miércoles, 25 de diciembre de 2019

HISTORIA Y MENTIRA / Darío Ruiz Gómez


HISTORIA Y MENTIRA
Darío Ruiz Gómez
Lenin, de quien se descubren más y más atrocidades,  enfocaba  la Historia desde la idea de  la lucha de clases  y desde este caprichoso concepto  justificó los  setenta millones de víctimas de sus teorías  totalitarias. En un momento determinado se dio a la tarea de replantear  la Filosofía para  rechazar  lo que consideraba “Filosofía burguesa”, el resultado tal como lo analizó Merleau-Ponty fue deplorable por su ignorancia filosófica  y sobre todo por desconocer que la filosofía nace del preguntarse, un acto de soberanía personal que no podía permitir quien defendía  “que  el  pensamiento era  colectivo”. ¿Ha visto alguien pensar a las masas? La Academia de Historia de la Unión Soviética que  impuso una verdad falsificada  ya pueden ustedes suponer  las adulteraciones   que  inventó, igualmente  las iniquidades  que  cometieron  al condenar  a los historiadores que se salieron de su ortodoxia; burócratas del Partido,  ignorantes que  condenaron  a quienes defendían el derecho a  plantear  una Historia bajo otros parámetros. ¿No existe acaso una historia de la infamia, del abuso contra los inocentes, no existe acaso la necesidad de escribir una historia del secuestro? “Cuando los hechos –ha dicho la historiadora  Carmen Iglesias, se cambian por opiniones hay que echar a correr pues la ocultación de los hechos, la mentira, contiene un elemento de violencia para normalizar sus vidas” ¿Cómo pretende  borrar Iván Cepeda hechos de violencia que cada víctima  de las FARC llevan  marcadas  indeleblemente y que no son una memoria  falsificada  sino la memoria personal de cada sobreviviente?  La tarea de los distintos historiadores  sobre el estalinismo  en Europa  ha consistido  en enfocar  esa  dañina  utopía  desde la perspectiva moral del humanismo y la  visión  universal de la justicia,  enmarcando lo que jurídicamente  aquel totalitarismo  justificó  en la peor de las  agresiones históricas  contra lo sagrado de la condición humana . Investigaciones  que no han cesado de crecer  como recuento objetivo de  la depravación de una ideología  convertida en religión  para  justificar el sacrificio de millones y millones de vidas humanas con el único objetivo de lograr una  supuesta “patria socialista” de la cual solamente quedaron hambre, persecución, cárceles y que mal aplicada  por un grupo sedicioso  a la  realidad  colombiana  se convirtió  en  una  ofensa a las distintas comunidades del país, a nuestra civilidad. La Historia de lo que ellos llaman pomposamente “guerra”  y que ninguno de ellos ha escrito, tiene que ver con el replanteamiento  que les  comienza a hacer  una objetiva revisión  de su fracaso: ¿Cuándo  su discurso totalitario aceptó la pluralidad cultural del país y que a partir de esta pluralidad era y es imposible hablar de lucha de clases? ¿En qué momento la aculturación de la extrema izquierda de la CRIC empezó siquiera a legitimar la diferencia que reclaman  sus etnias? ¿Cuándo respetaron la diversidad cultural de los pueblos campesinos andinos o costeños? ¿No destruyeron a los Auá metiéndolos al narcotráfico?  Como historia de la violencia quedan miles de fusilamientos de campesinos  - recordemos  a los monstruos de Javier Delgado  en Tacueyó  o de Braulio Herrera imponiendo  el terror  revolucionario.  Lo que los  activistas convertidos  motu propio en “historiadores” leninistas  Iván Cepeda, Sanguino, Feliciano  Valencia y Gloria Pizarro han olvidado  al colocar al Director del Instituto de la Memoria Darío Acevedo contra el paredón del Congreso  es que ya no existen los paredones cubanos ni los brutales juicios de Praga o Moscú donde el estalinismo  mostró toda su diabólica maldad  y esta broma macabra de intentar revivirlos  sólo puede darse en un país donde  se desconoce la Historia de las Ideas. Con la rabiosa actitud de un Comisario soviético Iván Cepeda intenta impedir que el  historiador demócrata   lea  los hechos de una infamia  imposible de adulterar ya que hoy las víctimas  silenciadas  son los historiadores de su misma tragedia. En cuanto al silencio de los llamados  intelectuales basta recordar aquello que sobre los terribles juicios comunistas de Praga dice Arthur London: “Un intelectual comienza a traicionar en el momento en que se le ocurre pensar que el Partido siempre tiene la razón”

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