresión montaña de oro sí coincide con su origen geológico”;
pasando luego a contarnos que “Antioquia
está ubicada sobre el anillo o cinturón de fuego del Pacífico”, entrando a
explicarnos mediante filminas cómo la colisión de las placas terrestres produjo
hace millones de años unas presiones y unas temperaturas que son el origen del
mineral de oro en determinadas franjas del territorio, de las cuales Antioquia
tiene gran riqueza en comparación con otras regiones, y en la región andina “se conjuga un continuo magmatismo rico en metales,
azufre, y otras substancias mineralizadoras”.
Habiendo,
pues, mucho oro en la región que atraía el interés de los conquistadores, la
minería aportó a la construcción del país y a la economía de los siglos XIX y
XX un gran capital, al Código de Minas una orientación que fue replicada en el
resto del país; a la infraestructura, industrialización, creación de empresas y
desarrollo del sistema bancario una financiación; y a la educación y formación
profesionales el aporte de la Escuela de Minas; “en un proceso que llevó a la región a ser precursora de la
industrialización colombiana”. Desde finales del siglo XVIII, según el Dr.
Gabriel Poveda Ramos, existía en Antioquia una economía importante, que se vio
consolidada a partir de 1850 con la revolución conservadora y el gobierno del
Dr. Pedro Justo Berrío; así haya “quienes
consideran que sólo durante las dos últimas décadas del siglo XX se presentó el
verdadero auge económico antioqueño”. Más adelante dice, citando a Meisel,
que “en el período de 1872 a 1923 los
bancos de Bogotá y Medellín fueron los más importantes en el país… en efecto
entre 1872 y 1923 se crearon un total de treinta y tres bancos en la zona
antioqueña, uno de ellos directamente por la mina El Zancudo”.
(Me
deja pensativo la afirmación relacionada con las últimas dos décadas del siglo
XX, pues fue en las primeras dos décadas de dicho siglo cuando se fundaron las
principales empresas de la región como Coltejer, Fabricato, Postobón, Compañía
Nacional de Chocolates, Compañía Colombiana de Tabacos, Cementos Argos, Cine
Colombia, los bancos Comercial Antioqueño e Industrial Colombiano, etc.;
coincidiendo las dos últimas décadas del siglo con el traslado de varias
empresas a la capital del país y su venta a personas de fuera de la región, y
con el auge del narcotráfico pabloescobariano cuyo exitoso desempeño al
servicio del mal difícilmente alguien se atrevería a reclamar como
paradigmático).
Cita
el Dr. Liemann a Javier Mejía Cubillos, quien “realiza un análisis cuantitativo detallado del nivel de actividad
económica de Antioquia para el siglo XIX y la primera parte del siglo XX,
encontrando que en Antioquia ya a principios del siglo XIX se disfrutaba de
ingresos per cápita superiores a los del promedio colombiano… siendo el período
de auge económico datado entre 1905 y 1913 el más pronunciado”. Luego
afirma el Dr. Liemann que “fueron los
productos mineros los de mayor participación en el rubro de exportaciones
colombianas igualando al café en la última década y siendo sin duda Antioquia,
con su aporte de la mayor producción de productos minerales, la región más
significativa para la economía del país en dicho lapso”. Luego agrega que “Ya en la década del 90 Argos es líder en la
industria cementera colombiana, con más del 51% de participación en el mercado
y convirtiéndose en el mayor transportador de carga terrestre del país”. No
me queda claro el por qué de esta afirmación, aunque supongo que se refiere a
que el cemento seco en bolsa que se transporta desde las plantas hasta todas
las poblaciones del país, y el que se transporta en los carros especializados
con mezcla de concreto, suma un tonelaje que permite hacer tal afirmación.
“Al retomar Colombia un sistema centralista y
desaparecer la federación de estados soberanos, por medio de la ley 38 de 1887
adoptó permanentemente, con carácter nacional, el CMA; código que rigió hasta
el año de 1969”.
