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Patrimonio Medellín (100)
Juan de Dios Uribe,
en su memoria.
--- Víctor
Bustamante
---
Después
de tantos años de silencio, ha llegado el momento de preguntar acerca de la
vida y de la obra de Juan de Dios Uribe,
a quien se ha mantenido a raya, o es mejor decirlo de una vez, en el simple
ostracismo, lo cual es previsible en una región como Antioquia, a veces tan
ultramontana y enfrascada en lo que algunos llaman la cultura de todo el maíz,
cuando se les caen el barbecho y las pelusas de las mazorcas, o para la
comodidad de la plebe, solo ven en Medellín la imagen del pícaro como el
supremo ícono de esta región que posee todos los matices, pero se deja de lado al
desobediente, al crítico; olvidando precisamente a una persona de carácter, al
Indio Uribe, honrado, sin genuflexiones y eso sí yendo de frente con sus catilinarias que obligaron al díscolo Núñez y al envidioso y camandulero de
Caro a fustigarlo con el destierro, o extrañamiento como se estilaba para
enviarlo esposado y encarcelarlo, lejos, en las islas de San Andres.
--- Así, se ha
permitido con la aquiescencia solapada alejar su ideario, con la prosa directa
y sarcástica del Indio Uribe, manteniéndolo lejos de sus panfletos, coherentes
y certeros, de una llamada cultura paisa que lo oculta al no nombrarlo. La
simulación que corre y corroe los diversos espacios de cultura en Medellín ha
permitido ese desalojo, factible en medio de un mundo cultural que no permite
espacios de discusión porque los funcionarios tan sensibles y perfumados se
llenan de motivos en su intransigencia de aceptar al otro. Nunca nadie en
Medellín y en el país fue tan osado y honesto como el Indio Uribe, ya que él lo
arriesgó todo por la llamada libertad de expresión.
--- Algo es cierto, este
reclamo nunca será tenido en cuenta en la sociedad del entretenimiento, ya que
él, Juan de Dios Uribe, ha dejado de ser visible, y notorio, en un medio
cultural endeble, estancado, simulador que se mira así mismo, persistiendo de
una forma irreflexiva e imprudente su curso menesteroso, sin preguntas y con un
exhibicionismo reconocido ahora en las medallas internacionales que compran para
la ciudad.
--- El Indio Uribe no
solo participó en las huestes del liberalismo radical, sino que presintió la
farsa política y el acallamiento a los contradictores durante el gobierno de
Núñez, caudillo preocupado por su inmortalidad y los blasones de sus argucias
eróticas. Así, como con la intransigencia de su corazón oscuro y tenebroso exhibido
desde El Cabrero. De ahí que el Indio, no se arredraba, fundó periódicos que
fueron cerrados. De esta insurrección tan personal supo traducir la crisis de
su tiempo, a veces uniéndose apasionadamente su ideario político a su escritura
fértil y procaz. Nunca perdiéndose en inexactitudes, sino que a veces
desviándose en su admiración a la poesía; siempre la tuvo muy cerca desde su
juventud, y muy presente, ya que nunca olvidaría dos de sus poetas, a Gregorio
Gutiérrez González a quien vino a visitar en su tumba en el cementerio de San
Lorenzo, en Medellín y, sobre todo, a --- Epifanio Mejía, cuya voz le susurraba
y se había vuelto indeleble, ya que sus poemas perduraban en su conciencia,
sobre todo en El Canto del Antioqueño, y además ese poema musicalizado con
guitarras que escuchaba desde niño en las fiestas familiares, La Tórtola. De
ahí, que el Indio Uribe, al llegar a caballo a Medellín en 1877 ya enrolado en
el ejército liberal, lo conocería en su almacén de la carrera Palacé. Allí, Epifanio,
casi enajenado y silbando sin caer en cuenta de la desesperanza y de esa
condición que vendría después, su desgracia, ya próximo a la pura indolencia de
tocar esa zona absoluta y tenebrosa, sin canículas ni noches donde la luz de su
inteligencia se perdería hasta llegar a ese ocaso en que añoraba su finca en
Yarumal. Mucho más tarde, perdido en la nube de humo de sus cigarros no reconocía
sus propios poemas e ignoraba la certeza de su valor, cuando fueron a visitarlo
en el manicomio de Aranjuez, Juan de Dios Uribe y Antonio José Restrepo. Ambos,
en medio de ese fragor político, mantenían su llama con la necesidad de
preservar en su humanismo la propia circunstancia de la locura de Epifanio. Si
Núñez era ambicioso, pésimo poeta, y sin certeza política. Epifanio era el
poeta sencillo, que le cantaba a la vida cotidiana y a la libertad.
