domingo, 3 de febrero de 2019

Las tradiciones inventadas y la fundación de Supía / Luis Fernando González Escobar




Las tradiciones inventadas y la fundación de Supía.


Luis Fernando González Escobar
Profesor Asociado, Escuela del Hábitat
Facultad de Arquitectura
Universidad de Colombia sede Medellín


El famosos historiador británico Eric Hosbswam, en la introducción del libro La invención de la tradición, señalaba que las “tradiciones” que “parecen o reclaman ser antiguas son a menudo bastantes recientes en su origen y, a veces, inventadas”; de ahí deriva el término de “tradiciones inventadas” las que “implica un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica y ritual, que busca inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado” (2002, p. 8).
La celebración de la “fundación” de Supía corresponde precisamente a eso que Hosbswam llamó “tradiciones inventadas”. Se celebra una fecha: el 2 de febrero, supuesto día del onomástico; la gente lo acepta de manera acrítica; los estudiantes asisten de manera pasiva u obligados cada año a los actos cívicos convocados por las autoridades municipales o por los centros educativos; hay pues una reiteración ritual que pretende crear un sentido de cohesión social, pertenencia e identidad a partir de esa fecha del supuesto acto fundacional. 
Esa “invención de la tradición” y su reiteración ritual no es nueva, ocurre en todo el mundo, incluso en la misma Inglaterra del referido historiador, pero ellas –todas– esconden intereses, ideologías, formas de ver el mundo, tienen intenciones moralizantres, entre otras intenciones abiertas o veladas; de ahí la necesidad y obligatoriedad de mirar su naturaleza, deconstruirlas si se quiere y entenderlas.
Supía fue un pueblo “sin historia” al menos hasta la década de 1970; entendido esto como una población sin un relato histórico, con personajes y hechos épicos y relevantes que lo insertara en la construcción nacional. Sólo hasta 1980 cuando se publicó el libro Historia de Supía, de Jorge Eliecer Zapata, en un estilo monográfico, dicho relato se comenzó a construir. Precisamente en este libro el autor retoma un dato de los apuntes del antiguo maestro Eleazar Castro, quien había planteado esa fecha sin referencias documentales, siguiendo solo la tradición. Zapata Bonilla se apoyó en la obra Vida del Mariscal Jorge Robledo, escrita por Emilio Robledo Correa, para cuestionar algún hecho menor de lo planteado por el maestro Castro y, a su vez, darle validez a “que Supía sí fue fundada el 2 de febrero de 1940 por los alguaciles del Mariscal Jorge Robledo, señores Ruy Vanegas y Melchor Suer de Navas” (Zapata B., 1980, p. 15). A partir de entonces, definido como el gran mojón histórico se comenzó un proceso de difundir dicho “hecho histórico” en prensa, eventos y libros que reiteraban lo anotado, para que fuera apropiado por la población. Luego fue institucionalizado por la administración municipal. Se volvió parte de la historia oficial y se determinó su celebración en la última década del siglo XX; desde entonces, asistimos al desfile celebratorio como una nueva tradición. 
La construcción del relato y su institucionalización cumplió con el propósito de ubicar en la historia a una población. No sólo la ubicó temporalmente, sino que “heroiza” a los fundadores que, en el relato inicial eran dos –Ruy Vanegas y Suer de Navas–, a los que se le sumará luego un tercero, Martín de Amoroto. El propósito de dotar de sentido histórico e identidad se cumplió a cabalidad, como se puede leer en las redes sociales cuando al cuestionamiento de la celebración en 2019 de los 500 años de fundación y la exigencia del acta fundacional por parte de un usuario en las redes sociales, en la página de Facebook Supía 500 años, creada exprofeso para ese acto celebratorio se señalaba: “No queremos entrar en un debate de la fundación de Supía mediante un acta, si estamos seguros de la presencia de terratenientes españoles como Ruy Vanegas, Martin de Amoroto y Melchor Suer de Navas en el año de 1540 cómo reposa en los archivos de Popayan(sic), que evidencian la presencia e inicio de comunidades en nuestro territorio..... y eso es lo que queremos enaltecer a través(sic) de este movimiento ciudadano”.(https://www.facebook.com/Supia500Anos/posts/2363911807013570?hc _location=ufi)
Tanto en el relato inicial como en la defensa actual la debilidad argumentativa y factual para justificar la invención fundacional es evidente. Obviamente los lugartenientes – muy diferente a hablar de “terratenientes”– de Jorge Robledo, estuvieron en la fundación de Santana –luego llamada Anserma–. Como lo señalo en un texto de mi autoría aun inédito:
Robledo en su primer recorrido había fundado presurosamente Santana[1] en agosto (15?) de 1539 como una manera de posesión territorial y de avanzada militar. Después fue la “pacificación” de los territorios aledaños que formaban la denominada provincia indígena de Humbra, que los españoles denominaron provincia de Anzerma. Con una combinación de sutileza, ingenio militar y estratégia guerrera, Robledo acometió el sometimiento de todo el territorio; mandó a Melchor Suero de Nava, uno de los alcaldes ordinarios de Santana, a conquistar las provincias de “Caramanta y Cori e Buritica”, como efectivamente hizo en setenta días, el mismo Suero “visitó todas las provincias de Anzerma e los siñores e caciques della”; Ruy Vanegas a Guarina, y personalmente Robledo a los farallones de Appia. Los tres a su regreso sofocaron la rebelión del cacique Ocuzca, que pretendió destruir la nueva fundación. Luego de la rebelión envío a Ruy Vanegas a que pacificara los Pirsa y los Soppia (sic): “...lo cual no fue fácil, por haberse puesto en armas los pirsa, valiendose de hoyos y púas contra la ventaja de los caballos, en que cayeron otros aunque conocido el ardid y castigado el atrevimiento el otros encuentros que precedieron, hubieron de admitir forzadamente la paz” (Fernández de Piedrahita, 1973, p. 352)  
