LA
POLÍTICA SE HA EMOTIVIZADO
Darío
Ruiz Gómez
… “y las emociones están por debajo del
razonamiento” recuerda Adela Cortina. Creo
que si alguien la
hubiera escuchado en los cursos
que sobre Ética dictó hace algunos años, contaríamos
ahora con la capacidad necesaria de
reflexión nacida del razonamiento,
evitando el peligro de caer, tal como lo está haciendo nuestra
“intelligentzia”, en el emocionalismo, esto, en
momentos de nuevas crispaciones sociales causadas por el narcotráfico cuando
solamente la fiscalización de la razón crítica podría ayudarnos a
superar las pedreas, las trifulcas, el
empoderamiento de la delincuencia y enfrentar los amargos interrogantes a que
el proceso de Paz nos está sometiendo al destapar
los efectos colaterales de la
guerrilla, que no se pueden ignorar alegremente.: La visibilización de los nuevos
Carteles de la Droga, de la minería, obedecen a
realidades distintas a las de las FARC, Otoniel, Pablito, el oro,
el coltán, suponen la puesta en escena de lo que Alan Wolfe ha llamado “la maldad de
la política”, el genocidio, el asesinato gratuito, tierras sin bandera patria, riñas,
violaciones, la infiltración en las ciudades. El emocionalismo supone la vuelta atrás hacia el abismo atávico, la
ley del Talión, impulsado por la maldad
del narcotráfico cuyo terrorismo desconoce el valor de una vida humana, la vida
de un policía, de un soldado y su
familia. El problema es que con la ausencia de verdaderos criterios jurídicos los juicios a los responsables se está haciendo en privado y ante una justicia abiertamente ideologizada como la de la JEP. Pero por otro lado la izquierda fariana ha preferido no buscar una salida racional a estos interrogantes y ha
optado por las falsedades de las fake news y mantener a sus bases
en el emocionalismo para eludir su responsabilidad intelectual lo que
tiene que ver con ese pasado de miles y miles de muertes inútiles que ante
un verdadero Tribunal de Justicia continuarán reclamando
castigo para sus verdugos. Tratar,
además, de blanquear la responsabilidad intelectual ante esos turbios acontecimientos
no puede ser la respuesta a esta
situación donde el obstáculo que nos impedía ver ese pasado ha sido
abierto para que se haga una lectura objetiva pero implacable de lo que
fueron esas traiciones al humanismo.
Nos
encontramos pues ante un problema ético que no se puede resolver pasando la página orondamente por parte
de quienes pretendieron cambiar abruptamente
los valores de la democracia por
los de una dictadura totalitaria. ¿Recurrir a Marx para justificar el secuestro y el narcotráfico? La diferencia entre un ser pensante y un activista alienado en el terrorismo es más que evidente. ¿No hay diferencia entonces entre
el bien y el mal? Una Historia de las Ideas Políticas en las
tres últimas décadas nos mostrará lo que supuso esta lumpenización de las ideas
marxistas. Fíjense que tengo que seguir repitiendo estos cuestionamientos ya que
ni la justicia ni la clase política las
tienen en cuenta a la hora de hacer un juicio, este sí histórico, a un proyecto político que debe ser enjuiciado bajo un único enfoque humanístico para que no se repitan sus desmanes.
A través de rigurosas investigaciones
los espantosos crímenes de Stalin continúan arrojando luces necesarias sobre la maldad humana. Es aquí donde nos encontramos hoy en Colombia con el intento de ciertos
medios de comunicación, de ciertos grupos políticos de mermarle importancia a la culpabilidad de los asesinos banalizando
el mal con la disolución de lo
político, que es un intento de razonamiento, en la politiquería , convirtiendo el asesinato
de la Familia Turbay Cote, por ejemplo, en un suceso que por “haber
acontecido en el pasado hoy debe
carecer de penalización”. ¿Bajo qué
óptica jurídica enjuiciar entonces a “El Paisa”? Eichman fue un funcionario del régimen nazi que cumplió a cabalidad con sus diarias tareas y que, como recuerda Hanna Arendt,
“vivió durante toda su vida de acuerdo con los principios morales de Kant” Lo
espantoso de nuestra tragedia es comprobar que los cerebros grises que han propiciado desde las
sombras este desastre han sido y
siguen siendo ciudadanos (as) normales, plácidos
burgueses supuestamente ajenos a los
significados del mal, al reclamo de los
niños huérfanos.
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