DELITO
POLÍTICO Y SOCIEDAD
Darío
Ruiz Gómez
La
histérica reacción de César Gaviria ante
siete objeciones a los 159 artículos del acuerdo de Paz de la Habana, por parte
del Presidente Duque, lo que ha puesto
de presente es el hecho de que, en lo que cualquier democracia constituye
un derecho inalienable, no solo de parte del Presidente sino de
cualquier ciudadano de opinar libremente sobre cualquier tema que concierna a
la vida en común, para la izquierda y
bochornosamente para el Partido
Liberal y Cambio Radical, el Partido de
la U, se ha convertido en un despropósito que, sin leer siquiera, han
rechazado de inmediato. A un
Partido como el Liberal históricamente
referenciado en su afirmación de los derechos ciudadanos, de libertad de credos, al derecho a la libre asociación, a la
libertad de expresión; contenidos sometidos a sangrientas persecuciones y cuyos logros se han objetivado en la defensa permanente de
la vida republicana ante las agresiones de la barbarie, no pueden ser olímpicamente olvidados por quien dejó de ser el dirigente de una
colectividad democrática para convertirse en un politiquero que impone tiránicamente sus caprichos “Pero César Gaviria –recuerda Carlos Alberto
Giraldo en “El Colombiano” - cree que la
amnesia social de los colombianos siempre cobija sus reculadas, que nadie se
acuerda de que cada año fija posturas al límite de antítesis disparatadas.
Ahora pareciera darse por indignado frente a las objeciones del Presidente
Duque a la JEP ¿Era que esperaba algo
distinto? ¿Tal vez una sobredosis de incoherencias como las que
él acostumbra inyectarle a su liberalismo
matrero, parásito, hueco?” Es desde esta coyuntura de pataleos y de
caprichos personales, desde donde
podemos hacer un análisis objetivo sobre
el gran político que fue hace diez años Vargas Lleras convertido en el actual aventurero dedicado a obtener resultados electorales y
nada más sin que le importe la problemática del país. “El Partido Liberal,
según la célebre frase de Alfonso López
Pumarejo, debe ser siempre un Partido de
oposición” recordando la necesidad de mantener en todo momento una actitud
fiscalizadora contra la corrupción, el despilfarro, el caciquismo. ¿Crisis de los Partidos, nostalgia de una
verdadera clase política? Lo uno y lo otro porque la erosión callada y
sistemática de la Democracia se ha instaurado desde una parodia de vida parlamentaria, desde la declarada
inmoralidad de estos dirigentes capaces de olvidar su responsabilidad ante los valores de la República, para, por
puro resentimiento personal , ponerse
del lado de quienes llenaron de
dolor y sufrimiento a la sociedad colombiana, y continúan en la tarea de socavar las instituciones.
Recordémosle a nuestra justicia que existen los delitos de
terrorismo e incitación al odio consagrados por la justicia universal y que
castigar estos delitos no corresponde ni al Ejército ni a la Policía sino a los
altos jueces. ¿Qué están o estuvieron haciendo en el Cauca Piedad Córdoba y Robledo, Petro? ¿Justificar el terrorismo tal como lo ha hecho el CRIC?
Incitar al odio llevó ha llevado a una reacción justificada de campesinos,
pequeños comerciantes, transportadores, viajeros, indígenas democráticos, frente a estos desenfrenados dirigentes, en una reacción de inconsecuencias
imprevisibles pues lo que ha puesto al descubierto la Minga es que lo que
debería haber servido para abrir el camino hacia el reconocimiento de una
sociedad plural, ha terminado por
convertirse en una abierta demostración
de negación de esta pluralidad. Está claro en los acuerdos de Paz que ellos
firmaron y está claro en la justicia
universal, que si habían renunciado a las diferentes formas de
lucha armada, deben cumplirlo para que
esa Paz que tanto pregonan sea cierta con el diálogo y no con las vías de hecho.
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