viernes, 3 de enero de 2020

El Muñeco Colombiano (José Daniel Duarte Peña) / Víctor Bustamante


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El Muñeco Colombiano (José Daniel Duarte Peña)

Víctor Bustamante

Hay dos conocidos relatos de Kafka, “El artista del hambre” y “El artista del trapecio”, donde refiere la vida dura de aquellas personas que deciden consagrarse al arte como forma y norma de vida. Por supuesto que, en este caso, la vida de estas personas no dejan de asomarse al abismo de la desesperanza ya que se corre el riesgo de no triunfar sino de mantenerse a flote por la pasión y por el deseo de permanecer fiel a ese arte que cada uno ha logrado perfeccionar debido a su persistencia, es decir a la enajenación, ya que un artista se aparta de la reglas y de la normalidad de lo cotidiano por dedicarse a su arte, es decir a la representación de sí mismo. Algo es cierto el abismo atisba desde todo punto de vista a aquellos artistas que persigue el triunfo y no lo logran, pero han olvidado que su camino está lleno de momentos inverosímiles.

Este es el caso de José Daniel Duarte Peña. Lo encontré un domingo en pleno centro del Parque de Bolívar donde trataba de entretener a las personas qué, sentadas en las gradas, lo observaban bailar, lo escuchaban cantar parodias de canciones de Piero, siempre con humor a flor de piel, también sus chistes y chascarrillos, además del elogio de la cotidianidad como algo que es decisorio romper ante su seriedad, así las eventualidades de la vida le traigan cada día la necesidad de actuar para conseguir algo de dinero.

En realidad su maquillaje lo hace asemejar a un muñeco debido a que queda sin movimiento facial, se parece a Ken el amigo de Barbie y además sabe moverse a ritmo mecánico al ritmo de la música. A veces uno cree que posee los pasos de Michael Jackson, otras veces parece que imitara los movimientos de una marioneta que al despertar quiere asemejarse su movimiento al humano sin lograrlo.

Duarte no está teorizando sobre la condición del artista, sobre las diversas maneras de abordar una obra de arte, sobre el público y sus circunstancias y aceptación. No, él se ha hecho así mismo porque por su sangre fluye el torrente de representarse, de ser artista a su manera.

Para su presentación, Duarte, ya convertido en Ken, pierde su expresividad y quiere ser un muñeco de caucho, y es en esta inexpresividad de su rostro donde conmueve al público. Un público callejero que no ha salido a ver ningún espectáculo sino a caminar y vivir las calles, y de repente en el parque se ha encontrado con él, en ese momento fortuito entre el que actuar y quien se dispone a abrevar un momento de su tiempo para mirarlo y entretener. De ahí que él no posea un escenario especifico, detenido en una sede de teatro fija sino que la calle, los parques le sirven de escenario disponible para instalar su equipo de sonido y disponerse a saludar a sus espectadores, todos habituales de la calle, encontrados al azar.

Tal vez el público que lo acompaña le tenga cariño, ya que todos tuvimos alguna vez la compañía de algunos muñecos, que fueron quedando en casa luego de que la adolescencia borrara la niñez atiborrada de muñequitos de las más disímil catadura como una creación cercana a lo que sea una persona que nos ha acompañado en diversas formas. Eso sí Duarte encarna la realidad de un nuevo tipo de muñeco impuesto por la creadora de la Barbie, que en 1961 lanza al mercado a Ken Carson para que la Barbie no esté sola en el mundo de las niñas. Pero Duarte, ya convertido en el Muñeco colombiano, es un juguete que se mueve, es un humano convertido en muñeco un caso de involución.  En su esencia es un artista sin los flashes de la tele y los andamios personales que lo encumbren. Él, siente su arte, y lejos de los medios, se hace a sí mismo y nos representa.

El público que lo acompaña siempre anónimo llega sin invitación y sin publicidad, pero al actor no le molesta; él sabe que va tras sus quimeras y en nada lo diferencian de los actores llamados consagrados y los actores callejeros, ya que en la calle es espontáneo, seguro y, además, una suerte de vagabundo que va de ciudad en ciudad.

También en escena lo acompaña el Hombre Noticias que, vestido de periódicos, baile música electrónica y le dan el realce a esos artistas callejeros, a los cuales el rebusque no los anonada; la incertidumbre es su norma de vida.







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