LLEGAR
A SER HUMANO
Darío
Ruiz Gómez
En
el film de Martin McDonagh “Tres avisos”
la madre que ante el silencio de la policía local para investigar el
asesinato y violación de su hija, decide colocar tres vallas publicitarias al borde de una carretera para denunciar públicamente
esta desidia - con
una actuación prodigiosa de Frances
Mc Dormand - nos está dando la
visión de lo que implica la reacción moral de esta mujer
ante lo que considera una grave ofensa, no sólo por la circunstancia de la muerte violenta de su
hija sino por lo que realmente
constituye una ausencia de justicia. Dolor como pregunta, indignación necesaria
con extrema ironía, señalamientos,
incluso injustos, la materia misma del
duelo y el olvido. McDonagh evita todo
maniqueísmo y nos va desvelando la
verdadera personalidad de los dos
policías en sus contradicciones asumidas, por eso se los enfoca como actores secundarios, costumbres secundarias, en periferias donde lo que suceda a nadie del alto mundo oficial puede
interesar. Pero el tiempo no se ha detenido sino que se ha escandalizado ante los cuestionamientos morales
que estas vidas anónimos llegarán a asumir personalmente. ¿Tienen alma las madres de
casa, la tiene un olvidado policía
pueblerino con cáncer? La toma de
conciencia de esta madre altera definitivamente la rutinaria vida del pueblecito, desnuda sus falencias
espirituales y desencadena una áspera reflexión
sobre una sociedad. Las madres en Colombia reclaman los cadáveres de los
soldados anónimos muertos en una guerra abstracta y a nombre de inconfesables
intereses, muestran las fotos de sus
hijos con la esperanza de que alguien sepa de sus paraderos. ¿Por qué nada hemos sabido de las familias de
los soldados y policías cobardemente asesinados por mandato de los Jefes del
ELN en medio del escenificado cese de la
tregua? ¿No son estas pequeñas historia dignas de que hasta ellas baje la
cámara de nuestros altivos cineastas? Atentar contra la vida cotidiana de un pueblecito
cualquiera es atentar contra la paz. Quien
guarda silencio es el Estado que
permanece sordo ante estos reclamos, es
la justicia politizada puesta al
servicio de intereses particulares y no
para recuperar con la sentencia justa la presencia de este anónimo ciudadano
que no necesita colocar vallas a la
salida de sus carreteras polvorientas para recordarnos que nadie
ha dado respuesta alguna al
reclamo de las madres.
Ebbing,
Misuri, es un pueblo ignorado
donde la irrupción de la violencia pone en cuestionamiento a partir de la ira de esta madre, unos supuestos valores de convivencia, lo más humano que es la solidaridad. Ya que es bajo
la perspectiva de lo humano - y jamás de
la de una ideología política - , desde
donde lograríamos contar con la confianza de que no habrá desidia oficial sino la solidaridad que se logra haciendo
visible el rostro que nos pregunta. Sólo
que entre nosotros la paz planteada bajo los intereses de una abstracción política deliberadamente ha olvidado que sin
una crítica previa y radical de la violencia no se puede
pensar en que las madres que buscan a sus hijos desaparecidos o asesinados lleguen
a tener un día la respuesta que esperan,
ya que en estas circunstancias la llamada reparación no es otra cosa que una farsa, tal como lo
estamos viendo, conmovidos ante el recrudecimiento de esa gran ofensa al ser humano que es el desplazamiento forzado de
campesinos, los repetidos asesinatos de policías y soldados o sea la
“continuación de la guerra”.
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