domingo, 17 de marzo de 2019

Laboratorios Uribe Angel Medellín: 73 Destrucción y abandono de su Patrimonio Histórico /




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Laboratorios Uribe Ángel de Horacio Marino Rodríguez

Víctor Bustamante

En la actualidad el edificio se nota burdamente pintado de una manera tan sin imaginación, tan rotunda en su desprecio arquitectónico que da la medida de sus dueños, aquellos comerciantes clásicos de la cacharrería paisa, sin sueños, que han ocultado toda la probidad y elaboración pulcra de este edificio. El amasijo del color crema, porque lo es, al pintarlo ha sido tan tosco y tan ridículo que han ocultado la nobleza del Art Decó con sus líneas como elemento decorativo. El color crema también ha ocultado el friso del último piso y ha dejado de lado, en la misma situación, el ladrillo como elemento decorativo del canal entre los dos torreones que enseñan sus hexágonos de la fachada, donde aún es posible entrever dos losas con dos esculturas donde una persona con su mortero preparan una droga y en el otro una figura, a mano derecha, con una rama como si la recogiera para algún bebedizo. Las otras dos imágenes, esculturas en cemento, del segundo piso han sido cubiertas, revocadas por esta inteligencia bovina. Estas cuatro esculturas son de Bernardo Vieco. Pero también el infausto color crema ha uniformado las vidrieras de cada torreón que, incrustadas, sobresalen en su fachada. Ese cerebro con neuronas al uno por ciento que ordenó “matizar” también las estribaciones de las columnas delgadas, decidió pintarlas con el color rojo oxido para destacarlas como si fuera su máxima creación, y, en realidad, fue su máxima creación pero la del desastre con sus excoriaciones en la fachada porque el edificio entre las demás construcciones, la de los edificios Carré y Vásquez que le sirven de marco en las fotografías lo dejan mal situado casi como un tugurio en pleno centro de Guayaquil.  Para colmo al tercer piso le ha sido agregado un cobertizo con improvisadas latas de zinc que lo dejan mal en su aspecto, típico agregado de los badulaques sin reposo y sin entorno, y, así mismo, irrespetan una obra con la firma de HM Rodríguez. Eugenio D’Ors diría que al mirar el estado actual de este edificio nos causaría, alipori, es decir, vergüenza ajena. Este edificio se había construido inicialmente por la firma HMR & hijos en 1926 para Droguerías Aliadas. 

En su primer piso funciona el Salón de Billares Aguadas, al lado izquierdo junto a las escalas para el segundo piso el aviso de la Sastrería y pantalones J Aristi, que se pierde en su significación ya que no existe, y en su reemplazo nada menos que un local pequeño para venta de celulares. Alguna vez quería subir al segundo piso cuando entraban mercancías, paquetes, cajas y bultos, seguro para uno de los almacenes de Guayaquil, pero el dependiente con su carreta atestada no me permitió subir las escalas. No, no se puede, dijo, y siguió con su pesaba carga al segundo piso, y con su paranoia en bandolera continúa a los pisos altos habilitados como bodegas.

Laboratorios Uribe Ángel emprendió la tarea de elaborar productos farmacéuticos que antes se importaban, teniendo considerable aceptación en el mercado de medicamentos. Inició operaciones el 10 de noviembre de 1922. Los socios fundadores fueron: Bedout Escobar & Cía., Ismael Correa & Cía., Lalinde Rodríguez & Cía., Nicanor Restrepo R. & Cía., y Restrepo & Peláez, luego se incorporó como socio, Luis Restrepo Mesa, propietario de la Droguería Nacional. El objeto de Laboratorios Uribe Ángel, según su escritura de fundación, era "la preparación y venta de especialidades y productos farmacéuticos en toda la República de Colombia; la introducción de materias primas y maquinarias para la elaboración de ellas; el establecimiento de almacenes o sucursales en todo el país para el expendio de sus artículos y en general cualquier otro negocio lícito que tienda a facilitar sus operaciones".


Foto de Luisa Vergara

En uno de los boletines que publicaron, Labor, hay una fotografía donde aparecen sus fundadores de pie: Don Jaime Rodríguez L., Don Jaime Retrepo M., Don Ismael Correa C., Don Alberto Latorre, Don Abelardo Botero G. Sentados: Doctor Enrique Ehrensperger, Don Daniel Peláez, Doctor Alejandro Vásquez B., Don Luis Restrepo M.

