lunes, 24 de septiembre de 2018

Conferencia sobre libros leídos / Francisco Velásquez Gallego




 







Conferencia sobre libros leídos

Francisco Velásquez Gallego


DESDE HOY UN ARTISTA SERÁ JUZGADO SÓLO 
POR LA RESONANCIA DE SU SOLEDAD 
O LA FUERZA DE SU DESESPERACION. 
CYRIL CONNOLLY. “Para una tumba sin sosiego”

La lectura es un acto solitario que afirma certezas, ilimitadas, sobre el universo y sus enfermedades.
Y permite reinterpretar la creación cuasi divina del autor de un texto determinado, para transitar este pasar-por-el-mundo con toda la complejidad que implica.
Uno leyendo afronta la desolación humana que es la existencia. Y por eso son importantes el arte y la literatura porque con ellas entendemos que las perturbaciones que se nos presentan pueden clarificarse más en el transcurrir de lo cotidiano.
Vengo en calidad de lector y lo soy porque pasé la mayor parte de mi vida pegado de afortunadas obras literarias, siempre bien asesorado por amigos escritores y diletantes de todos los tamaños y sabores… 
Por eso estoy acá para comentarles impresiones acerca de la condición de leedor de literatura y otras publicaciones varias, como las del oficio que escogí, el periodismo.
En cuestiones de libros no hay uno mejor que otro, son distintos. Demasiado escasos los buenos; y mucha especulación mercantilista para imponer los gustos de impresores, los del común. Aunque puede afirmarse que el libro es un hallazgo tan trascendente que en cualquier volumen por malo que sea alguna cosa importante puede encontrarse.
El libro de acuerdo con Umberto Eco es como una cuchara, un martillo, la rueda, unas tijeras que una vez inventados ya quedó descubierto para toda la vida, y nunca desaparecerá, y no se puede hacer nada mejor. Es posible que adquiera otras dimensiones y modos de relacionarse con nosotros, pero es inevitable que su duración será tan concreta como la de toda la humanidad, hasta el momento que desaparezcamos para siempre.
Se quiere rescatar a través de la memoria cada fragmento de vida que vuelve a nuestra mente, por más indigno o doloroso que sea. Y la única manera de hacerlo es fijarlo con la escritura. La literatura por ello consigue enfrentar la indiferencia de hoy en esta sociedad contemporánea cada vez más banalizada y consumerista.

