domingo, 19 de agosto de 2018

EL HOMBRE QUE NO ESTUVO AQUÍ / Darío Ruiz Gómez

Pawel Kuczynski



EL HOMBRE QUE NO ESTUVO AQUÍ

Darío Ruiz Gómez

El  hoy expresidente Santos simplemente salió del país olvidando que debía solicitar permiso para ello al Congreso. ¿Olvidando o haciéndolo olímpicamente por parte de quien, como acertadamente recordaba un comentarista,  nunca pareció tener  en cuenta las leyes y normas  que rigen la vida de este país porque nunca se sintió parte de éste? Alguien  que una vez instalado en la presidencia se olvidó  del ciudadano  que  le dio el triunfo en las urnas. ¿No fue hace quince  días a entregar las obras de mitigación que en Mocoa debían prevenir una nueva tragedia como la presentada hace dos años y que  ahora se volvió a presentar? El criollo santafereño  según Hernando Téllez   nunca se llegó a sentir identificado con estas tierras considerándose un aristócrata de la metrópoli. El síndrome del Conde de Cuchicute  y de la Marquesa de Yolombó, la falsificación histórica como premisa política y cultural. ¿No visitó  San Andrés  para hacer  “acto de presencia”  después de perder nuestro mar territorial, para no volver jamás a cumplir sus promesas? Todavía hoy después de siete años los habitantes de Gamarra se quejan de los errores de construcción, del mal urbanismo, de los inmensos sobrecostos como consecuencia de la corrupción de políticos y gamonales. Vuelvo a recordar la sorpresa que sentí al ver la foto de un gran empresario como Luis Carlos Sarmiento, aquí en Medellín dando inicio con su firma de ingenieros a lo que pomposamente  se llamó las grandes autopistas de la montaña. ¿Las ha visto algún afortunado viajero que todavía debe someterse a la azarosa  carretera que va de Medellín  a la Pintada plagada de tractomulas?  Pero la desaparición del país nacional se hizo  patente sobre todo en los distintos medios de comunicación del “país nacional bogotano” y en  la actitud centralista de la  clase política, en la relajación moral que se apoderó de la justicia tal como se puso de presente en esa pintoresca y falsa élite de magistrados y altos jueces, en esa caricatura  social que surgió con la proliferación de corruptos o sea con la mañesería de nuestros  nuevos ricos.  ¿No se va en el momento en que en el llamado postconflicto  se  abren más y más heridas  y aumenta el número de víctimas a causa de las minas personales  que las Farc  prometieron  eliminar?  La clave  de esta historia  está  en  la invitación de la reina de Inglaterra a un banquete  en su honor, culminación de un sueño  infantil – Santos se formó en Inglaterra- que no encontró  la resonancia  esperada a nivel  nacional  pues  los créditos  de esa monarquía  han caído ostensible y notoriamente  y el Bogotá donde los grandes periódicos se ufanaban de sus exclusivísimas “Páginas de alta sociedad” ya no  existe y  esas páginas se dedican hoy a la vida de farándula.

Es todo aquello  que el viento  inevitablemente se llevó: por eso mismo estamos percibiendo  que la prosa centenarista  de columnistas y áulicos  que lo aplaudieron  también  comenzó a mostrar su vacuidad, a convertirse   en la hojarasca  que viene  después del despilfarro de la prosperidad en manos de los corruptos,  melancólica  hojarasca que  invade los recintos del palacio donde  ha quedado  el fantasma del Patriarca en su otoño prematuro, la figura alucinada del hombre sin patria  que-  recordemos el extraordinario cuento de Kipling -  quiso un día ser  rey.    

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