Pawel Kuczynski |
OTRAS
PALABRAS EN OTRO PAÍS
Darío
Ruiz Gómez
Recordemos
aquella distinción de Jorge
Eliécer Gaitán entre país nacional y
“país nacional bogotano” y que en el gobierno de Santos centralista
y “bogotano” se convirtió en una afrenta al establecer una discriminación entre
una minoría bogotana supuestamente
aristocrática, refiné y el resto del
país mirado como un mundo provinciano, como una masa exótica de mestizos
incapaces de vivir los protocolos de la vida “de alta sociedad”. Hernando Téllez no dejó de burlarse de lo que
consideraba un complejo propio de los
criollos santafereños quienes carentes de un verdadero linaje convirtieron las viejas
y rústicas haciendas sabaneras en
caricaturas de castillos para dar
paso a un más melancólico simulacro de vida cortesana. La vida política y
parlamentaria, centrada en Bogotá acabó
convirtiendo a los políticos y representantes
no en voceros de las regiones sino en arribistas sociales a la búsqueda de
ser aceptados en estos “altos círculos cosmopolitas” y dando paso como
“bogoteños” a otra forma del acomplejado social. De esta manera el país nacional desapareció
por completo de los medios de comunicación, del lenguaje político y por
supuesto de las distintas formas de expresión de la cultura tal como
radicalmente ha sucedido en estos ocho años donde a la raíz necesaria para la vida de un país tal como lo es la provincia se la convirtió
en una periferia invisible donde se libraba una desconocida lucha entre las
fuerzas del orden y grupos de presuntos insurrectos. ¿Ha conocido alguna vez el Ministro Cárdenas cuál es el
país campesino, rural, regional sobre el
cual ha derramado unas normas económicas abstractas? ¿Cuál es la diferencia
entre la cultura de los pobres y la derrota humana de los lanzados a la
miseria? ¿Ha recorrido alguna vez la compleja y extraordinaria geografía del
país el Ministro de Obras públicas al
conceder a firmas nacidas para la
ocasión las grandes vías que
supuestamente nos iban a sacar del atraso y el terror comunicando entre sí a
los aislados territorios? Por otro lado el proyecto político totalitarista tuvo como propósito – por eso comenzó por prohibir
la enseñanza de la Historia de Colombia- destruir la herencia de las conquistas civiles, la educación para la libertad, una
agricultura tecnificada, el desarrollo de las ciudades, someter el lenguaje,
ideologizar las diferencias, negar la pluralidad con el populismo.
Desplazamientos forzados, el sufrimiento
del exilio a nombre de un proyecto totalitario no constituyen experiencias históricas de otros pueblos, son nuestras propias
experiencias y sobre las cuales
ha llegado el momento de la reflexión, de la recuperación necesaria de la justicia y de la verdad, el
rostro negado de las víctimas.
¿De
cuál país hablamos si carecemos de un proyecto nacional? ¿Hacia dónde se
proyecta entonces lo que llamamos política si no la referimos a un país real? ¿No rehuyen
el juicio de la Historia quienes ahora
pretenden desconocer la condena por parte de los Tribunales
Internacionales de estos
totalitarismo que llenaron de
dolor y sufrimiento nuestros campos y
ciudades y ahora se disfrazan de demócratas para sus fines electoreros ? ¿Puede
un representante de este totalitarismo convertirse en ícono de una juventud que supuestamente anhela la
liberación del explotado, la libertad de la cultura? Que se lo pregunten a la
juventud nicaragüense que pone muertos para que caiga la dictadura “socialista”
de Ortega y su conyugue, que se lo pregunten a los estudiantes venezolanos
masacrados por Maduro.
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