sábado, 14 de junio de 2025

EL PRIMER AMOR NUNCA SE OLVIDA / Carlos Alfonso Rodríguez

 



EL PRIMER AMOR NUNCA SE OLVIDA

Carlos Alfonso Rodríguez

En 1945 Mario Vargas Llosa, llega de Cochabamba (2,560 msnm), una pequeña ciudad de Bolivia, a la cálida ciudad de Piura, para de esta manera continuar sus estudios primarios en el Colegio Salesiano, exactamente, el quinto grado de primaria. Aquel año quedará en su memoria de modo grato, perdurable y profundo. En 1947 vuelve a Lima, para vivir con sus padres en la avenida Salaverry, ya había ocurrido el reencuentro entre ellos y el trauma de conocerlo después de diez años en que lo suponía muerto en un accidente, como se lo habían contado su madre, sus tíos y abuelos. En la Capital peruana es matriculado en el Colegio Salesiano, que todavía se encuentra ubicado en el populoso distrito de Breña, en donde ocurre aquella nefasta situación con el sacerdote Leoncio, que lo invita a subir a un segundo piso y luego le hace entrar a su habitación en donde le entrega varias revistas pornográficas con mujeres desnudas y le pone la mano en la bragueta sobándole el miembro masculino. Entonces, el pequeño Mario de once años le mete un empujón y empieza a lanzar alaridos como un chivato. El padre Leoncio, por un momento creyó que ese niño de cachetes colorados, que hablaba como serrano arrastrando las erres y las eses, era más dócil, frágil y noble; pero resultó todo lo contrario. Era un serrano, pero un serrano valiente, viril y berraco, que nunca estuvo al servicio de esos bajos requerimientos. Los gritos del pequeño Mario, atemorizaron y descontrolaron al cura Leoncio, provocándole un inmenso temor. Por lo que le permitió huir, salir del cuarto, bajar las escaleras e integrarse a sus compañeros de estudios en el salón de clases. Ay Leoncio, se había olvidado de la altruista misión de Juan Bosco, así son estos enfaldados cuando no la hacen a la entrada la hacen en la salida, pero siempre la embarran excretando fuera de la vasenilla. Cuando Mario Vargas Llosa termina el 1 y 2 de secundaria en la misma Institución Educativa; el padre y la madre deciden matricularlo en el Colegio Militar Leoncio Prado "para que se hiciera un verdadero hombre". Bien macho como César Hildebranth, como Manuel Scorza, o como el psiquiatra Máx Silva Tuesta. Los años en el colegio militar fueron una gran tortura para el joven cadete. Por lo cual decide retirarse acabado el cuarto año de secundaria. El tío Lucho Llosa Ureta le consigue una vacante en el Colegio San Miguel de Piura, para que cursara el quinto de secundaria, en esta ciudad conoce a Ruth Rojas, esa bella, alta, espigada, trigueña, acanelada estudiante, de cimbreantes muslos, de entornadas piernas, de sensuales labios. Mulata de verde luna, verde que te quiero verde. Verde era la casa de Piura a donde llegaban Los Inconquistables, y que era una casa que tenía todas las puertas abiertas, y también todas las ventanas con vistas al mar. Donde también estaba Inés con las tetas al revés andando calata por el desaliñado bulín, mostrando todo lo suyo. Tocándole los porongos a los músicos y coqueteando con los pasajeros de tránsito. Cuando Marito cumplió 55 años, todavía le seguían diciendo sus amigos, familiares, vecinos y franeleros, Marito. Como le decían Goyito, al niño Goyito, que ya era un buen Don Goyo, entrado en años en el cuento El Viaje de Felipe Pardo y Aliaga. Ese día, esa fecha, ese año confiesa Mario Vargas Llosa: "Si de los cincuenta y cinco años que he vivido, me permitieran revivir un año, escogería el año que pasé en Piura, en casa del tío Lucho y de la tía Olga, estudiando el quinto de secundaria en el Colegio San Miguel y trabajando en el diario La Industria. Todas las cosas que pasaron allí entre abril y diciembre de 1952 me tuvieron en un entusiasmo intelectual y vital que siempre he recordado con nostalgia". Vargas Llosa, acepta implícitamente que ese año en Piura, se enamora de Ruth Rojas. Dicen que ese año escribió la obra teatral La Huida del Inca, solo como un gran pretexto para aprovechar las aptitudes histriónicas de Ruth y Lira Rojas, especialmente para estar cerca de Ruth, a quien gracias a la obra podía ver en horarios que no fueran los de los estudios en clase. Además, podía dirigirla, conducirla y hasta tocarla en los ensayos de la obra. Ha hablado tanto de Piura que de alguna manera ha sacado del anonimato a esa aldea de burros, carretas, ranchos, cobertizos, chicherías y algarrobos. También ha recordado tantas veces La Huida del Inca, que pareciera que la hubiese publicado muchas veces. Pero la verdad es que la única razón por la que esa obra es célebre, es porque allí actúa Ruth Rojas, como protagonista principal y Lira Rojas como cantante lírica, quienes fueron las grandes atracciones de la obra que se escenificó dos veces en el teatro Variedades de Piura, con motivo de la semana regional, pero también para recaudar fondos para la Institución Educativa. Javier Silva Ruete y otros compañeros de promoción participaron en la propaganda, publicidad y perifoneo, para convocar a la comunidad e invitarla a dicho encuentro cultural. El propio autor ocultó el romance y la obra durante mucho tiempo,

