sábado, 1 de diciembre de 2018

Poemas de Ana Lu






Poemas de Ana Lu


Me gusta esa foto, porque es sentir en el viento, 
la caricia ausente, 
son los labios que quiero besen mi desnudo delta, 
es sentirme flotar en ese mar de alucinaciones, 
por un hombre, por ese único y preciso hombre que no lleva nombre, 
es más no tiene huesos ni tiene piel, 
pero hace con su boca, su lengua y su sexo, 
lo que le da la gana conmigo y yo pues....solo me  dejo hacer y deshacer.....

....

Siempre dispuesta, lista, atenta
a un solo monosílabo de sus labios,
para ir hacia el destino,
hacia la selva de su pecho…
Capturada por su mirada,
fui perdiéndome de la bitácora,
para dejarme devorar por su cuerpo,
sus labios, sus manos…
Dispuesta en cuerpo,
abierta en alma,
arriesgando mi piel
a la espesura de su vegetación y
al veneno de las víboras y los artrópodos…
Decidida, lista y atenta     
desplegué el cuerpo,
desaté los cabellos,
y sumergí mi desnudez en la humedad,
sin preguntas, sin resistencia,
sin temor a esa oscuridad
que ni en el día agonizaba.
Ahora,
que despierto del espejismo de la selva,
liberadas mis piernas –
desconociendo bajo qué artificio-
de la drosera lujuriosa,
las dejo en marcha
en esta vorágine desconocida…
Ahora solo me queda
abrir camino.
Mutarme o mutilarme –si es preciso-
tocar fronteras
exentas del maleficio,
invadida de fiebres,
rodeada de espíritus,
pero…
libre de sus dominios.

...

Y desciendo hacia el reino de Hades,
provista únicamente de mi piel desnuda,
me confundo entre las aguas y las alucinaciones, me abrazo a Perséfone,
no me suelto de su cuello,
lloro como una niña sin consuelo
que lo único que busca en ese inframundo,
es el calor de tu efímera caricia.
Me encuentro con tus labios underground,
los bebo y me embriago,
desciendo hacia ese mundo sin fin,
donde has raptado no solo mi cuerpo,
sino todo mi ser.
Entras a las aguas hirvientes de mi Tártaro
y te aprisiono, no me detengo,
te absorbo y te expulso,
riego mis cabellos en tu pecho,
suave piel de humedad
te suelto...te retengo,
porque aquí habito bajo el amparo de Perséfone, donde nadie me podrá encontrar.
……


