LA AGONIA DEL TIEMPO
Antonio Arenas
“Un libro (de poemas) es una especie de
espejo: sí un mono se mira en él, no descubre una imagen de un apóstol”
Lichtemberg
Pasan tardas y lentas las hojas del libro “Horas sin Tiempo” y el silencio media entre el lector y
el texto. Se acota en el comienzo palabras
sueltas que dicen “algo”, mejor hablan de “cosas” y ese atisbo de las
cosas, revela la fragilidad del ser en el tiempo. El arte poético comienza allí
donde el lector agotará el verso. Las figuras o imágenes objetivadas se
enfrentan a la existencia y el hábitat; a ese diario existir; hay pues, una voz
monótona, una escritura frágil, una especie de agonía y soledad vivida. En el
trascurrir de las páginas hay una péndola deleznable e imaginaria que marca el
tic tac de las palabras. El lenguaje contrasta el alejamiento del tiempo, se
recorre el entorno, la casa, las noches de vigilia, se es un sonámbulo en el campo y en el bullicio de la urbe. Se expía la vivencia para perderse en el
juego azaroso de la naturaleza y la frase. La poesía de Raúl González es
una interdicción de la vida que se va en el espacio y el tiempo; experiencias
vividas en el caos, la bohemia y la soledad.
Todo lo dicho, escrito, es captado en el ojeo de la comprensión de la
naturaleza y el ambiente de la casa o la ciudad que lo desvela. Se enfatiza en
la palabra suelta, escueta, rasgada y soplada. Todo, todo cree verse en la
imagen que se plasma. Los poemas configuran la contradicción de la vida vana y errante,
el retozo azaroso de la vejez y la presencia efímera de la muerte. “Horas
sin Tiempo”, es uno juego de los diarios escritos, diarios de campo,
diarios de noche, diarios de ciudad, diarios de viajes. Hermenéutica
presuntuosa de la naturaleza. Soledad y vida que reposan en el tiempo inmóvil. Vida
que franqueó, figuras y representaciones del conspicuo existir en medio de la
naturaleza y en los ciclos del tiempo. Raúl González dirá en uno de sus poemas “La
movilidad y el silencio impregnan infinitas horas”. Períodos de
abatimiento, cansancio de la senectud, parpadeos frente a las hojas, el pétalo,
la hojarasca y los frutos de los árboles. El poema es el espantar del tiempo
ido. Mirar ojoso, ojoso agujero desolado del espacio. En definitiva, el libro
está escrito en cuatro tiempos
(diarios) todo para que quede en la memoria. Lapso que consume ese ocio maldito
del día y la noche. Los poemas son un viaje, un peregrinar de la existencia,
mezcla de naturaleza – vida - experiencia. Algunos versos son la bravata del
duermevela. Las elegías dan la imagen y la idea de un hombre que agota la subsistencia.
El texto y la escritura son un Kairos falaz, estático. Es el vuelo de la
naturaleza ante los ojos del hombre, con una sencillez e ingenuidad pasmosa.
Para un lector habitual los cuatro
diarios se leen como un artificio, un pasear un dar vuelta, un tomar el
aire en la noche. Un deambular circular, para explicarse un hombre así mismo el
mundo y la vida. “Horas sin Tiempo”, es un libro ocioso y la abnegación de la
palabra fragmentada en el lapso. Palabra soplada, sacrificio de la vida que se vio
pasar. Ojeo y silabeo, río agitado por el tiempo que todo lo consume. En el
libro hay un poeta náufrago de la naturaleza.
El poeta Raúl González pudo haber dicho:
Soy yo abierto a la naturaleza y el tiempo.
Yo que duermo entre la naturaleza y el silencio.
Un tic tac en el tiempo.
Yo soy una metamorfosis de la naturaleza y el tiempo.
Antonioarebe1@hotmail.com
1 comentario:
Excelente, la manera de narrar lo que significa el tiempo, la poesía, la naturaleza y lo que simboliza para el escritor sus letras en el transcurrir del tiempo.
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