martes, 6 de agosto de 2019

La Naviera o Edificio Antioquia. / 75 Medellín destrucción y abandono de su Patrimonio Histórico

La Naviera, 2019


Ignacio Vieira, arquitecto de la Naviera


Federico Vásquez, arquitecto de la Naviera


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La Naviera o Edificio Antioquia.

75 Medellín destrucción y abandono de su Patrimonio Histórico

Víctor Bustamante
                                                                                  
                                                                                  Para Felipe y Harold

La piedra bogotana de color ocre reviste la fachada del Edificio de la Naviera; son piedras talladas, dispuestas en losas con ocho antepechos sobre la fachada de Palacé que le otorgan esa serenidad y esa misma racionalidad de la línea recta, desde otra concepción, la ventana corrida, que en total y, al darle la vuelta a parte del edificio, suman ochenta y ocho ventanas que contrastan, al reflejarse en ellas, el color azul en días soleados y le dan, a esta parte del frontispicio, un aspecto de tranquilidad. Luego, en la fachada que da a la calle, a la Avenida Primero de Mayo, este paisaje se rompe ya que hay una suerte de deprimido con dos delgadas rectas verticales, redondeadas, de ese mismo color crema y, en lo alto que, interrumpe la continuidad de las franjas horizontales. Ya no es posible observar la huella del escudo con una cruz gamada alhajada por un ancla, es decir la religiosidad y el ancla que da seguridad, símbolo de la Naviera. Por supuesto, estas dos líneas rectas semejan una suerte de chimeneas, incrustadas, pero más bien parecen astas, donde se irían a instalar pabellones, pero el único pabellón posible era la estela del humo de esos barcos a vapor, el más conocido el David Arango. Siguen otras veintiuna ventanas que permiten la entrada de la luz al interior del edificio, donde entraba, aun entra, la frescura que trae el viento del norte. Ya enseguida, en la otra fachada, hay otras líneas inscritas, otras nueve franjas, pero ya en otro material, granito amarillo, que le da otra dimensión a ese edificio al cambiar de estilo con solo dar la vuelta desde el otro costado. En el primer piso color verde Saltan, piedra lisa, veteada con caprichosos rasgos blancos recuerdan la espuma que le da otro tono, debido a la brillantez que contrasta con lo opaco del resto del color del edificio, pero es una opacidad que merece el amarillo ocre que destila ese color entre los otros edificios colindantes. Por supuesto, que este color verde es la ilusión del agua donde navega la Naviera, perenne y sosegada, aun después de tantos avatares. A ambos lados como remate las dos franjas verticales en el mismo tono de verde, eso sí en la parte alta de la Avenida 1 de mayo aun aguardan las tres astas que hace muchos años no lucen sus banderas, igual que en Palacé donde la alta pared lisa, color verde Saltan, empieza a cariarse.

Una suerte de parapeto bordea el primer piso para proteger de la lluvia a los caminantes que se podrían escudar de una manera mínima, pero que en realidad son expulsados porque este edificio no sería refugio para ellos. En el primer piso existen varias vitrinas desde su construcción que le otrgan cierto sentido de comunicación con la calle.

Equilibrada en este momento la fachada, en el verano de julio, y desde siempre, parece la idea de la proa de un barco, a lo mejor, del David Arango con sus líneas de cada piso adornadas, pero no era su propósito sino para disponer algunos salvavidas, y eso sí arriba del vapor emblemático, el humo de las chimeneas que se despiden mientras el vapor avanza. Y es que caemos en cuenta que en Medellín, una ciudad del interior, existió una Naviera que condujo a la comunicación con él país a través del río Magdalena y de la cual hay una novela: Viaje de Medellín a Nueva York, así como otros relatos perdidos en algunas memorias o crónicas. En ella, uno de los comerciantes de Medellín, cuando el barco atraca para obtener combustible decide bajar al puerto con tan mala suerte que cae al río. Y callado y, aún más, taimado no pide ayuda sino cuando avanzan dos esbeltos cocodrilos en su cacería. Una razón más que poderosa lo mantiene en su discreción, en su pecho y en su espalda, lleva en silencio en alforjas especiales varias barras de oro.

Vapor David Arango.


Abajo, en el primer piso, el color verde esmeralda, brillante, liso, de la fachada da la impresión de ese mar proceloso donde navega el barco, perdón la Naviera con ese nombre rutilante y ostentoso que aún está intacto a pesar de que desde 1954 el departamento lo había adquirido, solo lo ven de paso los transeúntes que no interrogan nada de ese lugar. Así como nunca se interrogaron sus dueños, es decir los ejecutivos del municipio, menos sus últimos dueños, los otros no menos ilustrados ejecutivos de la Universidad de Antioquia.

