lunes, 17 de junio de 2019

LA KAKANIA DE SANTOS / Darío Ruiz Gómez


LA KAKANIA DE SANTOS
Darío Ruiz Gómez

Robert  Musil  es uno de los más grandes escritores del siglo XX y en  “El hombre sin atributos”  describe  al  humano  que llega por física ausencia de motivaciones  a  transformarse  en lo más anodino,  aun cuando a veces crea que piensa, que,  incluso tiene ideas  cuando en realidad  vegeta en la inmovilidad de una sociedad mediatizada por la mediocridad más absoluta,  el  melodramático  escenario de un reino, el llamado Imperio Austro Húngaro donde políticos, cortesanos, burócratas  se dedican a hacer la pantomima de lo que para cada uno de ellos, según su propio ingenio,  tendría que ser el Estado  propicio a sus  tontos anhelos de sentirse la imagen  del  guerrero  y del aristócrata  cuando en realidad no son otra cosa que una opereta  que transcurre dentro  del más edulcorado  sentimentalismo,  el reinado de la polka   y la peluca del nuevo rico, la ordinariez  del  parvenu,  del polítiquero  con ínfulas de patricio, un Congreso , que  se divierte, enajenado en su autismo,  mientras afuera circula crudamente  la borrasca de la guerra, de los galopantes nacionalismos.  ¿Cómo tener cualidades en el reinado del medio pelo social donde ejercen sus dominios los Condes de Cuchicute,  los travestidos  protagonistas del narcotráfico  disfrazados de aristócratas ?  Las imágenes  de la cena de negocios que la Reina Isabel de Inglaterra ofreció a nuestro entonces Presidente Santos  y su cohorte de empingorotados personajes,  dándoles   la ilusión de haber sido ungidos,  gracias a un toque misterioso,  de toda  la  finess  de la aristocracia histórica, se despliega aún entre el  duermevela de cada ciudadano colombiano  agobiado por  la violencia y las desmesuras de la economía, como una imagen  de la grotesca  Kakania con que Musil retrató con la ironía propia de los espíritus superiores  la caricatura de Imperio donde la política  y las leyes  en manos de ineptos  se convirtieron en  lánguidos  cuadros escénicos  de una astracanada. Creo que fue lo que sentimos luego de que el Presidente  anunciara que había comprado un palacete cerca a Buckingham Palace para estar más cerca de la Reina  una vez terminara  su mandato en un ignorado país tropical.  La honda reflexión moral que Musil hace de una sociedad cuando su gobierno  pierde su relación con la verdad  y la justicia  solamente podría hacerse, repito,  como una farsa cuyo oscuro fondo  golpea sin piedad alguna al ciudadano de a pié, a la víctima de la Historia pero por fortuna produce la reacción de los espíritus libres, de la inteligencia rectora. ¿Y la ofesiva  esfinge, la  Canciller que sólo habló con Maduro a cuya policía secreta le entregó los dos dirigentes estudiantiles?

Para darle forma literaria a la farsa de la vida política española,  Valle Inclán  la calificó de   esperpentos,  ya que ¿Quién podría tomarse en serio esta sustitución de la verdadera  política por la farsa, esta conversión de la justicia en una zarzuela  pueblerina  en manos de jueces y juezas, de magistrados y magistradas cuya ignorancia del espíritu de las leyes responde  directamente a la administración de la ignorancia y por lo tanto, tal como aconteció en Kakania al odio  desenfrenado a la inteligencia? ¿Dónde  podría objetivarse de manera más clara esta mediocridad, este “pesimismo”  propio de almas vaciadas de cualquier ilusión sino en la prensa, en el periodista de escándalos convertido en el supuesto testigo crítico de los azares de su época? ¿A qué país nos referimos entonces cuando hablamos de Colombia? Una cosa es la Kakania de Santos y su cohorte de farsantes  y otra la Colombia real que nunca dejó de afirmar su verdad.     

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