sábado, 16 de febrero de 2019

UNA OPOSICIÓN DE CLICHÉ / Darío Ruiz Gómez




UNA OPOSICIÓN DE CLICHÉ
Darío Ruiz Gómez

Fácilmente cualquier grupo o Partido político puede perder  la cordura y caer inevitablemente en la caricatura de sí mismo tal como ha sucedido en Colombia con los llamados Partidos tradicionales, con la izquierda estalinista. La cordura señala siempre la permanencia de la racionalidad en  las propuestas políticas ante el desorden y el caos imperante o como debería suceder  en nuestra actual situación,  frente  al vacío que  se ha abierto  ante el ripio  de todas esas retóricas bajo las cuales se ha disimulado   la relajación  de unas costumbres y de un léxico político  convertidos  hoy en mera fraseología electorera. El Liberalismo, lo sabemos desde Stuart Mill hasta  Isaiah  Berlin  o Rawls no se explica sin la carga crítica que lo ha alentado históricamente  a oponerse  a todos los  totalitarismos  o sea  a  la  falta de cordura en el ejercicio de la política. Nadie ha sufrido en la historia tanta persecución  como  el defensor de las libertades  que se opone a la falacia - que tanto seduce a los débiles  mentales -   de que es más importante el pan que la libertad. Con lo cual queda  al descubierto  otra característica de quienes  atentan contra  la cordura: volverse  ciegos, mudos  ante el sufrimiento humano  optando  por  la boba fraseología  simplificadora de reducir  las causas de la violencia  a  “enfrentamiento de narrativas”, de que “Duque no ama la paz  negociada  porque no le permite sacar adelante  la narrativa de victoria”   reduciendo pues  la necesidad del discurso de la Oposición,  a meras denuncias puntuales,  sin  contar  con  un  proyecto político coherente  para el país.  Ser liberal  significa  creer en la necesidad permanente de construir  democracia lo que, paradójicamente,   equivalió  durante los sombríos años de la tiranía  reciente,  a ser parte de  una minoría silenciosa, por que pedir  cordura  a quienes debieron mantenerla  en defensa  de los valores de la República, supuso ser anematizado por el supuesto  delito de considerar que la conquista de la paz no se consigue arrodillándose ante el enemigo, estratagema a la cual se prestaron los arribistas  y los chaqueteros, esos que callaron ante la tragedia  de Venezuela y ahora aparecen como los oportunistas denunciadores de Maduro. La “explicación” - y no   la abierta  condena -  de un crimen, lo que  busca  es la neutralización moral  de  esta infamia. Como señaló  Arcadi Espada,  entrevistar a un asesino supone preguntarle por los crímenes que ha cometido y no reducir la conversación a anécdotas  banales. ¿No vieron  en t.v  la amañada   entrevista  en la Habana con Pablo Beltrán en la cual  nunca  se le preguntó por  el asesinato de  21 adolescentes , ya que  lo que está en movimiento – triste complicidad  la de algunos jerarcas católicos-  es el  intento de que la justicie  olvide la oscura violencia contra la ciudadanía por parte  de este grupo de malhechores?  Si acepto el terrorismo niego la existencia del Otro, si acepto la matanza como argumento para reanudar unas “conversaciones” acepto entonces que el terrorismo está por encima de la justicia y el verdugo por encima del juez. El gobierno español se negó siempre a dialogar con la ETA  y ésta terminó por  aceptar que debía renunciar a la lucha armada. Mediante el severo castigo a estos criminales se le puso límites al terrorismo. Dialogar supone implícitamente el reconocimiento de  un interlocutor, y,  un asesino, un terrorista nunca pueden ser considerados como interlocutores de la ley y la justicia. Difamación,  complots  de  apartamentos de soltero,  babosos twiter, constituyen  la brutal reacción de  gropúsculos de conspiradores  que carecen de la calidad  intelectual necesaria para construir los argumentos que deberían brotar de un conocimiento y un amor hacia el país que todos debemos sacar adelante. PD. La corrupción en el caso de Hidroituango  la puso de presente el nombramiento de una burocracia ineficaz e ignorante.     

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