manifestando que fue "un pecado de la juventud". La verdad es que la obra removía el primer amor de Varguitas que nunca se consumó, a pesar de los varios encuentros o desencuentros que tuvo con esta joven fémina. Porque Ruth Rojas, en realidad no le dio bola, entre otras razones; porque tenía otros pretendientes, por un lado. Y de otro lado, porque todavía permanecía el acento cochabambino en el adolescente escribidor. Aunque no hay que descartar de ningún modo la sugerencia familiar: "cuidado con meterte con esa negra de eme", y Marito templado como una cuerda de guitarra de la joven muchacha a quien le escribía cartas y poemas. Pero además Marito, era de ademanes remilgados, demasiado refinados y bastante amanerado, para el tipo de hombres que atraían a las norteñas, que los prefieren rudos, fuertes, macizos y salvajes. Aquella experiencia fue una gran frustración para el director de la obra que se había esmerado e inspirado en conquistarla con sus buenas artes. Pero como nada hay oculto bajo el sol y toda historia verdadera se llega a conocer, Mario Vargas Llosa lo fue confesando a sus hijos, especialmente a Morgana Vargas Llosa, fotógrafa de cabecera de su papá por años en distintas ciudades del mundo. Ocurre que durante una gran temporada en que Morgana anduvo tomando fotos en Ayacucho, para un proyecto oficial sobre la época de la violencia en los años ochenta. Allí Enrique Moya Bendezú, un ex rector de la Universidad de Guamanga, tendió diálogo con Morgana Vargas Llosa, contándole que en la ciudad de Ayacucho vivía un antropólogo piurano que era familia de Ruth Rojas, a lo cual de inmediato le pidió a Moya Bendezú que se lo presentara cuanto antes fuese posible para dialogar sobre algunos temas. Moya Bendezú hace el enlace con el antropólogo que acepta la invitación a la pizzería Magia Negra, de la calle 9 de diciembre en Guamanga, en donde departen un buen rato entre copas de vino, vasos de chilcano y humeantes pizzas hawaianas. Entonces en medio de la conversa Enrique Moya Bendezú, le pide al poeta, músico y antropólogo Héctor Efraín Rojas que le contara a Morgana Vargas Llosa, cómo Marito dejó plantada a Ruth Rojas, su tía. Y el poeta, músico y antropólogo, que en algún momento de su vida tuvo un intercambio epistolar con el Nobel de Literatura, les cuenta: "pero es que en verdad la cosa fue al revés, es decir, Ruth Rojas fue quien dejó plantado varias veces a Mario Vargas Llosa; porque Ruth Rojas para ese momento e instante ya estaba perdidamente enamorada de Julio Columbos, quien con el tiempo llegó a ser su esposo hasta el fin de sus días". Mientras seguían conversando y brindando, sonaba en la computadora del local: Lamento Boliviano, en la voz de Los Enanitos Verdes, Por tu amor en la voz de Jorge Baglietto y Autocontrol, Lo más grande que existe es el amor, en la voz de los hermanos Cornejo y We All Together. Al final Morgana Vargas Llosa, entre copas van y copas vienen, hizo la pregunta que en realidad era la única razón por la cual había propiciado todo este encuentro. Y que en el fondo era lo único que también le interesaba escuchar esa noche: "Y... Cuéntame... ¿Era bonita tu tía?". "Mucho más bonita que tu tía y tu mamá juntas. Y con un cuerpo que sacaba cara por todo Piura y el Perú". Entonces, Morgana, recordaba cuando leyó el libro Lo que Varguitas no dijo: "Negrita, negrita, tú eres la primera y tú eres la única. Las demás son las demás". Mario Vargas Llosa, el narrador, el novelista, ha buscado el rostro de Ruth Rojas en el rostro de otras féminas y mujeres, en Piura y en el mundo, incluso en el rostro de la Reina de Corazones, la Reina del Espectáculo, la datera de la Revista Hola, la mamá de Enrique Iglesias, por quien Vargas Llosa se divorció de manera unipersonal; pero cuando él se enfermó de manera mortal recibió de ella una patada en las nalgas. Por lo que le pidió encarecidamente  a sus hijos que lo recibieran en Lima, para recorrer la ciudad y recordar el primer amor de su vida que le rompió el corazón en mil pedazos; porque en verdad nunca pudo olvidar a Ruth Rojas, hermana de la cantante lírica Lira Rojas e hijas de Héctor Rojas Goyeneche "El Paturro", gran compositor piurano y contemporáneo del maestro Felipe Pinglo Alva. Así pasó sus últimas horas y días quien fue el líder de los escritores del Boom Latinoamericano, cuya fama y popularidad rivalizó con Paul McCarthney, Bob Dylan y Joan Manuel Serrat. Lo que más recordaba ahora el novelista era ese primer amor que nunca se olvida.