Hay dispuestas dos entradas, y en cada una de ellas portones de aluminio, donde hay inscritos seis relieves en cada ala, atados entre sí con una suerte de agarradera con forma de la letra omega que luego se repite en los pasamanos de las barandas de madera en las escalas. En estos relieves en bronces, existe una narración, es decir la narración de la presencia del concepto de lo marítimo que parece una exageración en una ciudad del interior.  En la ruidosa Avenida Primero de Mayo, en este portón, con estructura de aluminio y vidrio esmerilado, hay un barco con rueda de paletas en la orilla del río y un pasajero con su maleta, luego, a la derecha, sigue la descripción en otro relieve, el vapor Atlántico, de él sale una canoa con tres remeros y hay un vagón de carga a la espera y en las barandas algunos viajeros. Luego siguen dos imágenes paralelas con los símbolos de la Naviera, la cruz gamada y el ancla, dos estrellas y las iniciales, N y C, a cada lado sobre la estela de las olas y, luego, a mano izquierda, continúa otro relieve donde, desde el barco madre, en una canoa, descargan mercancía. Luego otro relieve de un barco a la espera y con algunas personas frente al mar; una de ellas lleva un cubo, a lo mejor para darse un baño o puede ser que va al río para traer agua. Del barco sale el brazo de hierro de una grúa que drena el río para poder seguir su viaje. Ya en la entrada de Palacé, un barco es cargado por varios obreros con haces de madera, luego hay en primer plano un viajante con su maleta, luego siguen las insignias o simbolismo ya mencionados de la Naviera y abajo, un barco con rueda de paletas espera para ser cargado con los bultos de la orilla que deben ser de café, luego otro barco a la espera de ser cargado. En estos relieves hay una narración, el proceso tanto de la carga de mercaderías en los barcos, así como el proyecto de quien viaja, de quien quiere surcar un río en un vapor para irse a otros paisajes, a otras ciudades. Este par de puertas fundidas en aluminio fueron realizadas por Bernardo Vieco, quien en los principales edificios del Centro mantiene su presencia a través de la huella de su creatividad.

Lo anterior, este relato en ocho cuadros, sirve como proemio para dar un saludo a quienes desean conocer el edificio. Entro, entramos al primer piso, que es de granito con figuras geométricas de color amarillo, verde claro y vino tinto, donde aun hay una estrella sobre la proa de un barco de color amarillo, tan importante en la navegación, ya que apuntan a las cuatro direcciones, y que sorprende al visitante, así sentimos como la serenidad de este salón donde en el cielo falso sobresalen las lámparas con luces que se atenúan con la concavidad de la cual penden. Hay una claraboya que da la impresión de pertenecer al interior de un barco y que se destaca sobre el color blanco de la pared alta. En este lobby lustroso, a la derecha, si entramos por Palacé hay una oficina que parece ser el centro de mando de esta gran embarcación, que es la Naviera, donde los administradores rigieron su destino, y si seguimos más allá, hasta llegar, más adentro  a la parte curva del primer piso hay un mostrador en piedra verde que le da frescura visual al espacio, además en toda la curva es preciso observar nada menos que una casilla de aluminio que contrasta con el verde Saltan que resalta en este lugar que alguna vez fue tan visitado. Lo evidencia solo unas pocas huellas: las calcomanías de algunas entidades bancarias y a cada lado de esa curvatura varias ventanas talladas con la nobleza de la madera y con el vidrio como posibilidad para la luz, que definen a las vitrinas como punto de contacto con el exterior. Desde aquí, a través de esas vitrinas era posible mirar el fragor de la ciudad en completa frescura y con el ruido exterior atenuado.

Decidimos, subir al último piso, a la terraza, por las escalas que dan a la Avenida primero de mayo, desde ahí existen los mapas caprichosos que trazan los pinceles de una humedad debido al descuido desde hace años y que luego veremos en cada piso, pero esta humedad no es algo alarmante como se dice por ahí, como un pretexto para salir de esta obra de arte única en la ciudad.

Al aire de esta tarde de verano y de julio, el cielo es azul y las nubes blancas detenidas como pañuelos blancos como dice la bella balada no buscando a nuestro amor sino despidiendo a los demoledores del patrimonio de la ciudad, esos baquianos cursis del municipio y del departamento y de la Universidad de Antioquia que no saben que es en verdad un Centro Histórico. Desde aquí, desde esta atalaya, una vista inédita de la Villa, perenne y cercana, el Nutibara, la plazuela con su nombre, el Palacio de Cultura en todo su esplendor, el edificio Víctor, el Henry; sobrevivientes: Desde aquí la ciudad en sus diversos hitos históricos y allá arriba el verde y los barrios y calles que cubren y suben a las montañas. Y esa sensación de soledad que dan las alturas. No en vano cuando se quería dar a conocer a Medellín por Jean Peyrat, se ofrecía una subida a las torres de la Metropolitana para mirar el paisaje. Nada más cierto, se maravillaban de poder, desde otro ángulo, mirar las calles y los parques.

Y en el octavo piso, cuando descendemos las escalas, encontramos a la derecha un pasillo que bordea el interior, a mano izquierda los amplios salones y la luz que se cuela y le da un grato sentido al espacio. En este piso funciona lo que puede ser un curso de la facultad de artes, al menos una extensión de la Universidad de Antioquia. Desde el lobby, frente a los ascensores, es posible mirar los tebeos de los estudiantes de artes, y si nos adentramos hacia el otro lado vemos algunas paredes pintadas con este tipo de figuras que son creaciones de paso, expresión puramente volátil pero que a los estudiantes les causa gracia ya que parece que algún día serán las huellas de su renombre. Estos pisos de arte, tan pobres, tan inutilizados, parecen estar abocados a un happening permanente. Y es el happening de la desidia de la Universidad de Antioquia que nunca se apersonó de la identidad, ni averiguó de la prestancia de este edificio. Es más nunca se preocuparon por él.