Luego, en sucesivas fotografías en cada página, se destacan Delio álzate B., farmaceuta y creador del Vermífugo Imperial, director de Labor, revista de Laboratorios Uribe Ángel, también había sido director del periódico Unión Liberal.  Daniel Peláez R., sería el gerente.  Enrique Ehrensperger, uno de sus fundadores, y el primer revisor fiscal, era oriundo de Suiza, socio de la Casa E vogt, representante en Colombia de los prestigiosos laboratorios Ciba y, además, llegó a ser profesor de química y metalurgia en la Escuela de Minas. Luego de su regreso a Europa, fue reemplazado como revisor fiscal por el cirujano Alejandro Vásquez B. También el Dr. Joaquín Escovar, químico de la universidad de Valparaíso en Estados Unidos y autor de, Nociones de farmacia para el examen, 1925, quien era profesor de Física en la Universidad de Antioquia y, además, administraba la Farmacia Blanca en Boyacá con Junín y dirigía la revista La Farmacia. Otro personaje fue el Dr. Samuel Arturo Meza y Posada, médico-cirujano de la Universidad de Madrid, del Instituto Médico Farmacéutico de Barcelona, muchos años más tarde en 1949 pertenecería a la Sociedad protectora de animales y publicaría un libro, El Elogio de los animales, también sería el primer presidente del Centro de Historia de Envigado al declinar el escritor Fernando González. Laboratorios Uribe Ángel también publicaría, más tarde un Boletín clínico.

El 5 de diciembre de 1928 varios empresarios decidieron unir sus distintas droguerías para conformar el grupo más poderoso del ramo en Colombia. De ahí nació Droguerías Aliadas en Medellín, compuesta por Droguería Restrepo & Peláez, Antioqueña, Bedout, Central, Medellín y Nacional. A las cuales se sumaron Droguería Nueva York en Bogotá y Droguería San Roque en Barranquilla.

En 1932 cuando Olaya Herrera estuvo de visita en la ciudad, en campaña política, hay una fotografía de Obando que enseña la plenitud de la Plaza de Cisneros atiborrada de personas, incluso sobre los techos de los edificios aledaños, en las ventanas del edificio Carré y aun mas allá en el edificio Uribe Ángel, se ven las personas ahítas por mirar a Olaya Herrera. Ese político de alta estatura pero física.

El nombre de estos laboratorios se debe a un homenaje que estos socios deciden realizarle a una de las personas más prestantes de la ciudad, Manuel Uribe Ángel, médico, político de otra catadura, investigador y escritor de uno de los libros de más peso en Antioquia, ya que aun su geografía, su topografía, trata de abarcar una totalidad: la riqueza de sus municipios, de sus departamentos, y asimismo da una idea de lo que era el estado de Antioquia a mediados de 1800.

En el libro, Medellín en 1932, de Luis F Pérez y Enrique Restrepo Jaramillo, un periodista de nombre armonioso, creo que sea un seudónimo, Alfredo Bonito, asiste con entusiasmo y curiosidad para conocer el funcionamiento de los laboratorios.  Ismael Correa, el gerente, le refiere los beneficios de esta empresa para abaratar los costos de sus productos con respecto a los de casa extranjeras así como a la calidad debido al trasporte y al tiempo de demora en su llegada de drogas del exterior. También refiere sobre su independencia, habla de su sede en Barranquilla así como de sus distribuidores en Bogotá, Manizales, Cali y Honda.

En este avieso momento de toda su prosperidad, el periodista acompañado por don Ismael tuvo la posibilidad de entrar al interior de los laboratorios, donde don Ismael comenta la gentileza de la Honorable Academia de Medicina que insinúa a sus profesionales medicar sus productos.

Luego sube al segundo piso con el químico alemán, el Dr. Hans Eduard Obergfell, hombre entusiasta, amable, emprendedor que revisa su libro de fórmulas y también piensa dedicarse a la revisión de algunos compuestos de la empresa. Además le habla de los productos del laboratorio: Vitaemulsión, Limolax, Urosalina, Ferrola Arsenical, Ferrol Simple, Antiplasmodio, Kola Granulada, Kitadolor, Sal de Frutas Lúa, pastillas de Melba.


Foto de Luisa Vergara

Luego con el gerente y el químico conoce los diversos departamentos donde las diligentes obreras prosiguen su labor.

Ya en 1940, el arquitecto Félix Mejía diseñó y construyó otras instalaciones para Laboratorios Uribe Ángel, en la avenida 33, motivo por el cual esta empresa abandona el edificio de Carabobo con la calle Estrada desde su fundación diez y ocho años atrás.