En ese instante, incierto en términos de fecha precisa, al menos el mes, la conquista española entró por el suroccidente a la Provincia de Zopia, con el carácter de una acción “pacificadora”. De ello no quedó rastro de ninguna acción fundacional como se ha aseverado hasta el momento, pero ese momento marcó y cambio profundamente el futuro de sus relaciones espaciales, territoriales y socioculturales, con el establecimiento definitivo de los conquistadores españoles y la subordinación territorial de Supía a la ciudad de Santana, erigido en primera instancia en el epicentro militar y posteriormente en el centro político-administrativo de la provincia de Anzerma, de la cual entraron a formar parte los territorios aledaños al río Supía, es decir, la comarca que pertenecía a la tribu de los zopías. 
Los tres señalados fundadores de Supía nunca estuvieron juntos allí. Fueron lugartenientes de Robledo y parte del Cabildo, la recien implantada institución que regía, ordenaba y controlaba los territorios que pertenecían a la ciudad fundada, esto es, Santana; así que uno de ellos, Ruy Vanegas, fue a tierras del valle de Pirza y al territorio contiguo de los “Soppia” a someter a sus habitantes para beneficio de aquella ciudad. La denominada “pacificación” era el sometimiento militar, que involucraba armas de fuego y perros especializados en despedazar los indígenas; como también castigar –torturar– el “atrevimiento” de defenderse y evitar su sometimiento. Los supuestos “héroes” fueron los que asesinaron y luego redujeron en encomiendas a los sobrevivientes, para que trabajaran para tributar a la corona, los propios conquistadores, a la vez que los alimentaban. Supía entró al sistema espacial y económico de la Conquista española no por un acto fundacional de población sino con la figura de las “encomiendas” que tributaban al centro urbano fundacional de Santana que, para el año  de 1559, eran dos: la de Pirsa, entregada a Gómez Hernández – conquistador y poblador de esta provincia y del Chocó–, con 400 indios encomendados, y la de Supía, entregada a Lucas Dávila–conquistador y poblador– que igualmente, de acuerdo a los censos, tenía 400 indios encomendados.
Entonces ¿qué celebramos el 2 de febrero de cada año? ¿un acto fundacional que nunca existió? ¿el sojuzgamiento militar y sometimiento económico de las poblaciones indígenas nativas? ¿por qué celebrar la heroicidad de los conquistadores y el aniquilamiento nativo?...o, como se señala en la página de Facebook, la supuesta evidencia de “la presencia e inicio de comunidades en nuestro territorio”, como que si tal cantidad de nativos asesinados y los sobrevivientes encomendados no fueran una comunidad que ya existía con su cultura, sus formas organizativas, sus dinámicas productivas y territoriales. Entonces lo que aparentemente celebran algunos es la llegada española al territorio “Soppia”, su imposición y configuración territorial posterior. Seguimos glorificando el conquistador y negando parte fundamental de la razón de ser como pueblo, sociedad y comunidad. Los sectores subalternos no tienen espacio es ese relato heroico fundacional.
Toda comunidad, sociedad o nación requiere sus relatos fundacionales. Las tradiciones son fundamentales en eso que Benedict Anderson llamón “comunidades imaginadas”. Pero estas relatos y tradiciones deben ser incluyentes y apegarse a una construcción discursiva próxima a la realidad y “verdad” histórica, lo que poco a ocurrido en el caso supieño. Debemos agradecer los aportes iniciales que se han hecho en la construcción del relato, pero tenemos la obligación de revisarlos y cuestionarlos a partir de los aportes investigativos, la fundamentación teórica, el trabajo de archivo y las nuevas evidencias aportadas por las fuentes. Pero no podemos quedarnos en reiterar hasta la saciedad “tradiciones inventadas”.

Bibliografía:
Lucas Fernández de Piedrahita, L. (1973). Noticia Historial de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada, Volumen I. Bogotá: Ministerio de Educación Nacional-Instituto Colombiano de Cultura Hispánica-. Ediciones de la Revista Ximenez de Quezada, Editorial Kelly.
Hobswam, E. (2002). La invención de la tradición. Barcelona: Editorial Crítica
Tovar Pinzón,  H. (1993). Relaciones y Visitas de los Andes S XVI. Santafé de Bogotá: Colcultura - Instituto de Cultura Hispánica, Tercer Mundo Editores.
Zapata Bonilla, J. E. (1980). Historia de Supía. Manizalez: Editorial Rodrigo Ltda.

Medellín, 2 de febrero de 2019.




[1] “...e dixo ansi al dicho iscrivano que le diese por testimonyo cómo allí  fundava en n(ombr)e de su magestad e del señor governador la cibdad que se llamo Santana e la yglesia mayor Santa María de los cavalleros...”. Relación de lo que subcedio en el descobrimyento de las provincias de Antiochia, Anzerma y Cartago y las cibdades que en ellas están pobladas por el S(eno)r Capita(n) Jorge Robledo” (Tovar Pinzón, 1993, p. 241). 

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