Lo que da indicio de que la universidad nunca tuvo cariño, ni deseos de mantener este edificio, parece una facultad pobre sin los recursos. Y menos de hacerlo parte de su patrimonio. Es notoria la mala información fuera del pendón que hay en las escalas para subir al segundo piso, de lo contrario parece que lo habitaran los okupas de alguna ciudad oscura. Esas palabras nos saludan con un ademan ya conocido, la vaciedad de la retórica: “Un lugar para el debate de las ideas en la conquista de la cultura y la libertad”. Lo señala la misma humedad que baja por el costado interior, junto a la escalas, así como el primer piso que bordea la parte externa con un deterioro considerable, junto aquellos que pintan las paredes exteriores con sus trazos, junto al símbolo paisa de la ciudad, que la convierte en una bodega en sus más preciados edificios: las rejas que bajan y que matan. Na-da.

Hay un piso donde se lee que allí había un grupo de teatro y hacia el cual no podemos pasar, porque los teatreros siempre mantienen sus baúles cargados con sus trebejos, máscaras y trajes, pinturas y sombreros, guiones y revistas desparramadas, junto a escenografías y apuntes de paso.

Hay otro piso con una parte de la Biblioteca de Medicina, mejor, con textos de una época indeterminada donde estos libros no sirven ni de referencia ya, que debido a su uso y a sus años, servirían más para indagar sobre algún momento determinado de la ciencia de Hipócrates, en cuanto a sus métodos antiguos, lo cual da la verdadera forma en que este edificio ha sido despreciado. No le dieron grandeza, quienes lo tomaron como bodega o una improvisada extensión de una facultad de arte, ya que ellos tenían en sus flacos cerebros la idea de que como era en el Centro había que llevar de una manera pobre una biblioteca que nadie consulta como una forma de subutilizarlo desde el año de 2007. Es más, los libros que aún se conservan en el piso tres hacen parte de un acervo que deberían estar en una archivo muy bien cuidado no aquí, nadie la consulta. Este es el destino de los libros y revistas sobre un conocimiento determinado siempre en evolución; con los años quedan desuetos, y nada más conmovedor que saber que quien ordenó trasladarlos aquí los deja en pleno Centro de la ciudad como si fueran los resquicios de la Facultad de Medicina.



En un piso, ese sí agradable, con algunos estudiantes de música en lo que podría ser la cabina de mando. En la parte curva del segundo piso vemos nada menos que un piano valioso en un salón de clase con tablero y sillas para estudiantes con una magnifica y fresca mirada al exterior, que antes fue un hall.

Cierto. De nada valieron los estudios realizados en Bélgica por parte de uno de su creadores, el arquitecto Ignacio Vieira, para instaurar uno de los edificios de más presencia en la ciudad, uno de sus edificios emblemáticos, debido a su formas, debido al concepto de creación y asimismo a su espacialidad y como una manera de mostrar el poderío de la empresa más consolidada de transporte por el río Magdalena al interior del país. Ignacio Vieira terminó sus estudios para arquitecto en 1933 en la Real academia de Bellas Artes de Bruselas. En 1934 regresa a Medellín, donde creó su propia oficina, asociándose en 1936 con Federico Vásquez Uribe, quien había regresado de Liverpool, graduado como arquitecto. Así nació la firma Vieira - Vásquez Arquitectos Titulados, que ocupó un local en el quinto piso del Edificio Henry en Bolívar con Boyacá, mirando al Parque Berrío. Esta firma, en los años de 1940-1942, proyectó y dirigió la construcción  del edificio La Bastilla de la familia Vásquez en Junín con La Playa, hecho por la firma Vieira – Vásquez, quien pasó sus oficinas del Edificio Henry al edificio La Bastilla. Más adelante tuvo como colaboradores a Alberto Mesa y Juan Wolf (francés) y en 1944 vinculó a su gran amigo belga Albert Dothée, quien estudió unos años antes que él en la misma escuela en Bruselas, convirtiéndose la firma en Vieira – Vásquez - Dothée que duraría hasta 1947. Vieira vivía en el segundo piso en la esquina de Junín con La Playa, donde funcionaría Cardesco, y poseía una finca de veraneo en Belencito, ya que se había casado son una de las herederas de Coroliano Amador.

La Naviera hace parte del aporte arquitectónico de la firma Vieira-Vásquez entre los cuales mencionamos unas pocas edificaciones: la Iglesia del Calvario en Campo Valdez, el edificio la Bastilla, el Teatro Lido, el edificio Bemogú. El edificio de la Naviera fue inaugurado en 1949. No sé si las lumbreras, en patrimonio, como el gobernador Luis Pérez Gutiérrez y el señor rector de la Universidad de Antioquia, así como los miembros del Consejo Superior Universitario, habrán leído el magnífico texto de Luis Fernando González Escobar, El edificio la Naviera y el modernismo arquitectónico en Medellín, donde realza su valor arquitectónico.(Rev. U. de A. 313).

Pero tratemos de mirar esa vida que trascurría al interior del edificio así sea de una manera simple y un poco de afán, debido a la grosería de ofrecerlo al mejor postor por parte de sus dueños.  El Club de Ajedrez Fabricato funcionaba en el Edificio de la Naviera Colombiana, en el 3 piso, oficina N° 9. El 23 de agosto de 1949 se realizó el torneo departamental de primera categoría con un gran número de participantes como Leónidas Villegas, Bernardo Vieira, Ignacio Restrepo, Ignacio Trujillo, José Ortiz, Jaime Isaza, Héctor Vélez de la Cuesta, Francisco Bravo, Alberto Bustamante, Herbert Geithner, Roger Rivera, Jaime López, Alfonso Restrepo, Gilberto Hernández, Tirso Castrillón y Jesús Castrillón. Dicho torneo fue ganado por el geólogo Roger Rivera.

