Carlos Enrique Sierra |
Carlos Enrique Sierra
Víctor Bustamante
Para tenerlo presente,
en su distancia, aquella que lo ha llevado a Brasil, es imperioso realizar una reflexión
sobre su marcha, así tan sigilosa, así tan premeditada que solo le ha bastado haberse
ido, haberse conminado a vivir en un país cercano en las fronteras, pero al mismo
tiempo lejano, debido a su idioma que, aunque próximo no ceja de ser una barrera.
Desde su ida solo he tenido la posibilidad de haberlo encontrado, solo hace
unos años, durante una de las fiestas del libro, la 14, allí en esa mañana lo
saludamos al lado de Néstor López y Omar Castillo, ya que su presencia solo se haría
por una llamada telefónica al mirarlo por la pantalla, lo cual lo hacía aún más
lejano, y ademá,s debido al evento era imposible realzarle alguna pregunta, algún
diálogo, ese que siempre hemos realizado, porque existía la molestia del público
presente, y afuera en el mismo recinto la Casa de la Literatura en San Germán, así
como ese receso que produce conversar por las plataformas digitales.
Pero algo es certero,
él estaba ahí presente, como si allá fuera aun la mañana que pasa y que enseña
el factor de la sorpresa, mientras nosotros al otro lado, sus amigos, conversábamos
con él y además creo que él sabía del profundo respeto, de nuestra admiración y
de nuestra inquebrantable lealtad hacia él. Ya en esa lejanía, cuando su
presencia entrañable entrega la certeza del momento de que no está por estos lados,
ya fuera en Versalles en el Ateneo, o en algún sitio del Parque del Periodista,
en algún lugar de Playa.
De ahí que publicar
este video, en esta circunstancia de un mes tan dispuesto para el olvido como
es diciembre, siempre enmarca un compromiso que es preciso, para lograr de una
forma manifiesta, un saludo lejano, recordarlo, y, sobre todo, tener presente su
amistad, su grata y cara presencia, con la coincidencia de saber que andamos el
mismo camino, que es el de la escritura, al cual nunca hemos renunciado, así nuestras
preguntas sean muy diferentes, pero sé que, a pesar de esa diferencia en
nuestros métodos, siempre habrá mucha paciencia y mucho rigor bajo la mayor confianza
y cercanía, así haga años que no sé de él,
pero en el fondo sospecho que en ese ejercicio y contundente momento por la
literatura no ha pasado en é; es más él se mantiene intacto en esa actividad llena
de esa pasión que le imprimió, lo cual seguro denota esa armonía que seguro lo
ha llevado a que ella permanezca intacta e insoslayable con ese deseo de que la palabra haya continuado dándole ese riesgo de que sea prístina y libre que el prosiga con la justeza de habitar
otro país del cual, a lo mejor él ya se ha apropiado en su esencia, es decir de
su idioma y de la cercanía del ser brasilero, lo cual lo llevan a que tenga ya
una relación entre dos culturas que le donan esa maravilla que hace posible la cercanía
en los seres y el espacio que habitan, así como ese enriquecimiento personal,
desde el cual atiende dos ópticas tan disímiles de dos países cercanos en su frontera,
pero tan extraños a veces.
No sospecho cómo haría para enfrentarse a lo desconocido, con esa voluntad tan suya, para que esa fuerza ignota de ser extranjero no le removieran su creatividad, y lo sacudieran cada día y cada noche, y en ese tiempo rígido y espeso, en su llegada, bajo el movimiento terco de un maelstrom personal lo hubieran tentado a su regreso para evitar ser una persona invisible, ya que él en su interior, así como nosotros, sabemos que él debe marcar esa diferencia que solo se logra con la escritura y sus caminos irredentos.
De tal manera al
quedarse, al persistir en adentrarse en esa tierra inhóspita al comienzo, ha logrado permanecer sin haber llegado a hacerse lo bastante conformista y haberse entregado
y aceptado esa sutil manera de dejarse modelar por dos o tres grandes imágenes,
o apreciaciones de un Brasil de postal en torno a las cuales sé que él algún día
nos contará su visión de ese país.
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