PALABRAS FALSAS, FALSAS
IDEAS POLÍTICAS
Darío Ruiz Gómez
Ante la propuesta en
el Congreso de un ascenso para tres distinguidos oficiales del Ejército con una
limpia hoja de vida, Iván Cepeda
insólitamente alegó que no era posible
ascenderlos porque sobre ellos pendían acusaciones de “falsos positivos” No da para más su corta imaginación ya que la imaginación nace de la confrontación de personas y paisajes, de
costumbres y lenguajes pero un cerebro como el suyo que durante décadas ha estado postrado sin haberse abierto al debate con las ideas contrarias a limitado sus funciones a la repetición de las
mismas dos o tres acusaciones que si
bien le sirvieron durante algún tiempo para mostrarse como un audaz
revolucionario, hoy ya nos demuestran que lo
que en cada sesión del Congreso ha venido
repitiendo como un consueta es lo propio
de un cerebro receteado. Hugo Gallego al recordar a sus jugadores que el fútbol
requiere de la inteligencia les repetía esta máxima: “el cerebro no suda” ¿Qué
tipo de pensamiento político le puede uno pedir a estas ruinas postergadas de
nuestro Partido Comunista? Una Comisión
de Ética del Congreso y la Cámara de Representantes debería con el concurso de
la Academia de la Lengua revisar minuciosamente los casos de sus representantes
que llevan décadas sentados en el Congreso y la Cámara repitiendo la misma
monserga mamerta. ¿Qué sucedería en este mismo caso si se les hiciera un examen
de lenguaje a los directivos y militantes profesores de FECODE? El ya hoy histórico derrumbe de los
diferentes Partidos comunistas en el mundo, es decir, repito, el derrumbe de un
lenguaje totalitario, ha sido cuidadosamente ignorado en Colombia donde los lugares comunes del estalinismo y del maoísmo
a la criolla han permanecido congelados en el tiempo. Alguna vez Manuel Mejía me mostró un curioso personaje
cuya estrategia para aparecer como inteligente consistió en poner
un gesto serio y nunca responder a las preguntas que se le hacían y el ardid le
funcionó hasta que le dio por opinar y
se vino a descubrir que era bobo.
Mientras las FARC y su retórica revolucionaria funcionaron en nuestra política
presentándose como héroes del pueblo ciertos sectores sociales les comieron carreta
y los tomaron como inteligentes y salvadores. El Acuerdo de Paz al ir desvelando
lo que se había ocultado a conveniencia también nos ha ido descubriendo los
escombros de esa fraseología mentirosa. Un “Partido Verde” que calla ante los
intentos de Gentil Duarte de quemar la Macarena y destruir Caño Cristal, que
calla ante el envenenamiento de los ríos por parte del ELN. ¿No se está
quitando su disfraz?
Llamamos distopía a los balances que nos muestran
melancólicamente aquello que las utopías políticas dejaron de cumplir pero en el caso colombiano
no podemos llamar utopía comunista a lo que desde un comienzo fue una patraña que logró sostenerse artificialmente
en los últimos años gracias a las vilezas del santismo que convirtió la política en un
simulacro a su uso y a la información en
una calculada desinformación - véase diariamente la alucinante primera página de “El Tiempo”
donde se pasa orondamente del fake news a
la difamación para que intentemos
sopesar lo que apenas comienza a ponerse en evidencia si es que tenemos ojos y criterios para ello.
No es entonces que hagamos objeciones a la JEP sino que la JEP es el reverso de
esta misma patraña. Impasible y mentirosamente Lozada-Cortés acaba de “confesar”
seis estremecedores crímenes de lesa humanidad donde estuvo acompañado por Márquez
y Timochenko, pero como ha sido consagrado por esa “justicia de transición” que se inventó Enrique Santiago y que lo ha exonerado de culpas a nombre de la Paz ¿cómo poder juzgarlo
si esos jueces previamente se han
negado a analizar y a condenar una forma
de violencia que mató a 200.000 seres humanos? Es aquí donde
también se agrava lo que retóricamente estamos llamando crisis de los Partidos
tradicionales y que como recalca Douglas Murray en su extraordinario “La masa enfurecida” nos invita a recordar que la naturaleza odia
el vacío y este vacío puede llenarse con lo peor, las nuevas sectas, las nuevas tribus, los identatarismos de todas las pelambres. En
fin, esa debacle que viene cuando desaparecen el Estado de Derecho y la
Justicia.
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