LA MALDAD POLÍTICA
Darío Ruiz Gómez
Me contaba una maestra que los más depravados sicarios en las Comunas , psicópatas que no podían irse a dormir sin haber matado
a alguien, sus compañeros los llevaban
sin que se dieran cuenta y una
vez traspasada una frontera
invisible lo abandonaban para que otros lo eliminaran. Cuando vemos a
un grupo de desalmados disfrazados de estudiantes intentando quemar una clínica renal con sesenta pacientes
dentro, seguir atacando ambulancias, buses con pasajeros dentro, derribando
sistemáticamente semáforos, entendemos
que lo que el petrismo ha calificado como “toma permanente de las calles”
en su intento fascista de llegar al poder, ya desbordó cualquier previsión al respecto y lo que en principio
tildamos de protesta justa, ha dejado de ser una reacción política para inscribirse dentro de una patología
social en la cual quien comenzó
protestando terminó
por ser un enajenado(a) devorado por una espiral de frenética violencia que ha terminado por transformarlo(a) en muchos casos en un(a) psicópata peligroso
(a), ávido(a) de destruir por destruir y
finalmente arrastrado por quienes sus jefes políticos, sin escrúpulo alguno,
convirtieron en sus compañeros de fechorías, esa delincuencia sacada de las
cloacas, experimentada en hacer
daño a la ciudadanía y a los cuales se les ha otorgado un espacio urbano carente de sanciones penales . “La maldad política –
regresamos a citar al indispensable
pensador que es Alan Wolfe- hace referencia a la muerte, destrucción y
sufrimientos intencionados, malévolos, gratuitos, inflingidos a personas
inocentes por los líderes de movimientos y Estados en su esfuerzo por
conseguir objetivos realizables” ¿En qué andará nuestra justicia para
establecer a tiempo la necesaria diferencia jurídica entre activismo político y terrorismo? ¿Para
determinar en qué momento la maldad política convierte al militante, al
estudiante, al profesor, al sacerdote o la monja, al pastor en un
asesino(a) despiadado(a) a nombre de una supuesta causa política? ¿Cómo
evitar que el extremismo se convierta en maldad política y que hasta el más
desprevenido ciudadano(a) se pueda un día convertir en un(a)
terrorista?
Alan Wolfe aclara que el mal
es abstracto –y diríamos nosotros que de
esta concepción nacen importantes textos filosóficos- pero “es hora de hablar
del mal en general y concentrarnos, por el contrario en la maldad política en
particular” ya que lo propio de la
maldad política, opino yo, consiste en la manera en que mediante leyes y normas
amañadas a sus intereses; que fue lo que hizo Enrique Santiago y el santismo,
mediante la destrucción de la opinión pública, de la utilización de los
llamados escándalos mediáticos para desacreditar a las Fuerzas
Armadas, han destruido la estructura
fundamental de una sociedad, la de sus valores morales. ¿Una Comisión de la
Verdad capaz de “fundamentar” la libertad de Santrich, o, de hacer un show
sentando a los autores de mayúsculos crímenes de guerra al lado de algunas de
sus víctimas? Precisamente refiriéndose a este iluminado texto de Alan Wolfe,
nos recuerda Michael Ignatieff que. “La precisión moral es una precondición
para la precisión política. Nada se gana y mucho se pierde si tratando de
movilizar la opinión pública para detener una masacre, la llamamos genocidio.
La magnitud del ultraje se degrada. La próxima vez cuando digamos que viene el
lobo nadie nos creerá” Cegados por la constante emisión de fake news por parte
de los grandes medios de mentiras que nos pretenden conducir a una indiferencia
cómplice ¿Cómo tratar de definir esta maldad en nuestro caso? ¿Grandes
empresarios en los capitales provenientes del secuestro, el narcotráfico, el
contrabando? La Postguerra va desvelando
lo que la ideología había ocultado: la sin medida violencia contra la
ciudadanía carente de respuestas proporcionales por parte de la justicia. Los
llamados medios de comunicación, sustituidos por las redes tratan de recetear la desacreditada retórica del “Acuerdo de Paz” Y es aquí donde el ciudadano mira asombrado como no es
la política la que ha estado mediatizando los hechos sociales sino la maldad
política que oculta el rostro de los grandes responsables de una tragedia anunciada
.Porque es terrorista no sólo quien pone bombas sino quienes auspician y protegen a los terroristas con sus
escritos y comunicados de apoyo.
P.D “La maldad en la
política” de Alan Wolfe se consigue en
PDF.
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