Pawel Kuczynski |
EL
HOMBRE QUE NO ESTUVO AQUÍ
Darío
Ruiz Gómez
El
hoy expresidente Santos simplemente
salió del país olvidando que debía solicitar permiso para ello al Congreso.
¿Olvidando o haciéndolo olímpicamente por parte de quien, como acertadamente
recordaba un comentarista, nunca pareció
tener en cuenta las leyes y normas que rigen la vida de este país porque nunca
se sintió parte de éste? Alguien que una
vez instalado en la presidencia se olvidó del ciudadano
que le dio el triunfo en las
urnas. ¿No fue hace quince días a
entregar las obras de mitigación que en Mocoa debían prevenir una nueva
tragedia como la presentada hace dos años y que ahora se volvió a presentar? El criollo
santafereño según Hernando Téllez nunca
se llegó a sentir identificado con estas tierras considerándose un aristócrata
de la metrópoli. El síndrome del Conde de Cuchicute y de la Marquesa de Yolombó, la falsificación
histórica como premisa política y cultural. ¿No visitó San Andrés para hacer “acto de presencia” después de perder nuestro mar territorial,
para no volver jamás a cumplir sus promesas? Todavía hoy después de siete años
los habitantes de Gamarra se quejan de los errores de construcción, del mal
urbanismo, de los inmensos sobrecostos como consecuencia de la corrupción de
políticos y gamonales. Vuelvo a recordar la sorpresa que sentí al ver la foto
de un gran empresario como Luis Carlos Sarmiento, aquí en Medellín dando inicio
con su firma de ingenieros a lo que pomposamente se llamó las grandes autopistas de la
montaña. ¿Las ha visto algún afortunado viajero que todavía debe someterse a la
azarosa carretera que va de Medellín a la Pintada plagada de tractomulas? Pero la desaparición del país nacional se hizo
patente sobre todo en los distintos
medios de comunicación del “país nacional bogotano” y en la actitud centralista de la clase política, en la relajación moral que se
apoderó de la justicia tal como se puso de presente en esa pintoresca y falsa
élite de magistrados y altos jueces, en esa caricatura social que surgió con la proliferación de
corruptos o sea con la mañesería de nuestros nuevos ricos. ¿No se va en el momento en que en el llamado
postconflicto se abren más y más heridas y aumenta el número de víctimas a causa de las
minas personales que las Farc prometieron eliminar? La clave de esta historia está en la
invitación de la reina de Inglaterra a un banquete en su honor, culminación de un sueño infantil – Santos se formó en Inglaterra- que
no encontró la resonancia esperada a nivel nacional
pues los créditos de esa monarquía han caído ostensible y notoriamente y el Bogotá donde los grandes periódicos se
ufanaban de sus exclusivísimas “Páginas de alta sociedad” ya no existe y
esas páginas se dedican hoy a la vida de farándula.
Es
todo aquello que el viento inevitablemente se llevó: por eso mismo
estamos percibiendo que la prosa centenarista
de columnistas y áulicos que lo aplaudieron también comenzó a mostrar su vacuidad, a convertirse en la hojarasca que viene después del despilfarro de la prosperidad en
manos de los corruptos, melancólica hojarasca que invade los recintos del palacio donde ha quedado
el fantasma del Patriarca en su otoño prematuro, la figura alucinada del
hombre sin patria que- recordemos el extraordinario cuento de
Kipling - quiso un día ser rey.
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