Desde esta perspectiva lo mejor es recordar los libros que han influido en una experiencia vital respecto a la cualidad de haber sido objetos de transformación en las consideraciones individuales sobre la vida y el arte.
En estos tiempos sobreabundantes de información globalizada a través del internet y del espectáculo farandulero montado alrededor de la literatura, las artes y los deportes, así como de los hechos cotidianos elaborados en los medios de comunicación, se impone la necesidad de criterios más elevados para discernir la importancia de los clásicos auténticos que hoy perviven ya demostradas sus dotes de creadores incomparables.
Por ello en las wikipedias y publicaciones de libros de las editoriales existen miles de listados que se aproximan pero no disciernen por qué la mayoría de los libros mencionados han devenido en clásicos. Así que todos sabemos, cuando hemos sido buenos lectores, que hay mucho libro quizá la mayoría que se desvanecen en el tiempo y unos grandes y más bien pocos que cada día se convalidan más en su esplendor y trascendencia.
Me interesa resaltar hoy autores con obras magistrales. Dejaré   de mencionar muchos que lo merecen y demasiados que para fortuna no cuentan con mi beneplácito.
Voy a hablar sólo de algunos, claro que no están todos, de los escritores que me han trastornado, modificado, lacerado el espíritu, lastrado mi alma, herido, cicatrizado el corazón, en fin que me han dejado una ralladura de por vida. Porque no acepto sino al escritor que puede hacerme doler con su manera de mostrarme lo que es la existencia humana y el comportamiento de quienes habitamos el planeta.
Helos aquí: 
Lawrence Durell y el Cuarteto de Alejandría. Durell se planteó una forma narrativa singular: tres elementos de espacio y uno de tiempo y en cuatro tomos logra la versión de la misma realidad por cada uno de sus protagonistas principales o sea que cada punto de vista contribuye a esclarecer más esa historia maravillosa de un tema que recorre toda su dimensión  expresiva: el desgarramiento del amor.
A través de Justine, Baltazar, Mountolive y Clea, crea el universo más esplendoroso sobre las vicisitudes del amor presente en cada relación de las personas, ambientada en días vinculados con la segunda guerra mundial.
Malcom Lowry con Bajo el volcán nos lleva al infierno contemporáneo, mediante una escritura desgarrada y compartida con el alcohol que es el acompañante necesario para esta suerte de purgación mental, comparable a un nuevo descendimiento a los interiores de la tierra para mostrar la desolación de Geoffrey Firmin, un funcionario de un gobierno extranjero en una tierra tan extraña pero tan inevitable como es el México del día de los muertos. (En 1938).
Lowry quien casi pierde los originales en un incendio de su cabaña en Dollarton, Vancouver, Canadá debió reescribir este clásico del siglo 20 para complacer editores porque en su tiempo su temática era impublicable para el gusto equivocado de la época. El mismo autor dice sobre su novela:
"Puede considerarse como una especie de sinfonía, o, en otro sentido, como una especie de ópera, y hasta como una película de vaqueros. Es música hot, un poema, una canción, una tragedia, una comedia, una farsa, etcétera. Es superficial, profunda, entretenida y aburrida, según el gusto del lector. Es una profecía, una advertencia política, un criptograma, una película cómica, unas palabras escritas en un muro. Puede considerarse también como una especie de máquina... En el caso de que usted piense que he hecho cualquier cosa menos una novela, es mejor que le diga que en el fondo mi intención era la de escribir, aunque sea yo quien tenga que decirlo, una novela profundamente seria. Pero también es, y lo sostengo, una obra de arte, en cierto modo distinta a lo que usted creía, y también mejor lograda, siempre de acuerdo con sus propias leyes".
La acción que transcurre en una jornada quiere lograr el reencuentro del cónsul británico con su esposa pero ya el alcohol esta apoderado de su alma y termina en un repugnante lugar donde es asesinado de modo vulgar y miserable. Cuando recibe numerosos disparos tiene tiempo de exclamar:
“Qué manera más sórdida de morir”. 
Ese viaje dantesco que los humanos debemos ver, desde la marginalidad de espíritus críticos, frente al momento que vivimos de tanto desafuero por el ánimo capitalista de la ganancia a costillas del trabajo del resto de las fichas carnetizadas en que nos han convertido en el sistema.
 “Vivió de día, bebió de noche y murió tocando el ukelele”. Es el epitafio escogido por el propio escritor para su tumba sin nombre. Y en su poesía reflejaba sufridamente ese infierno alcoholizado que le daba vida.

Ilustro con dos de sus poemas:

SIN TIEMPO DE PARARSE A PENSAR

La única esperanza es el próximo trago.
Si te apetece, puedes dar un paseo
Sin tiempo para pararse a pensar, 
La única esperanza es el próximo trago.
Inútil titubear en el límite,
Peor que inútil todo este hablar.
La única esperanza es el próximo trago.  
Si te apetece, puedes dar un paseo.

y
Oración para borrachos
Dios da bebida a esos borrachos que se despiertan al amanecer
Farfullando sobre las rodillas de Belcebú, totalmente destrozados;
Cuando una vez más espían a través de las ventanas
Acechando, el terrible puente cortado del día.