Cuando la Naviera perdió su brillo y su eficiencia, se rindió ante la competencia de los trenes, de la aviación y de los autos, el Departamento de Antioquia lo compró y lo rebautizó, Edificio Antioquia, destinándolo a dos de sus instituciones de más prestigio, como se ve en las fotografías con los anuncios, de las Rentas Departamentales y La Lotería de Medellín, (cuyo Premio Mayor era de $210.000). Y con algo característico, casi nadie ganaba ese premio gordo que como una golosina perseguían los ludópatas que querían ser millonarios en una noche, con estas palabras, "La que un viernes mejorará su suerte". No sobra comentar el caso del señor guajiro que se vino en camioneta desde Riohacha y exigió que el dinero entregado fuera en efectivo, el caso de otro señor de un pueblo antioqueño que durmió con el billete ganador en su carriel, vino a la ciudad durmió en un hotel y aun sus familiares buscan el billete que se extravió desde el mismo momento en que lo iba a mostrar en las oficinas; él prometió, Prometeo perdedor,  que encontraría el billete; incluso enseñó una fotografía con el billete ganador  como su trofeo pero fue imposible complacerlo con la entrega de ese premio jugoso.

En la lujosa vitrina sobre Palacé exhibían los licores de la FLA, allí la gama de licores que producía esta empresa antojaba a quienes miraran, iniciando con la exótica crema de café y menta, y con su letal aguardiente que es y ha sido su producto punta, junto al misterioso espíritu del ron entre el Medellín y el Antioquia. Entre las pequeñas historias que narran quienes pasaron por esas aceras, esos pagos del Centro, no se pude olvidar el de los maestros entrando a cobrar en Rentas un salario que muchas veces se les entregaba mitad en efectivo y mitad en especie, cajas de licor.  Tampoco era inusual como narra un amigo bebedor y medio gestor de favores, ya que en un diciembre compró aguardiente, varias botellas, para regalar a algunos magistrados, y resultó que le habían vendido agua, lo estafaron los empleados de ese estanco. Al entrar ahí el olor a licor entregaba una atmósfera inusual en su interior. Los licores extranjeros, decomisados, los vendían baratos, ya que en el primer piso había un estanquillo, grande, y oficial. También en ese primer piso funcionó un almacén de Artesanías de Colombia cuando los emprendedores paisas de quinta generación pensaron en redimir la economía exportando sombreros y carrieles.


Allí funcionaron otras oficinas públicas departamentales, como la Contraloría, Catastro, Secretaría de Agricultura y la Fiscalía. Durante la presidencia de López Michelsen, como empezó una ola de secuestros, una sirena, en la terraza de la Naviera alertaba cuando retenían a alguna persona para que todos lo supieran y los carros dejaran vía libre para la policía.

A finales de los años cincuenta mientras Gonzalo Arango esperaba ser nombrado atacche cultural en Bruselas debido a su rojaspinillismo rampante, y como en el último piso de la Naviera vivía su amigo y copartidario, el gobernador Pío Quinto Rengifo, les prestaba su cómodo apartamento cuando salía de gira. A este, a Gonzalo Arango, lo acompañaba el gran poeta Alberto Escobar durante estos fines de semana. El Pontífice, como le decían a Gonzalo, y el poeta Escobar se encerraban allí en lo alto para ilustrarse, leían a los filósofos franceses, Sartre y Camus, fumaban cigarrillos Pielrojas en cantidades industriales y, acompañados por grandes dosis de tinto, reactivaban durante estas noches su proyecto, el Nadaísmo, pero también desde allá vieron las marchas enfurecidas, gritando, protestando por la Playa contra Rojas Pinilla, y desde allí, Gonzalo pensativo y hundido en el humo de un cigarrillo, presentía que esas personas furiosas tumbarían al dictador sin Caritas,  y asimismo saber que se le esfumaba el cargo por el cual había luchado. Una foto inesperada muestra a Gonzalo subido, sentado en una carreta y al poeta Alberto llevándolo, y al costado la Naviera, como testigo incólume de ese fracaso político de Gonzalo que ya no sería el pontífice sino el profeta.

Pero en la Naviera, por esos avatares del destino, también se propició una de las historias cercanas del Nadaísmo ya que allí trabajaba el padre de Jaime Espinel. Como Espinel y Lemos iban a visitar al padre del primero y Barquillo a saludarlo y a pedirle dinero para sus farras, y como Darío Lemos era osado, comenzó a ir solo a pedirle dinero, primero para la enfermedad de su hijo, luego para el entierro de su mismo hijo, hasta que el padre de Lemos le salió adelante ya que le tenía un regalo, mejor una ofrenda, le pidió a Lemos con su lama que le diera la estatura de su hijo y al ir Lemos al otro día por el dinero solicitado encontró que el padre de Barquillo le tenía nada menos que preparado un regalo: un ataúd para que enterrara a Boris. Darío furioso salió con el ataúd primoroso, eso sí nunca se supo dónde lo vendió. También en la Naviera los hermanos Uruburu establecieron su joyería donde ofrecían su especialidad con sus estilos propios de joyeros, muchos de ellos que imitaban la creatividad precolombina. Entre el edificio Antioquia y las residencias del hotel Nutibara quedaba el Jardín Pilsen, un bailadero elegante.

