viernes, 2 de febrero de 2024

EL PAISAJE Y LAS LICENCIAS DE CONSTRUCCIÓN / Darío Ruiz Gómez

 


EL PAISAJE Y LAS LICENCIAS DE CONSTRUCCIÓN

Darío Ruiz Gómez

“Abría la ventana y me quedaba mirando la lejanía de las montañas, la luz del atardecer” me cuenta una amiga que vive en una población de Oriente y  para la cual la contemplación del paisaje se convertía en un estado de ánimo que equilibraba su espíritu. Ahora, me señala, a causa de las licencias de construcción concedidas para edificios de cinco pisos de una urbanización el paisaje  a  desaparecido y en lugar  de la tranquila presencia de esas montañas  lo que veo es una fea muralla  ya que con total impunidad los constructores elevaron la altura de los edificios a nueve pisos sin que nadie les llamara la atención. Y esta agresión se repite a lo largo y ancho de toda la meseta de Oriente rompiendo con la altura debida de las edificaciones  y sobre todo ignorando olímpicamente el Sky Line  que es una norma universal  en defensa de la escala  que se debe mantener  respecto a un  entorno de  ciudad  o del área rural  sancionando debidamente a quienes  atenten  contra ella tal como pasó con la ofensa cometida por el llamado edificio Acuarela en Cartagena que no respetó la escala de la Ciudad  histórica ni la volumetría  del soberbio Castillo de San Felipe. En un boletín de Urbanistas leí hace poco que la responsabilidad  respecto al caos urbanístico  y la destrucción del paisaje  no es  solamente  de los especuladores de lotes  sino de quienes desde las  oficina de Planeación otorgan a granel licencias de construcción olvidando lo  establecido por los POT respecto a los debidos retiros frente a las quebradas, ríos, caminos o carreteras consideradas  implícitamente como un  Patrimonio Cultural de las Comunidades  ya que bajo este reconocimiento no solamente se tiene en cuenta los considerados bienes  muebles e inmuebles sino de manera primordial el paisaje que es un valor intangible construido a lo largo del tiempo, una referencia sentimental de quienes lo recorren y lo han recorrido.

El paisaje es más necesario que el pan decía René Char el gran poeta ya que el pan puede amasarse de nuevo mientras un paisaje que ha sido agredido ya nunca podrá recuperarse. El lamentable caso de Llano Grande donde la perversa norma de uso  mixto permitió que fueran   apareciendo  en un desorden terrible  chatarrerías, ventas  de materiales de construcción,  garajes de mecánica,  etc, hasta hacer desaparecer la belleza que la carretera había enmarcado con setos y floraciones, árboles memorables.  De esta agresión vulgar ya nadie podrá recuperar lo que supone  el valor  de un paisaje que no podría ser clasificado  como propiedad privada ya que para los habitantes  que recorrían  estas distancias era parte de su experiencia de vida.  ¿No se había planificado antes el territorio para salvar el paisaje, para racionalizar el proceso de las nuevas construcciones, remitiendo al Sky Line que impone, repito, una medida del orden impidiendo la   desmembración del territorio en lotes insulares, ajenos unos de otros? La carretera que va de la Fe al Retiro por su belleza es una lección de paisajismo que llegó a ser considerada - recuerdo en esto la intervención del gran Jaime Tobón Villegas- como Patrimonio cuando hace quince años comenzó la primera y feroz oleada de invasiones inmobiliarias. Hoy cuando observo la irracionalidad con que de nuevo se destruye un territorio tiemblo cuando veo un bosquecito de árboles y trepadoras florecidas, un remanso visual que enaltece el sentimiento de común belleza – Santuario de la Virgen- y tiemblo al pensar que pronto la retroexcavadora lo doblegará ya que como en una célebre caricatura donde dos  promotores  que miran un hermoso arbolito  uno de ellos le dice al otro. “Sí hay que arrancarlo ya que aquí  va  la zona verde de la “Urbanización”

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