Marcha de las Putas, Medellin, 2014

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La marcha de las Putas

Medellín

2014

Víctor Bustamante

En apariencia hay cierto equilibrio en el sentido de que las personas marchen, reclamen y digan lo que piensen, exigencias éticas de lo que es una democracia. Pero, existe un pero que es inexcusable, el papeleo: los permisos; todo lo que la burocracia pide para poder marchar, desde ahí comienza el tropiezo. Luego vemos en las calles lo prohibido, y que no necesita permisos, porque nadie lo cumple y los encargados nos hacen creer que todo va muy bien en la Ciudad más Innovadora del Mundo. En las aceras, en las calles tomadas por el subempleo: vendedores de cds con música, películas y libros piratas. Aunque no hablo de los jibaros, no hablo de la prostitución juvenil, menos de los atracadores callejeros.  Esto para decir que el cumplimiento de la norma es apenas algo liviano que ronda por ahí: lo ilícito, pero legal, es la vida salvaje del centro de la ciudad.

Esta es la atmosfera para que comience la marcha y reclamen las mujeres. Allí fuimos a acompañarlas. Siempre amo las marchas, las personas que reclaman, que denuncian, que algo tienen para decir ,dentro de ese universo reglamentado desde las altitudes, sin actitud, de la burocracia que cada día escuchamos en las noticias, en los programas dedicados a ellos; todo sucede en el país alrededor de la atmosfera política, debía decirlo de una vez, de la farándula política, aquella que nos habla desde la mañana en la doble u, en Caracol en Rcn en todas las cadenas, hablan, peroran, dan soluciones; en una sola palabra: mienten y así los escuchamos con ese fatídico y falso signo redentor de cada uno de ellos. Si le preguntamos a un político sobre la problemática de la mujer en la actualidad, saca de su gaveta mental su discurso y lo malo es que le creemos. Mediáticos poseen todas las armas para expresarse; pero en el fondo sabemos que lo que dices es pura ilusión, al otro día opinará dentro de otro mar de preguntas y seguirá con el mismo discurso.   

 

Mientras en otra realidad, la que da la experiencia, las ciudades, las personas, reclaman desde aquí desde la calle, la necesidad de un cambio de actitudes, en entereza; pero así somos hace tantos años en la ciudad en el país de los discursos y de las leyes como letra muerta.

Por eso La Marcha de las Putas es la necesidad de mantenerse ese espíritu de lo que menciono las leyes que reposan y no se cumple, aunque alguien dirá por ahí sí, pero a medias. La denuncia contra los abusos, contra el salvajismo, contra la discriminación, contra los psicópatas de salón y de la red, contra ese legado de vejámenes es la necesidad de una redefinición que es algo obtuso dentro de nuestra mentalidad.

En esta época de feminismo, de reconocimiento a la mujer se da la contradicción entre prostitución, esclavismo sexual, tráfico de mujeres, pornografía en grado máximo, así como la cosificación continua de la mujer en los medios, donde la publicidad es lo determinante en la cultura del entretenimiento.

Otto Weininger nos hablaba de la cosificación de la mujer en dos extremos: la santa y la puta. Este estigma parece algo insalvable en una sociedad que señala, con su dedo sangriento, que se dispone a sacar partido de lo que sea y como sea, con tal de sacar ganancias y arrasar lo que la ideologización del mercado determinen.