5 de septiembre de 2017

¿Alguien quiere que le cuente una historia que acabo de leer?
Me encontraba como he estado la última semana dedicada a la lectura de Santiago Gamboa y su texto "El síndrome de Ulises" (ya compartí un fragmento de esa lectura), leyendo y absolutamente envuelta por esa historia, pero como soy una viciosa por el café, fui a la cafetería que queda donde fue la flota Magdalena, pero encontré ocupada la mesa frente a la ventana, esa que a mi tanto me gusta, así es que fui al segundo piso (que todo sea por el vicio y una almojábana), me senté en la primera mesa que encontré (todas estaban vacías) y encima había un sobre blanco que decía "¿alguien quiere que le cuente una historia que acabo de vivir?, lea...no hay problema".
Dudé mucho, por aquello que cuentan de la burundanga y cosas que le ponen a la gente en el papel, para luego robarla y hacerle no sé cuántas cosas más, hasta dejarla boba, sin voluntad.
Sin embargo...no olía raro (si ya sé, cometí una imprudencia si se trataba de burundanga, no debí haberla olido, pero lo hice, solo olía a chocolate, de hecho el sobre tenía unas pequeñas manchitas), abrí el sobre y esto fue lo que encontré:
4 de septiembre de 2017.
Ahora soy únicamente yo, la que escribo. He acabado con el HOMBRE IMAGINARIO, ya no recuerdo como lo hice, si simplemente lo fuí matando del recuerdo diario o realmente acudí a algún método preciso.
Pero quien hoy escribe, quien hoy habita en mí, soy solo yo, MUJER real, MUJER de vida, MUJER de carne, hueso, piel y sangre, MUJER que late y vibra, sin la sombra, sin el recuerdo, sin el fantasma que la rondaba, sin esas leguas de demonios que se adueñan de mi voluntad, me poseían.
Soy esta MUJER que puedes ver, sin el rastro de un hombre simplemente imaginario, que se paseaba campante sobre mis muslos y que agitaba con desesperación mis caderas y laderas.
Finalmente diré -a quien me pregunte por él- que... ¡me lo comí!. Si, esa será la respuesta (y me quito de encima a los curiosos), me comí al hombre que solo habitó en mi imaginación. Comencé por sus labios, bajé hasta su cuello, y encontré tan exquisito su aroma, que en mi máximo estado de placer, no aguanté el deseo y lo mordí, mordí su cuello, descendí hasta su vientre y como una niña, me fui untado el pelo, las manos de lo que estaba hecho, de chocolate.
Si alguna vez cobró forma, figura y sonidos legibles, fueron de chocolate.
Le devore los pies, sus jugosas nalgas, y cuando llegué hasta su sexo, un olor más fuerte y exquisito emanaba, que no me resistí y también lo mordí, fue cuando reconocí que no era chocolate lo que entraba a mi paladar, era arequipe, dulce y espeso arequipe, que chorreaba por mi boca.
Todo era exquisito, hasta que se fue derritiendo por completo, en cuestión de muy pocos minutos, y comencé a comerlo a prisa, hasta que desapareció.
Es así como escribo ahora, cuando se derritió por completo, dejándome untada la vida, el pelo, la piel y las ganas de chocolate, de un chocolate que dejó de existir, instantes previos a escribir lo que hoy dejo aquí.
Creo que beberé agua, para dejar de sentir este su sabor, el que es algo más que imaginario.
Y después, tal vez me tome un café oscuro y sin azúcar, por cierto aquí venden unas exquisitas almojábanas, le recomiendo que las coma muy calientes.
..

Encontrar tu sonrisa, reírnos de nosotros mismos, no esconder imperfecciones, dejarlas al desnudo, embriagarnos de todas las lecturas que sé me puedes enseñar, leer tus poemas, pensar en los míos.
Un día cualquiera, ir a almorzar contigo, dejar en el restaurante tu cuaderno de poemas (Por tanto reírnos) y encontrarlo dos horas después, ganar la fe, perder la lógica, regar de silencios también, -Por qué no- la tarde, acompañada de paleta de limón, aunque sigas diciendo que quieres raspado pero no encontramos por ningún lado, ver las inclemencias del sol, quitarme las sandalias porque estoy cansada. Hablar y reír, reír y hablar, en la banca de un centro comercial.
Andar sin prisa en una ciudad que poco a poco busca la noche, ver a sus hormigas que raudas toman autobuses, vehículos propios, taxis y bicicletas, para llegar al encuentro de lo que realmente aman.
Ir lentamente, ¿una cerveza? tal vez -Por qué no- y escuchar las historias de los viejos jubilados del ferrocarril, que se hacen nuestros amigos, solo por una cerveza, o un par -Por qué no-, ver cómo van llegando las dueñas de la calle y sus enclenques tacones.
Ver una ciudad nuevamente vacía de motores y llena de humanos tristes, de humanos solos, de manes drogos que tal vez -porque no- nos obliguen a darles una moneda o se sienten a conversar con nosotros sobre sus seres azules. Lentamente en una ciudad de menta, con los ruidos de la noche y mi andar, a lado del tuyo.
Así sin más pretexto que el estar vivos.
...
Pero si nada de esto sucede, solo espero que sigas habitando en el B612 y contemplando la belleza de tu rosadeidad y yo seguir encontrándote únicamente a través de Exupéry.



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