Una publicidad de Laboratorios Uribe Ángel aparecida en El Colombiano del 26 de octubre de 1940 añade: "Al levantarse o al acostarse, Urosalina normaliza hígado y riñones y mejora la digestión. Laboratorios Uribe Ángel, LUA. Medellín, Barranquilla y Cali". Ésta, la primera industria farmacéutica que se creó en Colombia, nació en Medellín. Su producto más recordado, la Sal de Frutas Lúa, aún está en el mercado, pero no ha bastado ese prestigio que en estas tierras es volátil, para que miremos lo que fue su primera sede en la actualidad.

Para 1945 ya funciona allí la Droguería Guayaquil, y, aun, el edificio mantenía el señorío, así como cierta prestancia, ya en ese Guayaquil arrabalero donde los cafés y cantinas y el mercado público sobrepasaban el ámbito de las calles y llego a merodear de una manera letal a los edificios, como este hasta convertirlo con su color crema detestable en el Hotel Olímpico. Ya sabemos que este cambio de oficio en esta construcción lo llevó nada menos que a ser una suerte de hotel de paso nunca para paseantes sino para lo más lastimero: para los vagabundos que nunca cayeron en cuenta que allí se había fundado una prestigiosa firma comercial. Además, una copera, Amalia Hernández, contaba que, a ese lugar, no entraba ni la policía por esa fachada fantasmal, sino la ralea clásica de las calles, y que de olímpico no tenía nada, sino el parecerse a un edificio de terror.

Años más tarde ya sin reputación ni alguna droguería en sus instalaciones el edificio se convirtió en el Hotel Olímpico. Allí vivía aprovechándose de este prestigio, estableciendo sus reales el Doctor Montoya, un anciano casi parecido a Uribe Ángel, mejor, que lo imitaba, que conocía la historia del lugar y su caída precisa y sin alarmar a nadie. En el último piso, el tercero, había situado su consultorio con el pretexto de que sus pacientes subieran algo cansados, es decir con la lengua afuera para buscar una consulta barata con remedios incluidos. Allí había establecido sus alambiques y retortas a fuego lento, nunca fatuo, donde los clientes maravillados veían esos elementos químicos calentarse, y burbujeantes, mostrar como pasaban de un frasco a otro, mientras él les examinaba y les recetaba sus específicos. Lo que no sabían ellos en ese cuarto con su escritorio donde reposaban las fotografías de Uribe Ángel y del médico escritor Alfonso Castro, era que esos productos los fabricaba con Coca Cola y gaseosas Posada Tobón compradas en la tienda de la esquina a la cual les agregaba esencias con hierbas de olor para enternecer a sus clientes. La mayoría de estos eran hombres díscolos, que acusaban alguna enfermedad venérea, adquirida en los lupanares baratos de esa zona nunca sagrada sino de placer, Guayaquil mismo. Para él era fácil, aun vendía el Treponiol, que era una droga para el tratamiento de la sífilis, a base de mercurio, arsénico, yoduro, zarzaparrilla, opio y belladona. Y su fama se debía a que retardaba los efectos de esta enfermedad. Además les recetaba a las damas otro producto emblema de los laboratorios Uribe Ángel, Ovariogen, la publicidad añadía, es un preparado de indicaciones precisas en la congestión uterina primitiva y un poderoso auxiliar en el tratamiento de las congestiones secundarias. Combate los dolores y las perdidas profusas. Romántico de los laboratorios Uribe Ángel aun vendía sus productos como Limolax, Sal de frutas, Palehol, Electrogeno, Mentolin, Urosalina, Tonikola. Ferrol y Vitaemulsión. El doctor Montoya, que no era médico, cuando el caso de algún paciente se salía de sus manos, le decía debes esperas unos días, tu caso es digno de tratarlo mejor. Así, en este interregno, consultaba con otros profesionales verdaderos la sintomatología y el tratamiento para salir de la encrucijada.


Pero, y ese pero es una reivindicación, ya que Oscar Castro en su cuento “Sola en esta nube”, 1979, narra el cumpleaños de Ana Clara Valderrama del Valle, en su monologo, ya desquiciada y perdida su aura de haber sido una mujer aclamada y que calmaba a los hombres de Guayaquil, sus amantes ocasionales, en el Hotel Olympia, trasunto del Hotel Olímpico. Ella sabe cómo a sus setenta años ha llegado la vejez a reclamar por esa vida disoluta, y ella, nunca aferrada a la moral, sino a la belleza y la deja en un cuarto sucio que huye para contarnos como su padre la había abandonado en la Estación de ferrocarril, y así no le queda sino la vana y perversa ilusión de ser una mujer, no de cuatro en conducta sino de muchos hombres que ahora desfilan como fantasmas en su recuerdo, mientras el humo, como una huella esplendorosa, incendia el último piso del Hotel Olympia.

