REVOLUCIÓN E INGENIO POPULAR
Darío Ruiz Gómez
Se cuenta que de regreso del
Seminario de Roma donde había hecho grandes estudios de Teología y Filosofía el
joven sacerdote convocó a los fieles de
su vereda a una misa de encuentro y cuando llegó el momento del sermón desde el
púlpito y mirando a los campesinos que esperaban sus palabras comenzó a citar a
Heidegger y al ser ante la muerte y a Sartre y la nada y a Camus y el Mito de
Sísifo y a Romano Guardini, todo mediante una fraseología ininteligible hasta
para un especialista. Para rematar su enjundioso sermón el joven sacerdote terminó diciendo con voz
grave: “Para terminar os digo con el verso de Santa Teresa que “Que tan alta
vida espero que muero porque no muero” A lo cual un borrachito enfundado en su
ruana despertó y le dijo, “esa adivinanza padre, me la sé, la gallina” El recién graduado
olvidó que el lenguaje debía como en los grandes oradores religiosos
guardar la diafanidad necesaria para que sus reflexiones fueran escuchadas
satisfactoriamente. ¿A quién me dirijo? Hace ya muchas décadas y visitando el
pequeño municipio de Anzá –dos o si acaso tres callecitas y un parquecito
dominical vi cuando un joven universitario comenzó a
dirigirse a un grupo de campesinos con un perentorio“ Saludo a los proletarios de Anzá” Cuando me lo encontré
después de su lamentable fracaso político le expliqué que aquella región era
muy pobre y por lo tanto referirse al proletariado era una idiotez ya que hasta allí nunca llegarían la revolución industrial y el capitalismo. El humor es la replica que la sabiduría
popular opone al régimen totalitario cuando se trae a cuento el chiste sobre
Carlos Marx quien vivió en la pobreza total y sufriendo la locura de la hija, su esposa le propuso que en vez de estar
escribiendo El Capital saliera a las calles y lo hiciera para que pudieran
comer. Y es real la desgracia de su talentosa hija Eleanor a quien Marx le
impuso un matrimonio de conveniencia que la llevó finalmente al suicidio.
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