domingo, 26 de septiembre de 2021

José Horacio Betancur

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El Cristo de los Andes de José Horacio Betancur necesita protección.

Víctor Bustamante

La fotografía enseña a José Horacio Betancur en el interior de su casa en Buenos Aires en la calle Uribe Ángel, donde también funcionaba su marquetería y su taller, junto al Cristo que talla en cedro. La escultura apenas está bosquejada pero ya se nota su factura; él sabe cómo va salir la obra final, sabe con certeza que cada que da un golpe con su mazo de madera al formón o escoplo, este se deslizará atenuado para ir sacando poco a poco esa figura, ese cuerpo de Cristo, que precisamente el escultor sabe de qué manera debe irlo buscando. En esta fotografía de 1956, es notorio el cuerpo, la cabeza inclinada, aún los lazos gruesos no se definen, aún falta el detalle de los músculos crispados, aún la cara no se ha definido, así como el cóndor posado sobre el hombro ded este Cristo que ha sido golpeado con saña. El escultor de boina y con traje de trabajo, un mono, recuesta su codo derecho sobre el costado de su escultura, en su mano el mazo cilíndrico para aminorar el deslizamiento del escoplo que mantiene firme en su otra mano. José Horacio no mira hacia el fotógrafo, ya que está concentrado en su talla. A lo mejor este momento de relax lo condujo a un pequeño intervalo donde es interrumpido para la foto. En el piso la viruta que se ha desprendido es señal inequívoca de que ha trabajado con ahínco alrededor de la madera, arrancándole su gran secreto, esta imagen, este Cristo al cual él da su versión del momento en que los azotes inician el camino al sufrimiento.

La beata Ana Catalina Emmerick vio en revelaciones que al ser aprehendido en Getsemaní “los esbirros ataron a Jesús con la brutalidad de un verdugo” y que le ataron “las manos sobre el pecho con cuerdas nuevas y muy duras".

Le ataron el puño derecho debajo del codo izquierdo, y el puño izquierdo debajo del codo derecho. Alrededor de la cintura le pusieron una especie de cinturón con puntas de hierro, al cual le fijaron las manos con ramas de sauce; al cuello le pusieron una especie de collar de puntas, del cual salían dos correas que se cruzaban sobre el pecho como una estola, e iban sujetas al cinturón”. (1)


Cristo de los Andes (Miguel Angel Betancur). 2019


José Horacio da su versión sin haber tenido revelaciones. Ya terminada la obra acaso es el reflejo del mismo artista, su concepción, donde lo sagrado se pierde y ese Cristo atado de pies y manos, es un Cristo real. Un Cristo donde se contraen los músculos de su cuerpo, no solo por ser atado de pies y manos sino por los azotes. No vemos sangre ni llagas, pero en su rostro es preciso saber que el sufrimiento ha sido temerario y lo ha apresado en su territorio. En este instante él no puede zafarse, está solo en lo absoluto de sí mismo. Está solo y sufre aún más, debido a que al secarse las cuerdas de bramante que lo atan apretarán más. Betancur lo concibe atado de pies y con las manos atrás con un lazo que le ata la cintura y le sirve de protección a su desnudez total. No solo se le causa una inmovilidad total sino que se le humilla. Él ha sido admitido de rodillas en el gesto más cruel para un ser humano donde se le piden cuentas, pero él no tiene que rendirle nada a nadie. Betancur en esta escena le otorga a su rostro no solo el dolor total sino ese instante en que la muerte augura sus premisas. Sobre su hombro derecho, inclinado, un cóndor.

Un amigo suyo, Rodolfo Pérez González, no dejó pasar esos días en que el escultor se hallaba imbuido en este proceso: “José Horacio era de mediana estatura, con una constitución leonina, maciza. Era recio y fornido. Cuando empezaba a tallar el Cristo de los Andes, nunca pensaba en un Cristo que pudiera servir a las devotas beatas de Buenos Aires para alcanzar algún favor del cielo. Cristo era para él un rebelde, un revolucionario de la estirpe de Jorge Eliécer Gaitán. Sin mucho fervor místico, pero sí seducido por su escalofriante imagen de dolor, copió la cabeza del Bautista, de Alonso Cano, en un tronco de cedro. Los sábados, después de concluir la jornada, anunciaba el descanso, invitando a varios de sus trabajadores para tomarse unas cervezas y comer sabaletas donde el pícaro Benedo. En sus etílicas euforias se destapaba con algún grito de ¡viva! al partido contrario al de la policía, lo que desencadenaba una trifulca que siempre terminaba con dos o tres policías maltrechos y él con las costillas molidas a bolillazos y el ojo derecho (siempre el mismo) tumefacto y amoratado. Después de la batalla, regreso a casa, con la insistente recomendación de que no le contáramos a Rica (su esposa Enriqueta) la verdadera causa de su deterioro”.

Hasta Alberto Aguirre, que conoció a José Horacio Betancur se conmovió: “Arte popular, arte entero. La expresión del Cristo de los Andes, en esa maravillosa proporción del cuerpo, en ese espasmo agónico de cada músculo, refleja la violencia que sufre el hombre americano. Aquí, en su esencia, el grano popular, en estas obras, a más de la ira, de la angustia y el dolor, también la alegría prístina de mitos y leyendas, el vigor en los animales, en el entorno primitivo. ¡Cómo padecía José Horado Betancur!“.