--- De ahí que la visita
a Medellín del indio Uribe, después del destierro en Venezuela, fue de incógnito,
para el homenaje a Epifanio Mejía, con el propósito de recoger fondos para
buscarle un sanatorio en Europa, lo que se convirtió en una alternativa de solidaridad
y franqueza que lo hace tan entrañable, incluso en la distancia que se toma
frente al panfletario que amaba la poesía de Epifanio, sobre todo en esa
simbiosis misteriosa entre esa solidaridad y a su sentido de su ser político
tan diferente.
--- Su presencia en
Medellín, en 1893, era nada menos para ser el orador en esa reunión dedicada al
poeta. De ahí que en él no haya equivocaciones ni imposturas que podrían resquebrajar
su quehacer y su obra, una obra nunca disimulada, sino tácita y tan presente, ya
que el Indio era un escritor tan visible y presente en ese momento aciago, que
no se nos puede escapar. Olvidarlo o reducirlo a un simple ser político, no es
más que despojarlo de su valor, ya que dentro de esa aspereza de su destino
público, se mantiene el comediógrafo, que supo también ser teatrero, y así no
se nos escapa en su certeza anticlerical, en su valor, en su escritura y en su valentía,
porque es fluido y no solo eso, sino sensible y siempre firme en sus ensayos,
en sus diatribas políticas, en sus panfletos ácidos y directos; y eso sí, no solo fiel a sí mismo, sino a su
radicalismo, siempre dispuesto como su propia exigencia para la confrontación
como una manera de reclamar justicia, lo cual le da presencia y prestancia a
sus afirmaciones que lo guardan en sí mismo, desde su proba experiencia, desde
su coraje, desde ser capaz de evadir el encarcelamiento para estar presente no como
un simple acto de cortesía, sino en los valorativo de su coraje que tanto se percibe en un político tan diferente como él;
sí el Indio Uribe.
---
Sí, en
la noche del 5 de agosto de 1893 Juan de Dios Uribe pronunció su discurso en el
Coliseo o teatro Municipal o teatro Medellín que sería luego el Teatro Bolívar,
ahí en Ayacucho, cerca de la calle Junín. Dicho discurso fue leído durante la
velada literaria musical dedicada a Epifanio Mejía. Epifanio que hacía 14 años
se encontraba recluido en el manicomio, ya, en ese momento, situado en
Aranjuez. El recinto reventaba de entusiasmo con lleno total, marcado por la
voz poderosa, poética y directa del orador que no se aguantó las ganas de ser
incisivo con Núñez. Nunca se ha escrito un texto tan sentencioso y firme
dedicado a un poeta aquí en Medellín de parte de un político. Un fragmento nos
ilustra:
--- “Señoras y señores:
--- A estas horas de la noche duerme Epifanio Mejía, en su melancólico retiro, el sueño visitado por la locura, que es el mayor tormento de la vida humana. Cuando su nombre va aquí de labio en labio, él yace aletargado, o fabrica en los ruidos de la noche el palacio de sus quimeras. Hace catorce años que noches como esta arropan con su capuz esa pobre alma, y aglomeran sobre su ingrato destino las tinieblas, precursoras indolentes del sepulcro. La luz de la mañana baña en tristezas su calabozo solitario, y los arreboles de la tarde se apagan en la vaguedad de sus pupilas azules.
Ya no canta:
Serenas son mis
tardes
Con arreboles;
Cargadas de silencio
Pasan mis noches,
Y mis mañanas
Bulliciosas y alegres
Llegan a casa.
---¡Cómo
están tristes nuestras montañas sin el gorrión familiar, sin la golondrina
errante, amiga del alero de la casa paterna! Allá viviría y moriría el poeta;
pero vuestra piedad reparadora se anticipa a la muerte, invade con cariño el
lugar de la penitencia desolada, y despierta a Epifanio a vida nueva, en el
lecho de su miseria. La luz irá filtrando sus lampos en aquel cerebro dormido;
el pensamiento se pondrá en relación con los objetos a él tan caros, y
Antioquia tendrá otra vez, a la cabeza de su región, el romancero de sus
virtudes, de su belleza y de sus glorias. Será vuestra esta resurrección,
señoras y señores; os doy las gracias por ello en nombre de la literatura
americana.
