¿VOLVER AL JARDÍN DE EPICURO?
“Apártate
de la vista de los demás”
1.
EL LUGAR LOCAL
Esta historia
nos habla de un hombre-sabio que
vivió hasta los setenta y dos años de edad. El hombre a sus treinta y cinco años compró un terreno por ochenta minas, construyó
una casa y luego un jardín y allí fijo su residencia. El jardín era lo más
parecido a un huerto donde crecían todo tipo de legumbres y hortalizas:
Rábanos, habas, remolachas, lechugas, cilantro, cebollas, pepinos, berros, apio,
albahaca, perejil, lentejas, etc. La casa y el jardín se situaron de tal forma
que estuvieran separadas. En el huerto se producían alimentos y en la casa se leía,
se escribía, enseñaba y se practicaba: “el
buen humor, la sana alegría y una pasión ciega por la felicidad del hombre”.
La existencia era sencilla, sin lujos y alejada de toda participación política
de la ciudad. Las personas que acudían al jardín eran porque querían aprender
algo, mitigar los miedos y las enfermedades. Eran tiempos de guerras, mentiras,
miedos y enfermedades. Después de escuchar al hombre-sabio que se había
convertido en un maestro aquellos que se acercaban comprendían que todo
conocimiento conduce a la felicidad y que hay que dedicar todo esfuerzo para
alcanzarla. La felicidad es el bien máximo y está ligada a la amistad y la
vida. Debemos anteponer la amistad por encima de la justicia, porque cuando los
hombres son amigos no hay necesidad de justicia. De todas las cosas buenas que
la filosofía proporciona la principal es el don de la amistad. “Un amigo es aquel con quien se puede estar y
también aquel con quien se puede contar y al que puede evocarse”. Por lo
tanto, la filosofía es una actividad que con la razón y con el diálogo consigue
una vida feliz. La casa y el jardín eran un lugar sereno alejado de la urbe. Los que iban allí
lograban aprender una terapéutica espiritual, una actividad práctica para el
cuidado del alma y del cuerpo. Una actividad que con palabras y razonamientos
proporcionaba el camino para una vida feliz. Superficial es la palabra del sabio que no sabe aliviar al hombre que
sufre. El jardín fue un lugar de reposo para la búsqueda de la felicidad
terrenal y el gozo. El maestro escribió en esta casa más de 300 libros. Unos
libros nos alejaban del miedo a la muerte, otros del temor a los dioses y otros
de la inquietud por el destino. Otros libros de que en el Universo solo hay dos
elementos, Átomos y vacío, pudiendo pensarse que todo es materia y vacío. Otros
libros enseñaban una vida reposada y le daban a la acción intelectual un valor
enorme. La filosofía allí era una especie de medicina, una terapéutica que reconocía a
la experiencia vital frente a las perturbaciones y males en cualquier
tiempo.
El filósofo busca la imperturbabilidad o la ataraxia, y frente al poder, la servidumbre y la bajeza se enseñaba la capacidad de gobernarse a sí mismo. En otras palabras: el mejor fruto de la autarquía es la libertad. Los discípulos del maestro aprendían esto y aquello y se les permitía leer los libros o consultarlos según sus dudas. En otras palabras el jardín se había convertido en “una comunidad filosófica” donde un grupo de personas y el maestro retiradas en un círculo privado tenían sus propias reglas éticas y su concepción del mundo. El jardín era un centro de saber, placer y gozo. El maestro repetía: “Nadie por ser joven dude de filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastié. Pues nadie es joven o viejo para la salud del alma”. De todas las cosas el principio fundamental y el mayor bien es la prudencia. La prudencia es más apreciable que la sabiduría, de ella nacen las demás virtudes, porque nos enseña que no es posible vivir sensata, honestamente y justamente, ni vivir sensata y honestamente y justamente sin vivir feliz. Optar por la vida tranquila, simple, sencilla y no alejada de la filosofía. Seamos responsables de nuestros actos y amos de nuestra vida. “Es preciso reír y, al mismo tiempo filosofar, cuidar de los asuntos domésticos y mantener las demás relaciones habituales, sin dejar de proclamar las máximas de la recta filosofía”. Un jardín, un pequeño huerto en un lugar sosegado entre la naturaleza donde mujeres y hombres viven en “comunidad” practicando un saber que se convierte en una guía para una vida feliz. A la entrada del jardín podríamos encontrarnos con el siguiente precepto: “Aquí te encontrarás a gusto, huésped, aquí el placer es el bien supremo”. Y frente los deseos y la salud se decía en el jardín: “Y hay que calcular que, de los deseos, unos son naturales y otros vanos. Y de los naturales, unos necesarios, otros sólo naturales. Y de los necesarios, unos son necesarios para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo, otros para la vida misma. Una recta visión de estos deseos sabe, pues, referir a la salud del cuerpo y la imperturbabilidad del alma toda elección o rechazo, pues esta es la consumación de una vida feliz. En orden a esto, lo hacemos todo: para no sufrir y sentir temor. Apenas lo hemos conseguido toda tempestad del alma amaina no teniendo el ser vivo que encaminarse a nada como algo que le falte, ni buscar ninguna otra cosa con la que completar el bien del alma y del cuerpo”.