La Naviera Colombiana había sido creada en 1920, se ocupaba del trasporte fluvial por el río Magdalena y sus afluentes. Poseía oficinas en Barranquilla, Cartagena, Calamar, Bucaramanga, Barrancabermeja, Puerto Wilches, Bogotá, Manizales, Zambrano, Puerto Berrio, La Dorada y Honda. Sus vapores eran el Atlántico y Quindío, confortables para viajar.  Su primer gerente era Carlos E. Restrepo y su secretario Guillermo Johnson, sus oficinas iniciales estaban situadas en el Edificio Duque, de la calle Colombia. Se había iniciado con el vapor Tolima al reconstruir una embarcación anterior. Más tarde adquirió los vapores Ruiz y Cisneros. Su junta directiva estaba formada por Juan de la C. Escobar, Maximiliano Correa, y Alberto Echavarría. Ya en 1926 la empresa poseía cinco vapores, once planchones y cinco botes. En 1926 Alfredo Cook asumió la gerencia durante dos años. La Naviera comenzó a absorber otras empresas y a consolidarse aún más. Ya sus barcos operaban con fuel oíl. En 1928 elegía un nuevo gerente el ingeniero David Arango Uribe, quien ocupó este cargo hasta 1933, cuando murió, siendo sucedido por Eduardo Arbeláez durante los próximos quince años. Para 1946 la Naviera poseía 25 vapores y 66 remolques y una capacidad de trasporte por mes de 82.000 pasajeros y 240.000 toneladas. Hacia los años, 1957-58, la empresa debido a la competencia de los aviones, el tren y el transporte por carretera fue vendida a los empresarios antioqueños radicados en Barranquilla, Humberto Muñoz y Francisco Estrada, quienes se llevaron la empresa para esta ciudad y le pusieron como nombre, Naviera Fluvial Colombiana, dedicándose mayormente al trasporte de carga ya que el de pasajeros disminuía. Como Nota bene, luego de la muerte de David Arango, quizá su gerente más emprendedor, la Naviera hizo construir en su homenaje un buque de 400 toneladas convirtiéndose en el barco emblemático, pero por un descuido en 1961 en Magangué se desamarró y yendo hacia la otra orilla donde se incendió totalmente.

Esta pequeña sinopsis para ilustrar a quienes piensan vender la Naviera y han claudicado con la ciudad al traicionarla de esa manera, porque el patrimonio no se vende, se estima y se conserva.  No queremos que la Naviera sea utilizada como el Palacio Nacional y convertida en lo que hoy es en la actualidad.



En el plan especial de Protección Patrimonial del municipio de Medellín, a la Naviera le corresponde el número 55. Edificio Naviera Colombiana, Carrera 50 A 52-36 Res. 123 de 1991, Dirección Planeación.

En LISTA INDICATIVA DE CANDIDATOS A BIEN DE INTERÉS CULTURAL DEL ÁMBITO NACIONAL en el numeral 3 09/07/2010 Antioquia Medellín Edificio de la Naviera Carrera 50 No 52-01 Material Inmueble Arquitectónico Si requiere(PEMP) Acta No 7 - 2010 del CNPC.

Pero algo es cierto, al municipio de Medellín nunca le ha interesado el patrimonio; este hace parte de un pobre concepto cultural que les impide saber que una ciudad es la summa de todas esas mentes brillantes, arquitectos, diseñadores, ingenieros  y obreros, que la han construido. De ahí la relevancia de esos arquitectos que le otorgaron su creatividad, sus criterios, para que en sus edificios se plasmaran un estado y un concepto histórico que definen; son la huella de esas generaciones que con tesón la levantan, la construyen. Por eso cuando digo que al municipio de Medellín no le interesa el tema de patrimonio es por esa razón histórica que ha llevado a que, con los años, se desmantele y se destruya la ciudad, siempre en ese afán de pensar que lo nuevo es lo mejor. Cada alcalde, en su ignorancia y en su periplo, deja a Medellín sin sus huellas, ya que algo se ha destruido debido a que no la viven y prefieren dejarla a la voracidad de los constructores del cartel del cemento y a la pusilanimidad de quienes deben cuidar el ornato.

Cierto, el patrimonio le estorba al municipio de Medellín. No hay ideas, no hay creatividad, no hay proyectos. Cuando hablo de una manera generalizada, y menciono al municipio de Medellín así en abstracto, por supuesto que me refiero a personas que lo conforman y se han apropiado de la administración, me refiero a los políticos sin formación cultural, indecentes, insensibles, sin planes para el patrimonio, comenzando desde el Alcalde que arregla calles pero no edificios. A lo mejor, él ha olvidado que las calles son las mismas pero y ese pero demuestra que él no sabe que los edificios son el paisaje de la ciudad. Porque es una indecencia vender el patrimonio como ha ocurrido tantas veces. Políticos que, como plaga de langostas, dormitan en el fortín de la Alpujarra, asesorados seguramente por académicos aúlicos con títulos de todo tipo, y ya casi señores nobiliarios que miran en conjunto la ciudad con un desprecio total, donde confluye la ignorancia más crasa, ya que todos en conjunto no conocen, no valoran, no aman a Medellín. Y, como las langostas, salen de sus madrigueras pantanosas a destruir, obnubilados por la aquiescencia del poder, por escalar y dar codazos, estos sobreviven solo a los pactos y sus mismas tradiciones. De ahí que los diarios y los medios le otorguen una presencia inusitada, ya que con sus titulares y sus babas expresan la farándula política, que como alimañas se alimentan de ellos mismos, de su vacuidad, de su falta de proyectos, de su falta de certeza y compromiso con la ciudad. El resto es conocido, palabras y palabras, insensatez, arreglar las normas para sus beneficios y de sus patrocinadores, los grandes grupos empresariales. Una frase los define de una manera despreciable, por supuesto la frase es de ellos mismos, la política es dinámica, o sea lo que hay detrás: los negocios son dinámicos. Así quienes administran a Medellín.

