sábado, 13 de enero de 2018

LOS MALDITOS /de Víctor Bustamante / Carlos Alfonso Rodríguez


                                   Fotografía de Raúl González



LOS MALDITOS de Víctor Bustamante

Carlos Alfonso Rodríguez

Repitiendo el título del antiquísimo libro de Paul Verlaine, en donde antóloga a sus amigos poetas. Víctor Bustamante publica Los malditos, una crónica generacional, un testimonio de varios personajes de la ciudad de Medellín, algunos afortunados y otros desafortunados.

Un documento en donde el autor muestra un humor corrosivo, desternillante y descachalandrado. Es en verdad una sucesión de personajes, pero es evidente que destacan unos más que otros. Por ejemplo, es notoria la presencia de un librero que ha trabajado por varias décadas dentro de la universidad; pero que por extrañas circunstancias, denuncias, manejos turbios e insolencias es expulsado de ese recinto universitario para reubicarse en las afueras de la ciudad universitaria. Y finalmente instalarse en un local formal frente a la Universidad de Antioquia.

El viejo librero hizo amistad con estudiantes y profesores universitarios, algunos de los cuales se le asociaron en varias aventuras comerciales o emprendimientos, uno de ellos terminó como socio, mecenas y compañero de tertulias.

Con la presencia del librero, el cronista de su época y su tiempo, elabora un relato vivo de un personaje de la cultura popular latinoamericana, en franco estado de extinción: El vendedor de libros de viejo. Pero el personaje en mención aparece en acción a los treinta años, quiere decir que nada de lo anterior es contado ni narrado.

El viejo librero de Los malditos de Bustamante, sabe meter sus barbas y pelos como gestor cultural, mecenas de autores marginales, editor de revistas poéticas, patrocinador de festivales y publicista de los mismos autores en un programa de radio llamado Defensa de la palabra, en donde el tono irreverente, desenfadado e informal del director, genera que los colaboradores se permitieran ataques, mofas y desplantes hacia algunos invitados, quienes a su vez después del programa le lanzaban amenazas, lisuras y amedrentamientos.(A propósito, del programa de radio que se canceló hace varios años, no se aclara cada uno de los motivos reales por lo cual fue levantado de la emisora de la Universidad de Antioquia, luego de ese hecho El hamaquero cayó en una depresión de la que hasta el sol de hoy no se ha repuesto).

El viejo librero que es un seductor profesional de adolescentes extraviadas, a quienes le tiende la idea que se encuentra realizando algunos proyectos culturales, que en verdad son grandes pretextos para tener cerca a las adolescentes: contemplarlas, mirarlas y amarlas en silencio; porque en realidad es un calentador a tiempo completo y un termo crónico.

El personaje bukowskiano es un *mitómano profesional al que le fascinan los chismes, chascarrillos y mentiras. El viejo librero es un pésimo lector, camina día y noche con una lupa; es más bien un comerciante de libros baratos, compra libros incluso robados y tiene buen trato con los gamines de ese pauperizado sector de la ciudad que le proveen libros, pero que le roban maletines, cámaras fotográficas y filmadoras a sus clientes. No conserva ninguna de las publicaciones  que los propios autores afectuosamente se lo obsequian, con el pretexto que tiene que vender todo lo que le llega. Sin embargo conserva, muchas ideas del siglo pasado y le fascina los escritores conservadores.

Durante el primer capítulo un poeta surrealista se apodera de la historia mientras vive en el barrio El Picacho, en donde se producen aquelarres, orgías y pendejadas; en el segundo capítulo la presencia de un místico amigo del librero se posesiona del espacio y la atmósfera con fantasmas, espantos y posesos que dialogan en una finca de Copacabana; en el dilatado tercer capítulo el viejo librero le cuenta la vida y milagros de los poetas, cantautores, narradores y actrices que frecuentan la pequeña librería en el centro de la ciudad. El cuarto capítulo (también extenso) cuenta y narra el trasegar de algunos personajes estrambóticos del programa de radio que pasan a tener diálogo con el librero y el autor de la ampulosa narración en interminables charlas de café.

A ratos la obra recuerda la famosa novela de Mario Vargas Llosa, La Tía Julia y el escribidor, en donde un narrador de radionovelas enloquece contando historias; el viejo librero y director de un programa de radio, no enloquece, pero cae enfermo, e incluso es emasculado, como Pichula Cuéllar, personaje de Los cachorros, que pierde el pipí. Al final el viejo librero no muere, pero queda muy triste cuando el cuadro que le ha realizado una de las grandes promesas artísticas de la ciudad, lo retrata de pies a cabeza; pero el taller en donde ejecuta sus grandes obras maestras se incendia, el incendio empezó con el retrato del viejo librero.

¿Por qué Víctor Bustamante, se ha inspirado en un librero, camarada, socio y amigo? El viejo librero, es un personaje de su generación. Por lo cual el libro también es un homenaje al propio autor, a sus contemporáneos, conocidos, amigos, y enemigos; que son testigos de cómo la vida se va como el agua entre las manos, cómo transcurre el tiempo sin pena ni gloria sobre una generación de jóvenes que el otoño se le ha venido encima de la noche a la mañana sin clemencia.
Los personajes desafortunados se van acumulando y el autor y el Hamaquero siguen siendo amigos, socios, contertulios. Por esos recuerdos, años y momentos que juntos han padecido o vivido. La ciudad de Medellín se mueve a través de ellos desde sus barrios más pauperizados como El Picacho, hasta el abandonado y gris Prado Centro, Copacabana, las oscuras calles del viejo Medellín y la librería Este lugar de la noche, en donde todavía se pueden encontrar libros de Tomasín Bigotes, El Principito, La María y Cuentos morales para niños formales.

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*Mitómano es un adjetivo que refiere a lo perteneciente o relativo a la mitomanía. La mitomanía, por su parte, es un trastorno psicológico que consiste en mentir de manera compulsiva y patológica. El mitómano falsea la realidad para hacerla más soportable e incluso puede tener una imagen distorsionada de sí mismo, generalmente con delirio de grandeza (lo que produce una gran distancia con la imagen real).



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