2. EL FRUTO MÁS APRECIADO EN EL JARDIN: LA AMISTAD
Con una clara
distancia frente a otros filósofos, el maestro establece distancias y rompe con
el poder, la sumisión y los miedos. Y plantea una realidad cercana a la vida de
cada persona que habite el jardín. La amistad se convierte en el fruto más
cosechado y recogido en el jardín. La amistad está incorporada al vivir placenteramente,
al gozo y la búsqueda de la felicidad. Aquí amigos pudo haber dicho el maestro,
te encontraras a gusto. Amigo aquí el placer es el bien supremo. La felicidad
reside en en el placer.
La amistad, es el mayor
bien de todos los bienes, la más importante y eficaz herramienta para lograr la
felicidad. La amistad es el bien más fundamental para la vida y nadie en la
tierra querrá vivir sin amigos por más riquezas que tuviera a su alcance. No
hay que temer a los Dioses, no hay que temer a la muerte, se puede soportar el
dolor, se debe lograr la felicidad. La ciudad es un lugar donde puede reinar un
ambiente peligroso y hostil. Hombres y mujeres, podrán cultivar la amistad y el sustento para
una vida feliz. La amistad, hace que
se viva en comunidad y se trabaje se ayude y se aprenda concurriendo al bien
común. ¿Pero qué es un amigo? Un amigo, es aquel con quien se puede
conversar, residir, con quien se puede contar y al que se puede evocar cuando está
lejos. La amistad trae consigo
el fruto y la semilla de la eternidad. “Un
amigo es aquel a quien podemos hacer presente. Un amigo es alguien que podemos
evocar al final de una vida”. La memoria nos permite guardar los recuerdos
de nuestros amigos. Se es feliz cuando se recuerda las discusiones con los
amigos. La felicidad, es un estar presente y sobre todo con los amigos, cuando
sentimos, la amistad puede convertirse
muchas veces al alivio de nuestros dolores. El placer es el principio y la culminación de una vida feliz. Los
instantes vividos con plena intensidad, intervalos que lejos de desvanecerse
podrán ser evocados y devolverle a la vida todo su valor. Una de las grandes
tareas de la filosofía en el jardín, la tentativa de curar las afecciones del alma y el
cuerpo y esto se convertirá en el
faro que alumbra y orienta toda elección
tanto en el caso del placer como el dolor. El maestro defiende una vida en
comunidad y amistad, donde la sabiduría y los placeres son compartidos, y uno
de los tantos goces es la conversación entre amigos. En el jardín se deberá
buscar un estado de “imperturbabilidad anímica” llamado ataraxia: la fortaleza del cuerpo y del alma
frente a la adversidad, disminución de las pasiones y los deseos para
lograr una tranquilidad interior. La
filosofía deberá orientarse hacia el goce de la vida, para combatir el dolor y
los miedos y la adversidad. “Ser lo más feliz posible ante cualquier
circunstancia”. La filosofía deberá
servir para gozar de los placeres de la vida orientada hacia la amistad y la
felicidad. El mayor de los recursos que logra gozar una persona para ser feliz
es la amistad. “La voz de la carne pide
no tener hambre, ni sed, ni frio; pues quien consigue esto o confié en
conseguirlo puede competir en felicidad con el mismo Zeus.” Un esquema
sencillo, pero que, en su simplicidad instala los principios de igualdad y solidaridad;
principios a los que nadie puede renunciar o que nadie nos puede quitar en
tiempos de injusticias, dolor, engaño, violencia. Hay que defender el placer
por encima del dolor. Placer y dolor son los dos ciclos que atraviesan nuestro
cuerpo y nos comunican todo lo que nos
conviene. Con la amistad: “Sobrevuela el
mundo entero convocándonos a todos para que despertemos en la felicidad”.
Hay que desarrollar una filosofía practica del más acá. El cuerpo y nuestra circunstancia carnal son el punto de partida para la convivencia con otros cuerpos y para alcanzar la felicidad. Por eso en el jardín: “El más grande fruto de la autosuficiencia es la libertad”
3. EL PLACER
El placer y el dolor son los dos cursos que atraviesan nuestra
carne y nos avisan constantemente de los que nos conviene. “La serenidad del alma y la ausencia de dolor corpóreo son placeres
catas- temáticos. La dicha y el gozo se revelan por una actividad como placeres
en movimiento”. Y además, “No sé qué
idea puedo hacerme del bien si suprimo los placeres del gusto, del amor, del oído y los suaves movimientos que de las formas exteriores recibe la vista”.
El maestro decía: “Yo exhorto a placeres continuos y no a esas virtudes vacías y necias que
conllevan inquietas esperanzas de fruto”.
antonioarebe1@icbf.gov.co
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