domingo, 19 de octubre de 2025

Dos poemas de octubre / Santiago Serna Serna

 

Santiago Serna Serna


Dos poemas de octubre

Santiago Serna Serna

 

La libertad, sin embargo, es divina, pero nuestras vidas son muy cortas para saber esto. Lo más curioso es que a la gente no le agrada la libertad, le temen... lo extraño es que no hay motivo para temerle. En cambio, parecen amar la cárcel del orden, y viven pagando una muerte a cuotas muy cómodamente.

Quizás haya que perderse un poco más por las calles, no ir siempre por el mismo camino, saltarse las clases, ensuciarse un poco en el fango, caminar bajo la lluvia, alzar las velas cada día para hacerse a la vida,

Quizás haya que aprender a naufragar, ser el eterno aprendiz, quizás haya que saber de antemano que todos los relojes están equivocados y que habría que aprender a morirse.

Quizás la vida sea simplemente eso, como el agua entre las manos, se nos escapa.

También mis ojos toman su modesta comida cuando te miran y ven torrentes desbordados de cabellos, temblores de árboles como manos entrelazadas, en tus ojos los míos se detienen mientras me miras confundida, viendo otras cosas a través de mí pero mis ojos ven en tus labios desembocaduras, manantiales, y mi boca quiere decir algo pero se queda muda.

Tomo tu mano para perder tanta distancia, indago en tu cuerpo porque es la forma más rápida de amarte, la parte de la superficie y mis dedos caminan por tu piel, esos dedos que conocen el significado de tus lunares, son los caminos de la naciente geografía de tu cuerpo, pasan por la espesura de tu pelo, por la suavidad de tus manos, por la redondez de tu ombligo. Mis dedos se quejan de la ropa, terrible frontera que impide el libre tránsito por tu piel tersa. De cerca te miro, despacio, saboreando lo que el ojo deleitoso mira interrumpido solamente por un escaso parpadeo, mis ojos te beben. Ahora también reconozco tus olores, no solo los conozco, soy además una incesante evocación de ellos. Y entonces me olvido de mi y un arcano fuego me cobija, me convierte en un animal alado, tocó el sol de tu vientre y mi herida es mortal, ya no sé si caigo o floto al lado de las estrellas.

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