sábado, 8 de agosto de 2020

EL MUNDO NO SE ACABA / Darío Ruiz Gómez

 

EL MUNDO NO SE ACABA

Darío Ruiz Gómez

Ya digitalizado el testimonio de un periódico no puede ser despojado fácilmente de su significación, hacia cualquier futuro posible quedan sus textos en lo que se llama un estado de latencia hasta que algún estudioso necesitado de referencias sobre algún tema de nuestra vida nacional encienda su computador y encuentre lo que estaba buscando:  el azar dice Bonpland sólo le sale a quien lo busca. La ignorancia de los llamados analfabetos alfabetos, incluidos los “politólogos” de última hora, ha terminado por devorar cualquier intento de criterio científico el cual solamente se consigue mediante el rigor que nace del conocimiento de la historia de la ciencia, de las ideas, de precisar el marco conceptual que nos lleva a raciocinar para no caer en la peligrosa improvisación. Para investigar es necesario previamente despojarse de todo pre-juicio. De ahí la sofocante aridez de nuestra producción intelectual y científica dominada por los maniqueísmos.  Cuando era más feroz el intento del narcotráfico por doblegar nuestras instituciones recurriendo  a un  terror inimaginable y cuando las FARC, el ELN, el EPL y posteriormente  el Paramilitarismo  llevaron ese espanto al paroxismo con miles y miles de  de inocentes  asesinados en un frenesí desconocido, pocas  voces  tuvieron el valor moral de pronunciarse sobre estas brutalidades,  el periódico “El Mundo” de Guillermo Gaviria  Echeverri surgió para recordar que la barbarie no podía, vestida muchas veces de “teorías” al uso de totalitaristas  criollos, triunfar para imponer su desolada dictadura. Ante la barbarie   declararse liberal  constituye  todavía  un desafío que sigue siendo  mortalmente peligroso en esta democracia de papel.  “Y, se pregunta Zygmunt  Bauman, ¿Cómo pueden existir la democracia y el ámbito público sin opiniones informadas y deliberaciones públicas en lugar de esos escándalos  políticos  y reality shows que llamamos política en el presente?” Un periodismo que se negó a cambiar el criterio por la fabricación de escándalos, que se negó a la falsificación del lenguaje, a la sustitución de la cultura por los chismes de farándula, un periodismo que resaltó  el editorial como uno de los grandes géneros de pensamiento y compromiso con el ciudadano, que revalorizó la columna de opinión incorporando nuevas  voces y se reconoció en la certificación de la pluralidad de las regiones y por primera vez dio importancia a las diversidades culturales urbanas, “El Mundo” de Guillermo Echeverri, abrió un espacio necesario  a una opinión independiente que los radicales  y oportunistas  de ambos bandos no estuvieron  dispuestos a aceptar.  La “toma de Urabá” –  porque la toma del Magdalena Medio fue un fracaso -  por parte de las FARC era un objetivo primordial del Comité Central del Partido Comunista, ya que de lograr declararla como una “República Independiente” se estaría consolidando un eje con Nicaragua y Cuba. Y para ello se pusieron en marcha las diferentes formas de lucha como el aseguramiento de los territorios mediante el terror contra la población nativa, crímenes selectivos, el pistoletazo contra soldados y policías. Las tres matanzas de obreros de dieciséis, dieciocho y doce trabajadores de Sintrainagro  bajados de  los buses, amarrados y rematados con un tiro de gracia, orgía de sangre  a la cual se sumó la matanza de 35 vecinos de la Chinita, indicó que la toma de Urabá por parte de las FARC – como lo relató la Negra Karina-  no iba a contar con escrúpulo alguno por parte del Comando Central que en La Llorona acribilló a una treintena de soldados y en la invasión a un cuartel mató a cerca de ochenta soldados y continuó matando sin piedad alguna como el ELN o los Castaño. Matanzas celebradas en las ciudades por parte de la progresía pequeñoburguesa como un “triunfo revolucionario”. Con rigurosa exactitud estas acciones sediciosas vinieron acompañadas del comienzo de la desinformación, del fake news, del descrédito y banalización de la tarea periodística.  Sobre este proceso de infinita maldad reaccionaron los grandes editoriales de Guillermo Gaviria, mis columnas como análisis objetivos de esas estrategias de terror  que llevaron a la famosa Paz de Santos-Farc una de las más grandes farsas de nuestra historia y que desde la perspectiva que hoy va inevitablemente arrojando luz sobre esos horrores, sacando a flote el nombre de los responsables convierte en cómplices a quienes callaron ante esa barbarie. Leer estos documentos es leer documentos de Historia y no información efímera en tanto se ha eludido lo inmediato enmarcando la violencia en la complejidad que comporta, en las deliberadas mentiras que trataban de justificarla. Doy gracias a este periódico por haberme dejado escribir durante treinta años mi visión de los hechos haciéndolo sin censuras a mi independencia intelectual.   

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