Pero si estos personajes de la farándula académica y política, y del desdén, no saben qué hacer con el patrimonio, o sí saben, deshacerse de él, ya que no poseen una formación apreciable sobre la ciudad,  sino que sus espacios y fronteras con la música del despecho y la morcilla, además el patrimonio no es rentable porque detrás no hay negocios, entonces decidieron pagarle a la Universidad de Antioquia con una obra maestra de la arquitectura de Medellín, la Naviera, así estábamos un poco tranquilos ya que el prestigio del Alma Mater no es motivo de dudas y llegamos a pensar que esta institución la cubriría con su carácter y ascendencia. Esta cesión ocurrió en el año del 2007. Entonces se habló de planes de pasar allí parte de la facultad de artes, de medicina. Mientras el edificio se deterioraba, así como el Centro continuaba en ese deterioro total y nadie lo ve. Cómo lo van a ver si en ese arribismo quienes deberían sobrevalorar a Medellín viven encerrados con sus escoltas o en sus oficinas y nunca caminan el Centro, porque viven el mundo de Disneylandia como su aproximación a la cultura. De tal manera ocurrió lo imprevisible, leo en Centropolis que la Universidad de Antioquia decidió deshacerse de este bien para dedicarse a otros proyectos, lo cual es una excusa ya que en el lugar donde está la Naviera es preciso, según las agallas de sus próximos dueños, usarlo para un centro comercial, o quizá para un motel con las luminarias del turismo de Medellín; las prepagos adolescentes.



Hay una palabra que se repite hasta el cansancio en la ciudad más “Innovadora” de Colombia. En las universidades se hace gala de sus pelusas filosóficas, en la administración pública es el fango, a pesar de los estudios de sus empleados y ejecutivos. Y en ninguna de esas dos instituciones esa palabra se ha aplicado al tema de patrimonio, en este caso al edificio de la Naviera, solo por nombrar el último exabrupto cometido por parte de personas que tienen la responsabilidad de cuidarlo. No olvidemos que estas personas, tan especializadas y de tanto reconocimiento, se burlan de las normas para mantener su soberbia y, además, enseñan su falta de emprendimiento. El municipio de Medellín tuvo bajo su responsabilidad la Naviera durante veinte años y parece que nunca se enteró de que era uno de sus bienes más preciados. Los ejecutivos universitarios desde el 2007, en que lo recibieron, nunca le dieron el papel que se merecía un bien patrimonial de esta índole, menos procuraron darle un tratamiento serio a las facultades que pretendieron trasladar allí. No invirtieron, no fueron considerados con el mismo prestigio de la Universidad de Antioquia, que ha pasado por su lado sin alcanzar a darse cuenta de la falta de emprendimiento de todos ellos. Algo es cierto, se igualaron por lo bajo con esos políticos de risa y de autos con vidrios ahumados que nunca caminaron una calle del Centro.

Lo anterior ya que la medida adoptada por el rector de la Universidad de Antioquia y su Consejo Superior Universitario es una defraudación a la ciudad.  Ellos continúan con esa memoria sucia de no proteger los bienes patrimoniales de Medellín. He consultado en la página oficial de la universidad indagando por la formación de ellos. Y comenzamos con el actual gobernador Luis Pérez Gutiérrez, el cual brilla en el decurso de su ser político contumaz por sus puestos públicos, y eso sí no exhibe en esa hoja de vida este galardón entregado por la revista Documentos de Arquitectura Nacional y Americana (Dana),  de Argentina, que dio como ganadores de su Premio Atila 2003 al alcalde de  Medellín, Luis Pérez, y al ex director de patrimonio del Ministerio de  Cultura, Konrad Brunner, por considerar que eran responsables directos de la demolición del Pasaje Sucre, en Medellín.