Así Oscar nos aclarara la manera y el motivo para escribir uno de sus cuentos más emblemáticos: “… precisamente allí me llegué a tomar unos solitarios tragos cuando era joven y hermoso... mas no el lugar ni yo, sino lo que quería escribir en ese momento. El último trago que me tomé allí fue un "submarino", explosiva mezcla de cerveza, ron, aguardiente y no sé qué otros mejunjes (dice la RAE: " Cosmético  o  medicamento  formado  por  la  mezcla  de  varios  ingredientes."). Mas no conocía la nobleza de su origen, lo que me causa tristeza, pues merece el rescate al lado de los otros dos que han recuperado bien.


Cuando andaba por el 78 buscando temas y ambientes para escribir, allí me imaginé la historia de Ana Clara del Valle. Nunca entré en el edificio, pues iba de noche al lugar, el cual era tenebroso a esa hora en los años setenta. Ya se llamaba Hotel Olímpico, pero mi pudor y respeto por la propiedad ajena me llevaron a denominarlo Hotel Olympia en mi cuento "Sola en esta nube", para ubicar allí la última morada de Ana Clara. Para mí, cada piso equivalía a dos de la época, por lo que calculaba que tendría unos ocho pisos. Y el último es el que se quema con todo y arepa de Ana Clara en el cuento, claro. Quizá lo incendié en ese momento, por lo abandonado que estaba: tenía colores azulados, pero igualmente ya era un pastiche y de mala presentación, de mal gusto, tenebroso y deteriorado, etc., etc.”

Ahora encuentro la ironía. Dice la nota de Patrimonio del Municipio, registro 001-013, sobre este edificio:

"DESCRIPCIÓN GENERAL
Se localiza en un lote rectangular entre medianeros sobre la carrera Carabobo, importante eje vial y comercial de la zona, que conecta el centro administrativo La Alpujarra y el centro comercial Palacio Nacional. Además, se encuentra en el sector de Guayaquil, zona que poseía mucha importancia económica en la primera mitad del siglo XX, por ser el lugar de llegada de los visitantes a la ciudad cercana a la Estación del Ferrocarril y a la Plaza de Cisneros. Antiguo edificio de cuatro pisos de altura, paramento discontinuo y sencilla ventanería metálica donde inicialmente se albergó la Droguería Aliadas, diseñado por el arquitecto Nel Rodríguez, correspondió a una época que él mismo denominó "incertidumbre y copia" marcada por tendencias estilísticas traídas del exterior, algunas veces a solicitud del cliente.
El primer piso es destinado desde la época de su construcción al comercio; a partir del segundo, su fachada es marcada por la simetría definida por tres cuerpos así: Dos volúmenes hexagonales que sobresalen y se ubican a cada lado del plano central en donde está colocado el nombre del edificio y se distingue como remate una comisa decorada con figuras geométricas. El edificio ha recibido diversas intervenciones por los cambios de uso como la sustitución de algunas ventanas sin conservar ritmos, dimensiones y/o estilos y se realzaron los volúmenes laterales hasta alcanzar la altura del cuerpo central, ampliado el área de la edificación.

FACTORES FISICOS DE DETERIORO
Su uso comercial intensivo ocasiona trasformaciones en el interior y en la fachada que afectan su diseño original. Además, el deterioro urbano del sector donde se ubica y la vulnerabilidad a la contaminación ambiental y el alto tráfico".

Sí, en el cruce de Carabobo con la calle Estrada aún se levanta, nunca imponente, sino como una vergüenza ese edificio que se deteriora cerca de quienes deben protegerlo y regresarlo a su esplendor inicial. Como un dato, en la ciudad de los olvidos, la calle Estrada, rememora al Doctor Pedro Dimas Estrada, eminente médico y benefactor, en un momento de mucho prestigio para los médicos debido a la cercanía con quien protege la vida de las personas con sus recetas y cuidados, como Manuel Uribe Ángel, Miguel de la Roche, Tomás Quevedo R. y Ricardo Rodríguez Roldan. Este tramo de calle fue bautizado en homenaje a este eminente personaje muerto en 1888, que además colaboraba con Camilo Antonio Echeverri, con Lino R. Ospina, actor empresario teatral y director de la Imprenta Departamental, con Federico Jaramillo Córdoba, abogado y poeta, Jorge Isaacs, y Epifanio Mejía en el periódico literario La Aurora dirigido por Venancio A. Calle.
   
