lunes, 4 de junio de 2018

OTRAS PALABRAS EN OTRO PAÍS / Darío Ruiz Gómez



Pawel Kuczynski

OTRAS PALABRAS EN OTRO PAÍS

Darío Ruiz Gómez

Recordemos  aquella distinción  de  Jorge Eliécer Gaitán entre país nacional  y “país nacional bogotano” y  que  en el  gobierno  de Santos  centralista  y  “bogotano”  se convirtió en una afrenta  al establecer una discriminación   entre una minoría  bogotana supuestamente aristocrática, refiné  y el resto del país mirado como un mundo provinciano, como una masa exótica de mestizos incapaces de vivir los protocolos de la vida “de alta sociedad”.  Hernando Téllez no dejó de burlarse de lo que consideraba  un complejo propio de los criollos santafereños quienes  carentes  de un verdadero linaje convirtieron las viejas y rústicas haciendas sabaneras en  caricaturas  de castillos para dar paso a un más melancólico simulacro de vida cortesana. La vida política y parlamentaria,  centrada en Bogotá acabó convirtiendo a los políticos y representantes  no en voceros de  las regiones  sino en arribistas sociales a la búsqueda de ser aceptados en estos “altos círculos cosmopolitas” y dando paso como “bogoteños” a otra forma del acomplejado social.  De esta manera el país nacional desapareció por completo de los medios de comunicación, del lenguaje político y por supuesto de las distintas formas de expresión de la cultura tal como radicalmente ha sucedido en estos ocho años donde  a la raíz necesaria  para la vida de un país  tal como lo es la provincia se la convirtió en una periferia invisible donde se libraba una  desconocida lucha  entre las  fuerzas del orden y grupos de presuntos insurrectos.  ¿Ha conocido  alguna vez el Ministro Cárdenas cuál es el país campesino, rural, regional  sobre el cual ha derramado unas normas económicas abstractas? ¿Cuál es la diferencia entre la cultura de los pobres y la derrota humana de los lanzados a la miseria? ¿Ha recorrido alguna vez la compleja y extraordinaria geografía del país el Ministro de Obras públicas  al conceder a  firmas nacidas para la ocasión  las grandes vías que supuestamente nos iban a sacar del atraso y el terror comunicando entre sí a los  aislados territorios? Por otro lado el proyecto político  totalitarista tuvo  como propósito – por eso comenzó por prohibir la enseñanza de la Historia de Colombia-  destruir la herencia de las conquistas  civiles, la educación para la libertad, una agricultura tecnificada, el desarrollo de las ciudades, someter el lenguaje, ideologizar las diferencias, negar la pluralidad con el populismo. Desplazamientos  forzados, el sufrimiento del exilio  a nombre de un proyecto totalitario  no constituyen  experiencias  históricas de otros pueblos, son nuestras  propias  experiencias  y sobre las cuales ha llegado el momento de la reflexión, de la recuperación  necesaria de la justicia y de la verdad, el rostro negado de las víctimas.

¿De cuál país hablamos si carecemos de un proyecto nacional? ¿Hacia dónde se proyecta entonces lo que llamamos política si no la referimos a un país real?  ¿No rehuyen  el juicio de la Historia quienes ahora  pretenden desconocer  la condena  por parte de los Tribunales Internacionales  de  estos  totalitarismo  que llenaron de dolor y sufrimiento nuestros campos  y ciudades y ahora se disfrazan de demócratas para sus fines electoreros ? ¿Puede  un representante de este totalitarismo  convertirse en ícono  de una juventud que supuestamente anhela la liberación del explotado, la libertad de la cultura? Que se lo pregunten a la juventud nicaragüense que pone muertos para que caiga la dictadura “socialista” de Ortega y su conyugue, que se lo pregunten a los estudiantes venezolanos masacrados por Maduro.

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