---
La poesía, dice Quintana “sirve de atractivo a la verdad para hacerla amable, o
de velo para defenderla; enseña a la infancia en las escuelas, despierta y
dirige la sensibilidad en la juventud, ennoblece el espíritu con sus máximas,
le engrandece con sus cuadros, siembra de flores el camino de la virtud, y abre
el templo de la gloria al heroísmo”.
---
Aventuraré algunas palabras, con perdón vuestro, sobre las causas que han
rebajado este alto concepto de la poesía entre nosotros, y tributaré mi modesto
homenaje de cariño y admiración a Epifanio Mejía.
---
Se advierte un tardío desarrollo o una prematura decrepitud en las letras
colombianas, que se acomodan a asuntos extranjeros y desdeñan el Parnaso que la
naturaleza nos abrió, delante de los ojos, con el Descubrimiento, y el camino
que la libertad nos abrió, delante de los espíritus, con la Independencia. Se
prefieren las viejas doctrinas, aun en presencia de los nuevos rumbos de la
literatura, que la acercan a la tierra y dan a sus creaciones la vitalidad del
medio ambiente, y se vuelve la espalda a los raudales aborígenes de nuestras
costumbres. Y así, pueblos holgados sobre el planeta, nos falta campo para
movernos con nuestras fantasías; sociedades venidas ayer a la libertad,
cargamos con tradiciones seculares del mal gusto, y huéspedes de la Historia
contemporánea, estamos rehaciendo la historia de las letras; si no es que
exabrupto botamos al agua nuestro equipaje criollo, y somos como mendigos a la
puerta de los extraños, que comen las sobras de sus banquetes y encienden las
luces de sus fiestas. Es odioso este papel subalterno de la literatura
colombiana.
---
En la distribución de los dones del arte, si los pueblos guerreros dan la
epopeya, si los pueblos viejos dan la leyenda, si los pueblos conmovidos dan el
drama, si los pueblos martirizados dan la elegía, si los pueblos coléricos dan
la tragedia, si todos elaboran lo que les es propio, Colombia, en la América
tórrida, tiene, para dar de sí, la juventud, el paisaje, el encanto indiano, la
vida independiente, es decir, un escenario nuevo de hombres y de cosas. Mas la
poesía conserva la esclavitud en sus carnes, la estremece la selva virgen,
tiembla en la vida libre, y renuncia al albedrío que la hizo señora de su
suerte. Desposeída de sus atributos, se rinde y nada vale, porque el gran
incentivo del arte es la novedad, como que provocar sensaciones nuevas, o
fuertes asociaciones de ideas, constituye el triunfo intelectual. El talento
tiene de la sorpresa.
---
Bastaría para la reivindicación americana del arte, mirar en torno nuestro y
reproducir el paisaje “al través de un temperamento”, como quiere Zolá; repasar
nuestras sensaciones, y dar la conciencia colombiana; mirar hacia atrás y
repoblar el mundo muerto de los recuerdos indígenas; seguir en el polvo las
huellas de los padres de la patria, y cantar con bordones de acero el futuro
que se entrevé para los pueblos libres. No se rechazaría el progreso
cosmopolita, sino que nos serviríamos de sus herramientas para nuestra obra,
como el progreso se servirá de la obra nuestra para sus nuevas conquistas.
¡Hermosa perspectiva que trunca en hora pérfida la tradición española! Hablo a
un auditorio patriota.
