Viajando con los clásicos
de
José Guillermo Ánjel y Reinaldo Spitaletta
Víctor Bustamante
La idea del viaje en
la literatura no deja de ser desconcertante, debido a la promesa de lo que
conlleva y trae: el legado de algunos libros que se han escrito, así como la circunstancia
en que fueron escritos, el formato en
que se leyeron, así como quienes lo leyeron, y cuál fue el motivo para que se escribiera;
lo anterior para considerar la historiografía sobre la presencia del libro, ya
que el libro nos ha sido enviado desde la profundidad del tiempo y poco ha cambiado
en su formato. El libro es un espejo de quien lo ha escrito, y de quién proyectó
un mensaje, una historia, una diatriba, una aventura al mar de la noche y de
los tiempos, y el cual, el curioso lector tiene en sus manos para leerlo. Cierto,
en él existe un mensaje el cual nos da entender que el hombre no solo ha sido
un guerrero, muchas veces, en el peor sentido del término sino que ha escrito
los poemas más dulces.
Por esa razón cuando leemos
una libro como Viajando con los clásicos de José Guillermo Ánjel y Reinaldo Spitaletta,
la idea del viaje se hace presente: allí en cada una de esas referencias, en
cada una de esas discusiones que dan pie para acceder al conocimiento nos damos
cuenta de los diversos edificios teóricos que el hombre ha construido en su
devenir y ha perseverado en las utopías más elocuentes.
Guerras, crueldades,
dicterios, doctrinas, salmos, pensamientos, extrañas filosofías, manifiestos, devaneos
teóricos, geografías, pero también las utopías y los escépticos discursos sobre
la felicidad e igualdad del hombre nos trae este libro donde se conjuga el
deseo de leer como una manera de salir del estremecimiento y de la pobreza intelectual,
para decirnos, sus autores, como la Ilustración se define a partir de las gratas
lecturas, de la convivencia con los libros.
Pero también la idea
del viaje aparece y reaparece al leer en este libro, no solo en el evento en sí
de leer, sino en saber que nos hundimos a través del tiempo, no como
una alegoría del pasado sino para aprender y sopesar toda la aventura intelectual
que nos han legado en el trascurso del tiempo diversas civilizaciones, así como
los vasos comunicantes entre diversas ideas materializadas en especulaciones
que la memoria de los libros hace visibles. Esa cercanía haría impensable la evolución
del pensamiento.
Nada tan frágil como
los libros, el papel es volátil y perecedero, pero también nada tan poderoso para
acceder a la cultura de una manera tan gratificante y fácil. Tan letal e
imperioso.
Este libro es ante
todo el homenaje a la memoria de un legado, a la síntesis de la escritura, el
amor a la perdurabilidad de la palabra, y sobre todo el culto secreto a la inteligencia,
a la ascesis de la necesidad de leer en estos tiempos de alta tecnología, y
alto analfabetismo cultural donde el entretenimiento y la trivialidad parece
ser la definición de cultura que yace exacerbada en el culto a lo pasajero,
pero que no debe olvidar sus raíces: los libros.
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