Reitero que estoy mencionándoles libros y autores que estoy seguro que podrán tomar en sus manos y jamás se arrepentirán de haberlo hecho. Son autores con los que va uno a la fija porque todos son ejemplos evidentes de un gran creador con una obra acabada y de trascendencia inevitable.
Debo proseguir con personajes como Henry Miller y sus trópicos, pero sobre todo con sus ensayos como El coloso de Marussi que son demostración de la denuncia vital a la hipocresía de la sociedad capitalista, particularizada en los Estados Unidos donde padeció los insondables languidecimientos de la tristeza y el despojo universales. Que además influencia a los beatniks, escritores subterráneos como Jack kerouac y Alen Ginsberg quienes propician una respuesta generacional a la lucha contra las instituciones gringas y que son fermento de la acción contra las guerras, la de Vietnam que se constituyó en la primera derrota al ejército imperial.
Faulkner y su paulatina degradación tanto del hombre como de la naturaleza, lo que se observa en toda su obra.
THOMAS MANN la montaña mágica. El canto disección de la enfermedad que consciente la búsqueda del amor y la sabiduría. Y los ensayos de la Sontag esa gran escritora de Estados Unidos con sus famosas “la enfermedad y sus metáforas” donde cuenta como venció un cáncer, y “el sida y sus metáforas”. 
La montaña mágica es considerada la novela más importante de su autor. Comenzó a escribirla a raíz de una visita a su esposa en el Sanatorio Wald de Davos en Suiza en el que se encontraba internada. La obra narra la estancia de su protagonista principal, el joven Hans Castorp, en un sanatorio de los Alpes al que había llegado como visitante. Introduce reflexiones sobre los temas más variados, tanto a cargo del narrador enamorado de Claudia Chauchat como de los personajes (especialmente leo Naphta y Settembrini, los encargados de la educación del protagonista). Entre estos temas ocupa un lugar preponderante el del tiempo hasta el punto de que el propio autor la calificó de "novela del tiempo", pero también se dedican muchas páginas a discutir sobre la enfermedad, la muerte, la estética, la política, etc. Se ha considerado un fresco sobre la decadencia del modo de vida de la burguesía europea antes de la primera guerra mundial.
John Updike Corre conejo. Cortejando a la cónyuge. Son una serie de relatos ocurridos desde 1960 con su protagonista Harry Rabbit Angstrom. A través de él expresa sus opiniones sobre los problemas de la sociedad norteamericana contemporánea, una sociedad que, según Updike, encuentra en el cine y la religión dos vías de escape. 
Escritor prolífico y no olvido un cuento maravilloso “cortejando a la cónyuge” que es el monólogo de un esposo abatido por la rutina y que encuentra regocijo al ver una forma de cruzar las piernas de su esposa en trance de seducción.
Saul Bellow. Herzog es un viejo loco, narcisista, masoquista y anacrónico, con una “larga enfermedad, mi vida”. Un escritor judío complacido en reflexionar la sociedad que enmarca su vida con una prosa devastadora y humana, con despojos lacerantes de su existir,
“Al hacer un resumen de sí mismo, reconoció que había sido, por dos veces, un mal esposo. A Daisy, su primera esposa, la había tratado miserablemente. Madeleine, su segunda mujer, había intentado manejarlo. Para su hijo y su hija era un padre cariñoso pero malo. Y para su país, era un ciudadano indiferente. A sus hermanos y a su hermana los trataba con afecto pero se mantenía muy aparte de ellos. Para sus amigos, era un egoísta. En cuanto al amor, era un perezoso. En cuanto a la brillantez, era un hombre apagado. Ante el poder, pasivo. Y respecto a su propia alma, tomaba una actitud evasiva”. Y sin embargo que encantador era.

Y todo ese transcurrir apegado al concepto de la muerte, un terror infantil que sufría para verse obligado a tomar su vida de la manera que lo hizo. Todo rematado en esta sensitiva frase: “Cuelga de una estrella tu agonía”

Debo terminar con mención a algunos de los escritores latinoamericanos que han ocupado mis lecturas:

Juan Carlos Onetti, la vida breve. Comparto lo que dice Vargas Llosa, que “es uno de los grandes escritores modernos, y no sólo de América Latina. "Es un escritor enormemente original, coherente; su mundo es un universo de un pesimismo que supera gracias a la literatura".
La vida breve (1950) es la novela más importante y conocida del escritor uruguayo, cuya acción se desarrolla, básicamente, entre Buenos Aires y la mítica Santa María — ciudad ficticia y cuasi onírica en la que transcurren, también, "El astillero" (1961) y Juntacadáveres" (1964).
El protagonista de esta novela es Juan María Brausen, quien se escapa de su realidad creando otra en la que acabará metiéndose, a través de la desolación más congruente que he leído jamás.
En Argentina es predominante Jorge Luis Borges con Julio Cortázar, Felisberto Hernández, Ernesto Sábato y Leopoldo Marechal, muy desconocido, pero de grandiosa significación literaria. Su novela Adán Buenosayres es escrita con el rigor de la gran novelística universal y el séptimo y último libro de la obra el "Viaje a la Oscura Ciudad de Cacodelphia", es ni más ni menos que una parodia del Infierno de La Divina Comedia del Dante Alighieri.
Y en nuestra sangrada Colombia merece recordarse al Nobel 1982 Gabriel García Márquez y de otra manera el Germán Espinosa de La tejedora de coronas que son las remembranzas de Genoveva Alcocer, en la Cartagena del siglo 18, época de apasionadas búsquedas, ebullición intelectual y grandes transformaciones. Genoveva es una criolla aventurera, visionaria y lúcida que parte de su tierra natal a recorrer el mundo y a participar de la rebeldía y la emancipación propias del siglo de las luces.
Finalizo con el discutido Mario Vargas Llosa y en general toda su novelística, aunque le duele a uno tanta estulticia en el carácter crítico respecto al avance del humanismo por sobre la explotación del hombre por el hombre. Pero existen de sus creaciones, por ejemplo, Travesuras de la niña mala, que son verdaderas piezas creativas de ingeniosidad y sabrosura sin iguales.