 Es un galardón que no tiene como finalidad exaltar, sino cuestionar a quienes destruyen el patrimonio o banalizan la cultura arquitectónica de Latinoamérica, dice el director de la publicación, Ramón Gutiérrez." (Ver artículo completo - periódico El Tiempo 14 sep. 2003). Es decir por ahí, comenzamos mal. Pérez Gutiérrez que es jugador de ajedrez le dio mate a Medellín con la destrucción de dicho Pasaje Sucre, así como las argucias empecinadas para dañar la Plaza de Toros, LA Macarena. Ahora como ajedrecista sin ningún reconocimiento, le vuelve a jugar mal a la ciudad con la decisión del Consejo Superior Universitario que él preside para vender el edifico de la Naviera, como si el patrimonio de la ciudad mereciera ese destino, todo un desatino. Además no podemos olvidar ese gesto de adolescente, que muestra su nivel cultural, al darle la Estrella de Antioquia a Maluma, a lo mejor por sus dos mil millones de visitas en youtube. Si miramos a los miembros del nunca flamante Consejo Superior Universitario a él pertenece:  Antonio Yepes Parra, médico de profesión y político por convicción. Sigue Ana milena Gualdrón González, Ministra de Educación Nacional que no sabemos si conoce a Medellín, Sigue Carlos Freyman Quintero González, Representante de los egresados, Ingeniero Metalúrgico. Mauricio Alviar Ramírez, representante de los exrectores, doctor en Economía Agrícola de la Oklahoma State University. Héctor Iván García, representante profesoral -principal-, Magíster en Epidemiología, magíster en Salud Publica y médico cirujano de la Universidad de Antioquia. Luquegi Gíl Neira Representante de las directivas académicas. Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia. John Jairo Arboleda Céspedes, Rector de la Universidad de Antioquia, desde abril del 2018. Magíster en Medicina Tropical de la Corporación de Ciencias Básicas Biomédicas y Médico Veterinario de la Universidad de Antioquia. Clemencia Uribe Restrepo, Secretaria General de la Universidad de Antioquia, magíster en Derecho, Especialista en Derecho de Familia y Abogada de la Universidad de Antioquia. Néstor David Restrepo, Secretario de Educación Departamental desde enero de 2016. Filósofo y teólogo, magíster en Filosofía, con estudios doctorales en Filosofía Política en la Universidad Gregoriana, Italia. Sandra Patricia Duque Quintero, Representante Profesoral – Suplente, Doctora en Educación, magíster en Derecho, especialista en Gestión Ambiental, y abogada de la Universidad de Antioquia.





Todas estas personas tan capacitadas, tan prestigiosas, tan expertas, tan estudiadas, eso sí, tan soberbias e ignorantes, porque esa es la palabra, con la ciudad. No aprendieron una máxima del filósofo austriaco Wittgenstein, “De lo que no se puede hablar, es mejor callarse”. Y lo digo por algo sencillo, son emprendedoras a nivel personal para escalar y mostrarse, nunca a nivel ciudadano, lo cual marca el pesado fardo de egoísmo que los define. Además de su desconocimiento de la ciudad llegan al oscurantismo total, ya que al realizar ese anuncio de vender al mejor postor uno de los edificios más representativos, lo que muestran es su falta de ideas y compromiso con Medellín, ciudad a la cual le deben su permanencia, su formación y sus logros académicos, pero nunca miran con respeto la conservación de la ciudad misma. Médicos, abogados, profesores, filósofos sin filosofía o teólogos a la espera de dioses ebrios, expertos en decidir y hablar: todos estos señores toman una decisión sobre un tema del que no saben ni averiguan, ¿para qué sirve el patrimonio? ¿Dónde está su innovación? Tanto estudio, tantos títulos para nada. Eso sí del demoledor, Luis Pérez Gutiérrez nunca hemos esperado nada en el tema de patrimonio.

No sé por qué razón con todo lo imprevisto que fuera, cuando camino en la Naviera, me da la impresión de que caminara por ese gran barco visto en película Y la nave va descrito y vivido por Fellini, donde llevan las cenizas de la cantante de ópera Edmea Tetua para arrojarlas al mar, en medio de una sociedad fatua, sin historia ni destino a no ser sus ambiciones personales, vacía de humanidad, con la pirotecnia de sus títulos y codicias que son puro humo; un mal tóxico, reafirmo.  Es decir, aquellos que llevan en su urna las cenizas de Medellín sin ningún lamento ni empatía. Menos con afecto. De tal manera contribuyen al hundimiento de la ciudad que todos miramos como se envilece en cuanto a su patrimonio y nada hacemos por salvaguardar la herencia de nuestros grandes arquitectos. No sé si la UPB de la cual Ignacio Vieira fue el creador de su Facultad de Arquitectura, y tuvo que ver mucho con el primer proyecto de su campus, ha estado alerta, o ha emitido al menos una nota de protesta. No sabemos si los estudiantes de la Universidad de Antioquia ya han reclamado ese desaguisado que Carlos Guisao, el comunicador de la Universidad de Antioquia, ha manifestado en Centropolis, (Julio 8, 2019)

Quienes llevan esas cenizas de Medellín son el pintoresco gobernador Luis Pérez Gutiérrez en la Harley Davinson, y los otros miembros del Consejo Superior Universitario de nuestra amada Universidad de Antioquia. Esas cenizas seguro las arrojarán sin ningún reato a lo que fue el río Medellín. Ahora escucho al rector de la U. de A., en Telemedellín, donde añade que es posible vender ese bien emblemático para referirse a la Naviera, por supuesto, que cuando pronuncia la palabra emblemático, sabemos que lo hace sin convicción, sin enteresa, porque el patrimonio no se vende, se respeta. Además, cuando habla del carácter misional de la universidad y que no lo afecta la posible venta de la Naviera, debería pensar que una de las grandes misiones de la universidad es educar a la ciudadanía para que sepa conservar, darle a conocer y mantener orgullosamente qué es el patrimonio de Medellín. Esta labor la realiza con denuedo en el Paraninfo, pero parece que no se da cuenta de sus mismos programas. Con gusto se lo recuerdo para que no sea contradictorio, o sea, allí en el Paraninfo  hablan de patrimonio cada semana y por debajo, sin ninguna innovación, sus directivos ofrecen para la venta sus bienes emblemáticos como  la Naviera. Cierto, estos ejecutivos piensan igual, y les falta humanismo y cultura.