Habla
el Dr. Liemann que en virtud de sus necesidades las empresas mineras tomaron la
iniciativa de construir vías terciarias y caminos vecinales para desembotellar
su producción y la entrada de insumos, y que “fueron de las primeras en instalar pequeñas centrales hidroeléctricas
que fueron modelo para otras en el país”.
A
continuación transcribe el expositor tres párrafos del Dr. Gabriel Poveda Ramos
en los que se hace un recuento de la importancia de la minería para la economía
antioqueña, y del aporte de la economía antioqueña a la economía del país; para
luego adentrarse el Dr. Liemann en la mención del aporte de la Escuela de Minas
a la educación de las clases dirigentes y afirma que “los egresados de la Escuela de Minas han contribuido en el país al
desarrollo de las empresas más emblemáticas del territorio nacional, al impulso
de la ingeniería de minas y petróleos, a los proyectos hidroeléctricos, viales,
de ferrocarriles, y de infraestructura, ya la introducción de conceptos de
administración modernos y de planeación; así como destacados emprendedores y
políticos del más alto rango en el ámbito nacional”.
Vuelve
y juega. Sobre este tema faltó mucho por decir. Hay que entender que las
explotaciones mineras con técnicas y herramientas de última generación son
costosas de implementar y de explotar, lo que hace necesaria la inversión
extranjera porque el país no tiene los recursos financieros ni los
conocimientos para hacerlas. Pero nuestra legislación ha sido débil y laxa,
concediendo demasiadas prebendas y ventajas a los inversionistas al punto de
que el negocio de la mina de carbón de El Cerrejón fue comparado por Germán
Castro Caycedo con un negocio de sánduches de jamón con huevo en el que la
multinacional extranjera es la gallina que pone los huevos, y el Estado como
socio colombiano es el marrano que pone el jamón. Ahí es más lo que el país
pierde que lo que gana. Está de por medio el impacto ambiental de las
explotaciones mineras inadecuadamente previsto, mitigado, recompensado y
reconstruido. Está lo de las regalías que se van del país con poca o ninguna
retribución, y lo de la aplicación de esas regalías al pago de impuestos que es
como prestarle plata a un inquilino y que él aplique el pago de los
arrendamientos a la deuda. Está lo de las regalías malversadas y malinvertidas
en los departamentos. Está lo de la inseguridad de los trabajadores en las
explotaciones mineras, y está lo de los grupos guerrilleros de extrema derecha
y extrema izquierda extorsionando, vacunando, boleteando, dañando oleoductos e
instalaciones, secuestrando funcionarios. Está lo de los sindicatos voraces que
quieren convertirse o se convierten en coadministradores irracionales entorpeciendo
una gerencia razonable y casi siempre, por no decir siempre, en beneficio de
los dirigentes sindicales y a espalda de los afiliados. Está lo de las malas
administraciones, y está lo de las huelgas. Está lo de las multinacionales e
inversionistas extranjeros que han venido apoderándose de las minas del país,
muchas veces con el disfraz de conservar la misma razón social. Fácilmente una
mina de carbón que se llame “La trocha”
resulta ser propiedad de una sociedad denominada “Palomino y Vergara” convertida en sociedad anónima simple cuyos
verdaderos dueños tras de bambalinas son Smith and Wesson de Ontario, Canadá.
Está el caso de Paz de Río que en algún momento llegó a ser un negocio a
pérdida y de pronto se convierte en exitoso en manos de los brasileños. Está el
caso de Mineros Colombianos que es un negocio exitoso manejado por empresarios,
pero que a cambio de la carga laboral negoció con los jubilados y trabajadores
del Chocó la cesión de las minas de Andagoya para la administración por parte
de estos. Ese negocio fracasó porque los políticos intervinieron en la nueva
administración y cayeron a saco sobre los producidos. Fracasó porque la
comunidad vecina impidió el paso de las dragas cobrando boleteo para dejarlas
operar. Fracasó porque máquinas y tierras pueden ser transferidas pero la
habilidad gerencial y los conocimientos no. En fin. Es este un tema que tiene
mucha tela de donde cortar.
Octubre 29 de 2013
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