POLÍTICA
Y AMISTAD
Darío
Ruiz Gómez
¿Por
qué a causa de diferentes concepciones políticas llegan dos
amigos a distanciarse para siempre? Ya
en mi niñez fui testigo de las atrocidades cometidas por diferencias
insalvables de creencias religiosas no
solo entre ciudadanos sino lo peor, entre hermanos o familiares. ¿Matar a otro
ser humano a nombre de Dios? ¿Discriminar a una niña a causa de las ideas
políticas de su padre? La presencia de esas salvajadas se queda impresa para
siempre en el recuerdo de un niño o de una niña, de una madre, como un interrogante que va abriéndose al
dolor a medida que con los años la vida nos va descubriendo toda su
complejidad, mostrando sus encrucijadas. La mano del amigo certifica la compañía
necesaria para enfrentar las tinieblas que los falsos profetas arrojan continuamente sobre el mundo. Hablar por hablar –las inmortales lecciones socráticas de los amigos en las
esquinas del barrio- es despojar al lenguaje de cualquier asomo de fatalismo
porque cuando a causa de la peor de las cerrazones mentales que es el fanatismo político se cierran las puertas al diálogo, se abre, recordaba Antonio Machado, la
irracionalidad extrema del cainismo:
las depresiones individuales se
manifiestan como un odio cerrado que al negarse al diálogo busca chivos
expiatorios en los cuales descargar esa
frustración y a nivel de la sociedad estalla en un conflicto irracional entre
amigos y hermanos. La justicia no puede limitarse a dar como verdadero lo que informan los soplones, los
conspiradores de taberna, esa metodología despiadada que termina por
introducir la sospecha en el espacio de lo que fue la
confianza. Volvamos con Ortega y Gasset a distinguir entre las ideas que son hijas de la duda, hipótesis
sobre la realidad y las creencias que nos
acogen cuando el porvenir se ensombrece
pero que en la sociedad actual se han
transformado en fundamentalismos feroces. Al desaparecer el individuo como raíz de una sociedad libre nace el zombie actual. En una revista fundamental para el
pensamiento moderno “Le Temps Modernes”
coincidieron tres grandes pensadores
amigos: Sartre, Merleau -Ponty y Camus, una gran amistad que termina abruptamente cuando, como lo narra Simone de Beauvoir en su
novela “Los mandarines”, llega la
noticia de la existencia de los Gulags
soviéticos, campos de concentración donde mueren cerca de quince millones de
personas.
El
dogmático Sartre vota por callar ya “que
esta noticia puede ser aprovechada por el capitalismo norteamericano en contra
de la revolución” Camus y Merleau Ponty se niegan a ello y la amistad con
Sartre se rompe para siempre. Cabrera
Infante en un texto estremecedor, “Mea Cuba” y sobre todo en “Mapa dibujado por
un espía” nos describe lo que más le duele en el momento en que llega
a constatar lo peor a su regreso a Cuba: las traiciones de los viejos amigos a nombre de una revolución que lleva dentro signado su fracaso y que hoy, como en una broma, acaba de suprimir la
palabra comunismo. A la muerte de Merleau- Ponty, Sartre escribe un texto
magistral sobre la amistad perdida, esa tarea permanente de discusión y discrepancia, de
lucidez, un ejercicio cotidiano de la
contradicción. Sartre comprobará sin llegar a aceptarlo públicamente la caída
de ese cruel paraíso comunista. Si la política convertida en utopía de
burócratas siniestros destruye los lazos
humanos creados por el afecto, lo que resta es un mundo sin lealtad al origen. ¿Escribir en la lengua de los
asesinos o desde la desolación de quienes lo han perdido todo? En tiempos así Borges prefirió al amigo
invisible. P.D La construcción de la democracia necesita urgentemente del
aporte crítico de Jorge Enrique Robledo, Sofía Gaviria, Sergio Fajardo.
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