---
De aquí no se fueron todos los peninsulares, con las últimas cargas de
Ayacucho: quedaron algunos devotos del pasado colonial y, cuando fue tiempo,
levantaron en la literatura el pabellón arriado en los combates, como un medio
de contener la expansión de nuestra democracia. Con la Academia, primero, y
después con el sofisma de la Madre Patria, introdujeron el contrabando de
antigüedades y emprendieron el renacimiento arcaico. Se dejó sorprender el
patriotismo por la gramática, y retrocedimos nosotros, sin que adelantara
España, para darnos un abrazo con la monarquía delante de las naciones. El gran
sollozo de Cuba, que rueda por las olas del Mar Caribe a todos los hemisferios,
como queja de sirena y rugido de leona, no fue suficiente para detenernos. Y,
ya veis qué lejos hemos ido en estas y otras promiscuaciones culpables, cuando
un hombre engreído en el mando no se contenta con que tengamos a Cervantes de
Saavedra en nuestros escaparates, sino que quiere darles un dueño a nuestras
democracias. Nos trajeron el habla de Castilla los españoles; yo no quiero
recordar cuánto nos costó este vocabulario, desde que los conquistadores
arrancaron a los indios la palabra con la vida, hasta que los pacificadores
clavaron en una escarpia la lengua de Camilo Torres; pero ya que tenemos un
idioma, bueno o malo, aprovechémoslo en nuestros propios asuntos”.
--- Después del
discurso el Indio Uribe fue victoreado por un público fervoroso, liberal y
conservador, que le arrojaría sus sombreros al escenario como si festejaran en
una plaza de toros, en síntesis, lo aclamarían. A la salida del evento lo
esperaba el comandante de la policía, Luis M. Gómez,
que le solicitó que lo acompañara a la gobernación. El Indio sorprendido le pidió
que le permitiera presentarse al otro día a las nueve de la mañana.
--- Eso sí llegaron
rencorosos telegramas desde la capital:
--- “Ministerio
de Guerra. Bogotá, 8 agosto 1893.
Señor
Gobernador, Medellín
Suspenda
inmediatamente “El Espectador” y todo periódico que tome actitud subversiva.
Aprehenda
y retenga a órdenes del Gobierno a los señores Fidel Cano y Juan de Dios Uribe.
Obre con reserva para que no evadan providencia Gobierno José Domingo Ospina C.
--- Bogotá
16 Agosto, 93.
Señor
Gobernador. Medellín.
Por
haberse dispuesto el confinamiento de Juan de Dios Uribe R. suplico a Usía se
sirva hacerlo trasladar al cuartel en donde permanecerá mientras se comunica
orden al Coronel Castro. A Cano manténgalo preso en donde está.
Fdo.
José D. Ospina O.
--- Deambulaba en
medio de la multitud un joven conservador que lo apoyaba y que más tarde, en la
guerra del 99, se volvería un furibundo asesino, ya que como dirigente ordenó
el fusilamiento de nueve personas. A la puerta de su casa se asomó el Indio,
Juan de Dios Uribe, ya listo para ser llevado al destierro, y subir, vigilado
por algunos gendarmes, en un coche para luego, en las afueras de la ciudad,
tomar una cabalgadura para ser llevado al destierro. En esos días el tren solo
llegaba hasta Caracolí y se debían hacer jornadas de tres días para llegar
allí.
--- Se le permitió al
Indio Uribe ir en el coche de caballos para despedirse de su prima Clara y de
sus hijos, que habitaban en el barrio San Francisco, hoy San Ignacio. En el
recorrido fue acompañado por la multitud que le daba su apoyo. En la salida de
la casa lo esperaba su prima, Pepita Uribe, quien le pidió que le escribiera una
nota en su álbum. A Juan de Dios le chorreaba por su cara un lacio y abundante pelo rojizo. Afanado por los
gendarmes y con un pie en el estribo del coche sacó su estilográfica y le
escribió:
--- “Ya no seré
testigo del porvenir y de la dicha de mi prima; pero desde donde la suerte me
arroje, veré como un blasón de mi casa, de mi sangre y de mi nombre, el
porvenir que está reservado a sus gracias y a sus virtudes. Ya que no puedo ser
romero en su barco de triunfo, le dejo como recuerdo mi nombre en esta equívoca
portada de mi ingrato destino... adiós”
--- También
escribiría al año siguiente a la muerte de Núñez:
“Acaba
de tragarse la tierra con asco al monstruo de la tiranía. El tiempo empieza a
hacerle justicia al pueblo colombiano, que ha gemido bajo la más salvaje de las
opresiones”.
Bibliografía:
-El Correo Liberal, Bogotá, 1893.
-La Batalla, Bogotá, 1892
-Revista Gris, Bogotá, 1893
-
Vives Guerra, Julio, El Tiempo,
1920-1950
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