jueves, 21 de marzo de 2024

Eduardo Escobar despedida en Otraparte

 

Eduardo Escobar

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Eduardo Escobar

Para Raquel Escobar

 

Víctor Bustamante

 

Entre la tregua de la palabra y la niebla de tu cigarro que envuelve con su aura

bajo la novela de la noche, 

que son nuestros pasos, que se escriben en las aceras y calles,

que se inscriben en las losas y en las paredes, y en las personas y en tus amigos nacidos en otras circunstancias y en otras fachadas que moderas y eso sí aquí tras tus pasos de este verano

Y es que escucho un ligero, pero seguro golpe de remos que se hunden en las aguas, despedida de marzo

Mientras los remeros del olvido con sus rostros cubiertos por trapos blancos llevan al continente de la niebla y de la nada

Entonces pienso en la primera vez que te vi en persona allá en el Paraninfo

Mientras leías el poema a las cucarachas encerradas en el radio Sanyo, envuelto en tu barba de apóstol y en tu cabellera larga de rockero que a veces se retira a sus aposentos y otras salta al escenario que son las escenas de la vida que pasan y que llegan y definen en tu serena insolencia

En el humor y en la arcadia de querer redefinir otra sensibilidad para la poesía

Entonces, pienso en tu ejercicio de la escritura alrededor del arsenal de libros que acompañan y de autores que leerás y regresas a ellos porque son los amigos tan callados como diría Quevedo

En este 20 de marzo pienso en la existencia con toda la gravedad que reviste, como diría tu amado Schopenhauer a quien le decías el gruñón,

no es sino un caminar, transeúnte nocturno, por las calles de tantas ciudades que viviste

no es más que deslizar los dedos mientras emergen palabras, pensamientos de marzo

mientras el barquero chapotea los remos lentos y sonoros en esa laguna espesa que es la vida que huye y quizás en la otra orilla exista una fogata intermitente en el sabio y sombrío oleaje de los días y sus decisivas noches

lentos pasan los amigos,

lenta pasa la memoria de mujeres como una velada escondida

lentos llegan los parques vacíos en las noches con su sabor a hierba recién cortada tras los entierros.

En una casa entre los bosquecillos de San Francisco lejos de las montañas y de las autopistas

cuando ya sin quimeras creíamos que no quedaba nada sino hablar y recordar es que llega de una manera tranquila el idioma del silencio

entonces se revela tu voz y entre las voces de sus amigos ya idos entregando el sentido de la vida que es solo una y por esa razón la viviste en toda su desmesura y también en sus calmadas aguas mientras la lluvia de los amaneceres te sorprendió en su ejercicio de la escritura tras galopar sobre el teclado de las calles

entonces nombrabas nombres: Gonzalo, Jaime, Alberto, Amílkar, Darío, Humberto, Jota, Jaimeespinel, Mario, Elmo, y Pablus, el estado mayor del círculo y la llama

ah, incesante majestad del mundo que con solo mencionarlos le das sentencia a tu vida

pero ahora llega tan de repente la estridencia de una puerta que ya no se abrirá tras la nada y la fiesta.

Y llega tan de repente el espacio entre los manifiestos que supuran y sacuden sobre el pantano de las terrazas,

Lejos de los ventiladores de cuartos deshabitados con mujeres desnudas bocabajo que duermen con libros en sus manos mientras pasan las páginas de los días.

Sobre la artimaña de estas calles la brisa borra los pasos escritos recostados en la fachada del Miami o del Metropol, ahí en Junín

Eso fue la vida que da latigazos mientras las sirenas de bomberos ciegos pasan buscando a los manifestantes que corren por el parque.

Dibujaste con cenizas tu rostro sobre los espejos del Astor mientras en la escarcha de las horas pasaban efímeras mujeres de Delvaux

Por eso 

Encender los suiches de los parales con neones

Apagar los timbres para que el día silente prosiga

Y así escribir esos instantes con los nombres de ellos, los nadaístas éramos once,

Ah, tenue majestad del mundo.  

Sí, esos nombres escritos sobre las calles a veces polvorientas y húmedas  

Atrapados en carteles que de repente llenaban Junín con sus plumillas y ramas cortadas

Apacentar los días en la brevedad de un encuentro, de una conjura para detener en un minuto la huida de toda amistad.

Esa era la vida:

Intensa y definitiva en las cartas que se entrecruzan en Correspondencia violada

Pero temporal como un tinto en Versalles y la acedia de los sueños que aún no se habían derribado, o en las citas nocturnas con las pupilas breves que se maquillan en los espejos rayados.

Algo era cierto en esa fiesta perenne de Los días más felices del año

Aun esos días no eran tan felices pero si largos con sus noches arañadas como viajes perdidos alrededor del leño balsámico de la hierba salvaje desprendida de céspedes secretos.

Trato de una manera inútil juntar vivencias y aventuras por estos lugares que fueron tuyos, así como el escritor trata de trazar una vida que también sabe que huye como un condenado al cadalso

Encuentro testimonios, juicios, piedras, ciudades, poemas, textos que son tus ejércitos y tus batallas.

Y saber que siempre este día en los aeropuertos y estaciones, no es un día común sin la nobleza del pasado ni los augurios toscos del presente,

Cuando espiamos absortos como se apaga la llama de una vela sin el soplo de tu presencia

Presencia alta y veloz

Mientras el cielo nocturno, pavesas de marzo

Nos deja escuchar el rumor

Las despedidas y los adioses de tu vasta ausencia

Ah, dije vasta ausencia,

Mientras los diálogos inconclusos resbalan sobre el agua infinita de esta noche.

Marzo 21 y 2024

 

 

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