    
 HM Rodríguez e Hijos: Nel, Horacio Jr, Horacio Marino, Martín
Foto de Melitón Rodríguez

Para 1920 había una concepción del mundo donde los médicos, como antes dije, poseían una veneración casi religiosa, visible en un mosaico de graduados de la Universidad de Antioquia, donde el dibujo de un galeno acaricia la cabeza de un enfermo y, en medio, de la oscuridad, con la otra mano, le indica a la muerte que se detenga. Además, en estos años, no hay certidumbre en la construcción de edificios que recién se levantan, ya que hay arquitectos que otorgan su estilo para la conformación de un paisaje citadino, en este caso Guayaquil, cuando aún poseía una donosura, dentro de ese concepto y unión, así sea por conveniencia, entre los médicos y los comerciantes. Mucho más tarde dentro de ese cambio de mentalidad en estas profesiones, los médicos habitan el desfase de haberse convertido en una carrera ávida del prestigio y la insularidad. Eso sí la mala conciencia del mercachifle poseyó a los comerciantes, ya sin cierta ética un poco humanista, y se plasmó en el edificio que hoy vemos, avasalló a algunos arquitectos y, sobre todo, descubrió los planes fantasiosos de los responsables del patrimonio como el cúmulo de un álbum desvaído de fotos y nombres donde afloran los yerbajos y el óxido de la mala conciencia ya que cada que pasamos frente a este edificio pensamos que la conservación del patrimonio en la ciudad no deja de ser un mal chiste.



13 comentarios:

lfg dijo...

Ya no es suficiente agradecer tu labor de "memorialista" de la historia urbana y arquitectónica de Medellín. Eso que demuestra, de nuevo, en este trabajo sobre los Laboratorios Uribe Ángel; aunque el edificio se diseñó inicialmente para Droguerías Aliadas, luego pasa a ser Laboratorios Uribe Ángel. Te felicito por estas muy buenas crónicas que hablan no solo del edificio sino de los dueños y las actividades comerciales. Incluso sumas la "descripción general" los "factores físicos del deterioro"; caramba nos dejaste sin trabajo y a los mismos patólogos. Un abrazo


EE dijo...

Gracias hombre. Un abrazo... A mí ya se me olvidó Medellín... No logro ubicar el edificio, aunque fui asiduo de las cantinas de tangos de los alrededores... Un abrazo.

LFZ dijo...

Muchas gracias don Víctor por compartir el excelente trabajo sobre nuestra antigua arquitectura que poco a poco sigue desapareciendo.
Felicitaciones.

Mario C. dijo...

Víctor

Gracias por enviarme tus investigaciones.

Magnífico y de gran valor la historia de laboratorios Uribe Angel.

Oscar D. dijo...

Gracias, Victor, le hincaré los dientes verdaderos y falsos que me acompañan.

Damián LV. dijo...

Cada vez que me brindo la oportunidad de ver algo más atrás a mi llegada a esta tierra, siento estar encaminando ese afecto a sentir orgullo y admiración por mi ciudad Gracias Sr.

Claudia María Maya Franco dijo...

Disfruté mucho de la historia de este edificio. Muchas gracias.

FaZ dijo...

Hombre Víctor.
Qué exquisitez de relato.

Un abrazo

Javi dijo...

Confirmo recepción muchas gracias. Un video triste de ver, muy acorde con el texto que lo acompaña. Saludos cordiales

VIGÍAS LOS ROBLEDALES dijo...

Víctor, gran trabajo investigativo; integras el emprendimiento de los antioqueños con un estilo de vida y diseños arquitectónicos para la época;enseñas la relación sociedad-comercio-industria, a fin de mostrar el espíritu de cambio en aquellos años,alimentado por la convulsión europea.

Es bastante lamentable el estado del edilicio, BIC declarado pero olvidado par la entidad municipal y propietarios; solo el dinero es su propósito general

Sundiata dijo...

Saludos compañero y gracias por su investigación, desde la cual contribuye al rescate del patrimonio cultural de la ciudad. El artículo posibilita no sólo el conocimiento sobre el devenir histórico de una edificación, sino que nos hace participes de una reconstrucción acerca de su significado como símbolo, en la concepción del espacio y la labor de sus primeros ocupantes.

SB dijo...

Victor , muchas gracias. Muy interesantes las fotografias y la informacion .

Unknown dijo...

Es muy fácil hablar cuando se desconoce la cantidad de trabas que pone el municipio para poder tocar fachadas o hacer restauraciones en patrimonio, no es culpa de los dueños más bien del municipio que ni aporta ni ofrece soluciones