Iba a mencionar a la gerente del Centro pero ella en su oasis, debe estar aun esperando de una manera cándida la reglamentación para quienes compren la Naviera que ya sabemos cómo burlarán las normas, como en el caso del Palacio Nacional. Sancocho y aguacate, ignorancia y desprecio, esa es la lógica, y el nivel cultural, de quienes venden el patrimonio de la ciudad.




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Fotos : Luisa Vergara




14 comentarios:

Adonais J dijo...

barco carbonero a la deriva, bien vacante sin duelos en una ciudad donde el pasado pesa como insoportable fardo.

CEche dijo...

Se incendió el vapor David Arango, se acabó la Flota Mercante Gran Colombiana, se nos prostituyó el Centro...no dejemos Federico Gutiérrez Zuluaga​…Luis Pérez Gutiérrez​ que naufrague LA NAVIERA.

Ed dijo...

Gracias, hombre. Qué buena crónica. Un abrazo.

GAG dijo...

luego de leer ese farragoso y delirante articulo sobre La Naviera, que más parece escrito por el cantaletoso de Vallejo que por quien quiere defender ese bien patrimonial,me hago dos preguntas:
1.si la Universidad de Antioquia lo vende porque no entendio que bien tenía, no sería mejor en vez de pelear con el Consejo Superior y el rector buscaran en los pasillos de GEA quien puede volverlo el gran centro de cultura y liderar una fundacipon que lo administre ?
y 2. cuantos pisos son, y cuantos metros construídos y cual el avalúo ?
yo puedo dar la batalla con mi lengua viperina
saludos

LFZ dijo...

Felicitaciones Caballero por compartir este especial documento que con gusto conservare.
Abrazos y gracias por tenerme en cuenta .

begow dijo...

Lamentable que ni a la U de A ni al Museo de Antioquia se les ocurriera una IDEA para recibir y conservar este importante patrimonio. Su significado histórico, arquitectónico y urbanístico merece un tratamiento muy especial para su conservación. La campaña merece amplia difusión: ni "sanandresito" ni motel.

Oc dijo...

Interesante protesta. Ahora, ¿quién nos salvará de la destrucción total de la ciudad?

ALGon dijo...

Buena noche Victor, muchas felicitaciones por tus aportes, este ultimo sobre el edificio de la Naviera, es bellicimo, muchas gracias.

Anónimo dijo...

Una metáfora gris… El hundimiento de la Naviera, señala, el hundimiento ético y estético, de la roña que dice gobernar… Ellos solo se interesan en ellos y para ellos, con nuestros impuestos, para mayor desgracia… Medellín, se hunde, en el desmedro y la estupidez… Así que la Naviera mientras este en pie… No dudo que un día la tumbaran, llegarán otros roñosos a ‘modernizar’ y a ganar billete… Digo pues, que mientras este en pie la Naviera, que sea el dedo que señale la llaga de la malhadada ‘raza antioqueña’… La purulenta.

Caminos de Reconciliación dijo...

Víctor, que buen artículo, que tristeza nos da a los paisas de otras épocas que valorábamos el arte, la cultura, la decencia, la pulcritud, la puntualidad, el respeto por los adultos.... no comentas sobre el ferrocarril de Antioquia otra gran obra dejada ir por unos transportadores que van ganando el pleito, te felicito Victor de nuevo y hasta que nos veamos en mi casa para tomar el "algo" que en otras épocas era imperdonable no hacerlo.

Alci dijo...

Que buen artículo sobre esa gran y linda obra como lo es el Naviera.

Anónimo dijo...

Muchas gracias, Víctor.
Hermoso trabajo.

Saludos,

GG dijo...

Mil gracias por tu mensaje. Que bueno saber de ti Víctor, te recuerdo con cariño.

Me llena de nostalgia tu escrito y el vídeo del Edificio Antioquía o Naviera, mi padre trabajó en el como Visitador Fiscal, cuando era la Contraloría Departamental.

Claro que sí estoy de acuerdo con la gestión para que no se venda. Dónde hay que firmar?

Un abrazo fuerte 🙅🙅
Seguimos en contacto!!!

GC dijo...

Victor, gracias por este envio. Pasado un mes apenas vengo a verlo, como seria la elegancia cuando lo inauguraron.
Ahora da tristeza ver el estado en que se encuentra, que no es el mejor. Recuerdo cuando habia la tienda de Artesanias
de Colombia en el primer piso, entrata por Palace. Ahi arrimaba uno a comprar con las visitas recuerditos.
Mi Medellin del alma ya no es lo que fue y me mata la nostalgia, cuando voy de visita me duele. Que pena que no
supimos cuidar la historia arquitectonica de nuestra tierra, de milagro siguen en pie la antigua gobernacion y el Palacio
Nacional.No se si ya recuperaron la casona que hace esquina en el Parque de Bolivar, enseguida de donde fue La Estancia.
Muy pocos referentes de principio de siglo nos quedan en pie, ahora Medellin es mas cemento que cualquier cosa pues
igual se han dedicado a talar arboles y construir edificios por doquier. La Medellin que vivi practicamente ya no existe y la
extra~o...me quede antiguita y nada que hacer.
Saludo lanudo.