Festival Alternativo de Poesía de Medellín invita: Harold Alvarado Tenorio. De los gozos del cuerpo

Festival Alternativo de Poesía de Medellín 

invita: 

Harold Alvarado Tenorio: 

De los gozos del cuerpo

Museo de Antioquia

Miércoles 14 de noviembre

5 de la tarde

Este lugar de la noche

Jueves 15 de noviembre

7 y 30 de la noche

De los gozos del cuerpo 

Víctor Bustamante

Harold Alvarado nos ha recordado que un poeta no es solo un escritor de versos plausibles, sino que también debe estar en ese lugar que es el de ser contemporáneo, y atreverse a mirar para los lados para indagar qué es lo que ocurre en el país de las letras. Es decir, no pasar olímpicamente por cierto malestar en la cultura, sino interrogar esos momentos que le preocupan. Digo lo anterior porque en Colombia el esquema mental de la politiquería se repite en la cultura, cualquier Tartufo te puede eliminar de una convocatoria, de una invitación, de una antología: de tu presencia donde antes era bienvenido. De tal manera, a la mayoría de los poetas se les dio solo un camino para escoger: fabricar versos y olvidarse del país, y sobre todo de pensarlo. Y en esa actitud no salen del empíreo de su minoría de edad donde piensan que aun descansa, mejor donde yace  la poesía. De tal manera escriben una poesía de versos diversos con un mundo personal muy pobre, olvidando nuevas expectativas y el mundo que se despliega ante sus ojos por acomodarse en la contemplación de ese yo con espejuelos negros. Por eso mucha de la poesía escrita en el país, es una poesía llena de ensoñación, es decir idealizada, es decir sin médula, muerta, donde se presiente que muchos de esos poetas habitan un país no de todos los colores sino de todos los olvidos.

A la poesía la han acallado los concursos, los festivales; síntesis del ninguneo entre los mismos poetas de flácida cerviz  y un largo etcétera. Es cierto, hay muchos poetas, poetas por todos los rincones del país literario pero hay poca poesía.

Dentro de ese ámbito, alguien nos ha recordado que el escritor son muchas personas, y no debe recluirse necesariamente en su torre de marfil hasta convertirse en un poeta puro, como un San Simeón el estilita, contemplando el mundo a través de su pasión nunca virtuosa, ser un ermitaño con su columna portátil.  

Por supuesto que esa norma no la cumple el siempre refractario Harold Alvarado. De ahí que pueda decir que él posee muchos rostros: el de poeta, el de profesor, el de discípulo de Borges, el de traductor, el de viajero, el de ensayista, el de periodista, el de director de revista y de su página de Internet, pero sobre todo sobresale ese aspecto suyo inédito para los délficos poetas de la ciudad y del país: el de la diatriba. Porque Harold nos recuerda que es necesario que un país cultural sin crítica, cae en el despeñadero de lo que es el país político: de un país lleno de leyes que no se cumplen a un país armado desde muchos ejércitos, pero desarmado mentalmente. Y desde esa óptica Alvarado nos ha permitido esas reflexiones, ya que él no quiere que el país de los escritores y poetas, que se supone es la parte honesta caiga y  muestre ese rostro sucio de la perversidad y de la dilapidación que persiste en el otro país, el de los políticos.

Pero ahora voy a decir algo sobre uno de sus rostros, el más conocido, el más visible, aquel rostro que lo llevó a sitiarse en esa zona de exclusión, llamada la Generación Desencantada, junto a otros poetas. A los poetas colombianos les gusta, como a las solteronas,  aproximarse y reunirse por la edad, asi no se lean.

En su último libro, De los gozos del cuerpo, si bien el nombre obedece al título de un poema, también es cierto que hace alusión al deseo que aparece, se mimetiza y reaparece en muchos de sus otros textos, siempre estará presente. El deseo es la plenitud, ese estado que no solo mueve el termostato interior sino que  a la larga toca, es decir sacude. Alvarado lo define de una manera plácida sin entrar en detalle, creo que es el leitmotiv más significativo, que lo mueve a escribir, como uno de esos resortes creativos que forman al poeta. El deseo, la carne, la avidez, lo asaetea con ese fuego sagrado del placer. Es decir, del gozo que es nada menos que  la vehemencia hacia el otro.

Y así como existen los viajeros del placer, los irredentos, también está el afecto por visitar tantos lugares, no para hablarnos de que en cada puerto hay un amor, sino de la secuela de esas historias y personas que le llaman la atención. Es como si el poeta, cuando viaja, quisiera dejar su herida y su huella para plantarla con los poemas que escribe a su paso. Esa actitud nos lleva a la ensoñación de conceptuar que esos lugares remotos y sagrados se convierten así por medio de las palabras. Por eso Grecia, Lorica, Cartagena, Nueva York, Madrid se convierten un instante de palabras nunca en postal de paso. Estos poemas escritos, como reminiscencia a las ciudades, parecen tableux, pero son símbolos de esos viajes; al escribirlos se vuelven presencias son las huellas del poeta.

El afecto a la juventud que no cesa, que se diluye, para unos sin caer en cuenta, para otros que es necesario quemar lo más pronto posible, pero que para Harold, a lo mejor lo oscurece con su continua referencia a la belleza de antes. Parece que recordara  esos versos nunca memorables de Darío, “Juventud, divino tesoro, te vas para no volver”, y olvida algo de Bob Dylan en Forever Young:
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Puedes conocer siempre la verdad

Y ver las luces que te rodean.

Que siempre seas valiente,

Estar de pie y ser fuerte,

Puedes permanecer por siempre joven,

Siempre joven, siempre joven...

.

Pero lejos de la belleza que se compra con metálico, lejos de la juventud que también se compra por unas mohedas. También en la poesía de Harold Alvarado acecha la muerte, ese puerto seguro donde ya no existirá la preocupación por los viajes ni la ávida presencia de la lozanía que huye como la noche a paso seguro, pero no me referiré a esa inutilidad de pensarla desde esta puerta de la tarde.

Vitalidad y reflexión, erotismo y otros territorios para los adioses y los amores furtivos. Sinceridad y entrañamiento, así la poesía de Harold Alvarado Tenorio.

Platón había planteado excluir a los poetas por fantasiosos e inútiles a la sociedad. Harold Alvarado, ha planteado la crítica desde la misma actitud de los mismos poetas  para decirnos lo que es el verdadero país literario, y que no mientan ni se escondan que solo queda la actitud vital ante la vida que fluye.

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