Francisco Velásquez Gallego
Abril 14 del 2011





lunes, 3 de septiembre de 2018

Cuentos de Darío Ruiz Gómes / Fiesta del libro y la cultura de Medellín / 2018




Cuentos de Darío Ruiz Gómes / 
Fiesta del libro  y la cultura de Medellín / 2018

LA AURORA DE LOS DESTERRADOS / Darío Ruiz Gómez


Paul Kuczynski



LA AURORA DE LOS DESTERRADOS
Darío Ruiz Gómez


Al contemplar  las largas filas de familias venezolanas cruzando  por el terrible clima del páramo de Berlín, envueltas en cobijas, apenas  guareciéndose de la lluvia,  mirando el suelo emparamado, tal vez queramos  morbosamente  encontrar  reflejada en sus rostros la mueca de espanto de  aquellos  a  quienes  la brutalidad de una  camarilla  de hampones,  quiso  arrebatarles  la convicción  de que la vida  debe continuar a pesar de todas  las adversidades. Pero  Job y los  sufrimientos  a  que Dios lo sometió para ponerlo a prueba  no se puede   identificar  con quienes  al recordarnos  con su obstinada negación de una tiranía,  la  dignidad  del  estoicismo,  le han evitado  a Dios cualquier  responsabilidad en este sufrimiento  al asumir  con la metáfora  de su éxodo  el  reproche que el perseguido le hace a la hipocresía de la sociedad  y  cuyo fondo de amor  y compasión por mucho tiempo  será  incomprensible para nuestra ceguera,  el dolor de quienes  padecen  la tortura del camino, la noche oscura del hambre, la violencia de los asaltantes,  dejando atrás en su marcha los cuerpos de ancianos y niños sobre las arenas resecas o las cunetas de las carreteras.  Sin capacidad de reacción ante  los mensajes  que brotan de estos rostros, de lo que anuncian estos pies sangrantes, del tenue resplandor que brilla en los ojos calmos  del joven matrimonio  que sostiene en sus brazos a sus hijos, permanecemos nosotros en la desorientación  propia de  los indiferentes.  El burdo  populismo  trató  de reducir  estas vidas  a abstracciones  puestas  al servicio  de un Narcoestado, pero ahora paradójicamente  ese pueblo  lanzado  a la diáspora  recupera sus rostros al recordarnos  lo que implica   ser humanos. El destierro está en la historia misma de la humanidad y no ha cesado de ser una constante  tal como lo hemos comprobado en la tragedia afgana y siria, africana y en la silenciada historia de los millones de desplazados en  Colombia donde como hoy se ignora  deliberadamente  el reclamo  del inocente, la parábola que escriben estas  vidas sin destino. Pero este profundo des-ajuste  causado por un pueblo lanzado  a los azares de la geografía  crea un  conmocionante  impacto  en el lenguaje  y en los valores  sobre los cuales  habíamos  fundamentado la vida social: queremos evadirnos  de los efectos  de esta tragedia  mediante la frivolidad política, la insustancialidad  moral,  sin acabar de darnos cuenta de que interiormente  es ya imposible  que sigamos siendo los mismos, ni nuestra  sociedad puede ser la misma ya que el choque  introducido por  este inesperado coro de desplazados,  ha fracturado  nuestras palabras  y finalmente ha terminado por  incomunicarnos: “Los desastres  sociales, recuerda Welzer, destruyen las certidumbres sociales” Esta es la corrupción del lenguaje,  capaz de desterrar la verdad  para entronizar  a cambio  el soborno, la mentira, la mermelada pues  el corrupto sólo cobra existencia en una sociedad que lo propicia, en un lenguaje cómplice de sus desafueros.

