martes, 17 de mayo de 2022

LAS ETNIAS Y EL ARTE / Darío Ruiz Gómez

 



LAS ETNIAS Y EL ARTE

Darío Ruiz Gómez

Supongamos que voy por la calle y me encuentro con un afrodescendiente me detengo y le entrego un saxofón y éste de inmediato empieza a tocar una obra de los grandes músicos del jazz. Sin haber recibido clases de música, sin conocer las atonalidades del jazz. No es lo mismo la diáfana espiritualidad de John Coltrane que la compleja estructura musical a través de la cual Miles Davies logra elevar su condición de paria  a las alturas de la mejor tradición de la música occidental. Hugues  Panassié el importante crítico de jazz advierte que el blanco(a) que aspire a convertirse en músico de jazz debe previamente “hacerse negro” para alejarse de la rígida academia y estar preparado para entrar “en situación” y lograr sumergirse en lo inesperado, timbres y tonalidades que sólo viven en las ocultas memorias del desconocido instinto. Hoy el populismo  y su ofensivo igualitarismo pretende  convencernos de que cualquiera  sin necesidad de estudios, de maestros, puede convertirse  en músico(a) con tal de que a la letra le incorpore protestas contra “las masacres de la policía y el ejército” contra “el capitalismo que destruye el medio ambiente” Imagínense a los Directivos de Fecode convertidos de súbito en virtuosos del violín o del bajo gracias al poder de la ignorancia. En “Cold War”  la película de Paulikowski hay un momento que ilustra lo que trato de aclarar  cuando los dos antropólogos  que van recogiendo en remotas comarcas y sociedades campesinas  de Polonia el legado de una tradición oral  deben enfrentar al  Jerarca del Partido Comunista  que les dice que a estas danzas y canciones es necesario agregarles las fotografías de Stalin  e introducir versos de amor al déspota y ahí comienza a desfigurarse  el folclor, a sustituirse las verdaderas canciones populares por engendros de supuestas “canciones revolucionarias” : acuérdense en Cuba de la prohibición de los grandes compositores negros, de Celia Cruz y la Sonora Matancera y de la imposición de ese horror que fue la “Nueva Trova” o de esa fábrica de la canción social que se montó en Argentina y que dejó sordas a muchas generaciones. Hoy el Colombia esta llamada batalla cultural sigue imponiéndose por parte de nuestros(as) populistas y bajo el antirracismo imponiendo nuevas formas de censura, de maccarthysmo de izquierda, tal como se está haciendo contra la “herencia blanca”.

Teresita Gómez es una gran pianista, hace  muchas décadas  yo mismo la vi asomarse a  un  abismo  en que al parecer  se  había anulado su vocación  de pianista –  situación existencial que tanto conozco -  pero también fui testigo de verla salir adelante  recuperando las exigencias que esta disciplina impone de modo riguroso para seguir respondiendo a los intangibles que reclama la obra de los grandes maestros de la música, Beethoven, Mozart, Schubert, etc,  o sea el legado de la gran música occidental que le devolvió la fe en sus capacidades  para convertirse tal como lo hizo  en una gran intérprete, una mujer que honra la música respondiendo a su talento. Y para quien está tocando un instrumento como para quien está danzando o está tallando o escribiendo, lo importante es esa disciplina que desde una estética le permite sobrepasar cualquier condición de sexo o de clase social, de color de la piel. La grotesca canción que Francia Márquez le cantó a Teresita  “para denunciar las matanzas que nos hacen” es la expresión de esta nueva escalada de barbarie populista que pretende sustituir la cultura por una propaganda totalitaria  tratando de  demostrar  que  el talento individual debe plegarse ante el colectivismo de las “etnias” y que Teresita Gómez la admirable intérprete universal del piano debe renunciar a Beethoven, a Schuman, a Mozart, a Verdi,  a Luis A. Calvo, etc, para disfrazarse de barequera del Cauca. P. D. ¿Protestó Francia Márquez por el reciente asesinato del joven indígena defensor del medio ambiente? Si en verdad fuera una líder defensora del medio ambiente hubiera condenado desde sus trece añitos la catástrofe ambiental que las Farc, el ELN y los distintos Carteles continúan haciendo en el Cauca desde la siembra de coca hasta la minería ilegal y el envenenamiento de las aguas.

 

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