Pero ya en septiembre del 2021, un correo electrónico de José Raúl Jaramillo R., indignado, reclama por el abandono de esta talla situada bajo una suerte de templete en Jardines Cementerio Montesacro. Allá vamos a ver una obra maestra, entre tantas que esculpió José Horacio. El lugar con césped y al sol de domingo se nota sereno con los deudos disponiendo flores en las tumbas de sus seres amados. En un cementerio en la forma que sea, así en este campus, la serenidad es aparente porque el dolor es mutuo. Alguien, al frente de una tumba, reza a sus allegados, otros pasean advirtiendo de la pena de las ausencias; otros buscan en el césped una lápida, pero a pesar de esa apariencia hay un dolor subterráneo, la presencia de la señora muerte que corta de tajo una presencia.

El templete se nota desde lejos como una obra precisa para resguardar la escultura, nada menos que el Cristo de los Andes, de José Horacio Betancur, con una placa sobre el pedestal con su nombre y la fecha de elaboración. Pero, y este, pero, es un reclamo, al mirar la escultura caemos en la cuenta de que José Raúl tenía razón, el abandono es total, las escoriaciones sobre el pecho de la escultura, así como en sus rodillas, el polvo y las suciedades que la cubren son sinónimo de indolencia y abandono. Si dejamos que siga en este estado en unos pocos años se perderá. Bajo el techo que cubre la escultura las telarañas ya ejercitan su legado, señal inequívoca de que, por aquí, quienes deben de cuidar esta obra, nunca aparecen. O, a lo mejor, se hacen los locos. No sabemos si la obra está en comodato o a quién pertenece porque si no se toman medidas efectivas se destruiría, sería mejor que fuera llevada al Museo de Antioquia donde sería resguardada de tantas alimañas, entre las cuales se encuentran los insectos que la carcomen, los pájaros y murciélagos que la ensucian así como los encargados de protegerlas en este abandono. Sabemos que el negocio de la muerte es rentable, y nada hay más atractivo que estar aquí bajo el césped inimitable, pero en otra ocasión. ¿Será que andan mal las finanzas de Jardines Montesacro o no quieren gastar en preservar la escultura que es la más valiosa por estos pagos y por estos céspedes del sur? Sabemos que la muerte para los contabilistas de la empresa es siempre anónima, ya que quienes llegan no reclaman, pero dejar en este estado una gran obra, nos llena de preguntas: ¿Hay administrador en este lugar? ¿Hay responsable de los bienes o están a la espera de que los reales dueños de la escultura le hagan una suerte de mantenimiento para preservarla?


Cristo de los Andes. (Babel) Sep 20 / 2021


Desidia y negligencia es la palabra que les toca a los dueños de Jardines Cementerio Montesacro, que de sacros no tienen nada, sino ver como fluye la prosperidad de su negocio, pero de ninguna manera preservan el emblema de este lugar, el cual debería ser llevado de allí si no lo cuidan de una vez para su protección a un lugar más seguro. Lacas y resinas y un experto dejarían esta escultura como les fue entregada bajo el brillo de su protección. Si Jardines Cementerio Montesacro no quiere rehabilitar y proteger la escultura podríamos iniciar una colecta con ponchera, o una rifa para buscar los fondos. Además, no sabemos si en la capilla de este lugar hay un cura doliente con sensibilidad a una escultura de Betancur, que no es cualquier escultura sino la obra de un gran maestro que le dio, además, presencia a los mitos de Antioquia.

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Dice eL PEMP:

Capilla y Conjunto Escultórico Jardines Montesacro (Bien Interés Cultural) Ficha Pemp 2012 BIC (Bien de Interés Cultural) Capilla y Conjunto Escultórico Jardines Montesacro –Ficha Pemp 2012-. Documento técnico PEMP –Plan Especial de Manejo y Protección del Patrimonio – recepcionado por la administración de #Itagüí en 2012… Aún en proceso de lleno de requisitos por la administración municipal para surtir trámite de visto bueno por el Consejo Departamental de Cultura y aprobación administrativa municipal.

360-032 Jardines Montesacro.pdf

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"El Cristo de Los Andes es una obra escultórica tallada en pino, de tres metros de altura, elaborada por el maestro José Horacio Betancur en 1956. La obra se recuperó de una casa de arte de la ciudad y la restauración estuvo a cargo del maestro Miguel Ángel Betancur, hijo del autor".

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(1)(RobertoO'Farril en:

 https://www.capitalmexico.com.mx/opinioncapital/cuerdas-con-que-fue-atado-jesus/)

 


1 comentario:

Juan Fernando Echeverri Calle dijo...

ES HORA DE SALVAR ESTA JOYA ESCULTÓRICA...QUE ENALTECE A ANTIOQUIA. NO MÁS DILACIONES. ESPEREMOS QUE EL GOBERNSDOR LUIS FERNANDO SUAREZ VÉLEZ Y EL IDEA PONGAN MANOS A LA OBRA. NO PIDO LA INTERVENCIÓN DE LA ALCALDÍA DE MEDELLIN, YA QUE LA INEPTITUD QUE HOY LA ENSOMBRECE, NADA RARO LA UTILICE PARA HACER CON ELLA UN RITUAL AL DIABLO.


SEÑOR GOBERNADOR LUIS FERNANDO SUAREZ VELEZ...QUEDA EN SUS MANOS, POR FAVOR.

JUANFER pericles50@une.net.co