 Porque la comparsa de los grotescos Maduros, los Diosdados  llevan mucho tiempo  haciendo  acto de presencia  en la vulgaridad  y la ordinariez  en que se ha sumido buena parte de la llamada vida política  colombiana, en la irresponsabilidad con que la justicia ha eludido el debate sobre los grandes temas nacionales, en el  populacherismo  mediante  el cual la nueva  demagogia ha sustituido  abusivamente  la palabra que  aspira a la verdad, algo que en nuestro patético déficit de cultura política nos está llevando de nuevo a que los corruptos estén recurriendo impúdicamente a colocarse la máscara de la honestidad.   

LA CIUDAD INACABADA / Darío Ruiz Gómez


Babel
LA CIUDAD INACABADA
Darío Ruiz Gómez

Nada peor que la costumbre de no terminar nunca una obra pública. Ese muro  a medio construir, informe, vejado por el agua y el polvo no es otra cosa, como solían decir nuestras madres, que una ofensiva  muestra de dejadez, de nuestra incapacidad para terminar aquello  que iría a resolver un problema de la ciudad. Durante los años que se interrumpió la construcción del  metro el  viaducto leproso se convirtió en la presencia de la incapacidad de nuestros gobernantes para terminar una obra  que iría a modificar  la vida de los habitantes de la ciudad, la noción de transporte tal como realmente sucedió cuando por  fin fue inaugurado. Ese intervalo sirvió para que se descorrieran los velos sobre lo que fue un turbio negocio  con nombres y  apellidos conocidos y los cuales dejaron a la ciudad  embarcada en el pago de una gran deuda mientras los autores  nunca fueron juzgados. Si uno recorre hoy el trayecto del tranvía se da cuenta de que el daño causado por la ignorancia de los planificadores  y diseñadores de lo que tendría que haber sido una bella  avenida podría haber sido peor y son los usuarios quienes van  concediéndole sentido  a ese espacio donde la destrucción causó mucho estropicio dejando  al descubierto  feas culatas, desconociendo  el valor agregado que suponía para el nuevo recorrido  la presencia de esa arquitectura  de anónimos autores cuyo valor en cualquier ciudad no ha dejado de  recalcar Rem Koolhas. La ciudad anónima que no fue hecha por arquitectos. Los trabajos de urgencia hechos por una burocracia incapaz de   leer el palimpsesto  de la ciudad causan esta desazón ante una intervención urbana  hechiza: recuerdo las seis casas del más puro estilo de los años 40 ejemplo de una arquitectura integrada a la calle con un gran valor estético. Lo curioso es que San Francisco celosamente conservó este tipo de  arquitectura  que hoy explota como una plusvalía cultural, mientras aquí la ignorancia  la destruyó.

Y esas casas de los años 40 definieron los alrededores de la calle Pichincha y San Juan y la escala del barrio El Salvador. ¿Cómo hacerle entender  a un burócrata  que la escala de la arquitectura de un barrio, de sus callejuelas definidas por su adaptación al terreno debe  ser conservada como una referencia visual que es a la vez un verdadero patrimonio?  En Medellín la articulación de las vías tal como sucede en cualquier ciudad civilizada se  debió seguir estableciendo a través de las aceras pero es aquí donde constatamos la despiadada manera en que por dejadez se está llevando a la ciudad al colapso  al negar a sus habitantes el derecho a caminar. Y cada vez nuestros burócratas desconocen al peatón, la importancia de una bella calzada – la acera es  un reto de diseño urbano- como la más rotunda manera de afianzar el intercambio social.  En los barrios pobres no hay  aceras. Fracasa una ciudad cuando es incapaz de resolver sus problemas de movilidad, aumento de población y sobre todo incapacidad de crear nuevos espacios simbólicos y de preservar ese capital que es la bondad y la confianza de las gentes,  valores intangibles más importantes que los “grandes proyectos”. La acera articula la ciudad  pues la ciudad que no puede caminarse no existe. Hoy la gente  grita,  vive asustada, enloquecida. La ciudad es una trampa mortal. Otro contrato: que pasen las bicicletas.