 Sobre todo porque nunca pudo ponerla en posición Arriba Alianza.                                                                             .        Madrid, 29 de septiembre de 2011                       .                      

 

 Sr. Héctor Efraín Rojas Pérez                       

Ayacucho, Perú.        

muchachodelascolinas@hotmail.com  

Estimado Héctor Efraín:    

Me ha conmovido mucho la carta que usted le escribió a mi hija Morgana, a quien conoció en Ayacucho. Es una bella y cariñosa carta que me ha llenado de nostalgia y ha removido muchos recuerdos de mi estancia en Piura, cuando dirigí a sus tías Ruth y Lira Rojas, en la primera obra de teatro que escribí La huída del Inca. Fue una experiencia muy bonita, que nunca he olvidado y en la que Ruth y Lira tuvieron un papel principalísimo. Lira tenía una preciosa voz e inició una carrera lírica que, luego, entiendo que abandonó. Ruth que además de bellísima, era una excelente actriz, que entiendo que dejó el teatro, se casó y tuvo una familia feliz. La vi una sola vez más algunos años más tarde, durante un festival, pero apenas pudimos conversar por la cantidad de gente y el desorden que nos rodeaba. Si tiene usted contacto con ellas, le ruego que les haga saber que las recuerdo siempre con mucho cariño y gratitud, y que ellas forman parte de mis mejores experiencias de juventud.                            .  ..                No descarto que en algún momento volveré a Ayacucho donde, tal vez, podamos tomar un café y charlar como buenos amigos.                          .                                  Le envío un cordial saludo.

Mario Vargas Llosa.

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