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DiverCiudad / Diego
Agámez
Víctor Bustamante
Durante la
presentación de DiverCiudad ocurrió
algo inesperado, pero muy interesante, Néstor López presentó a Diego Agámez con
una propuesta que ha realizado, y,
que, a lo mejor, continuará haciendo y es dibujar a mano el perfil de la
ciudad. Porque dibujar a mano una de sus calles, La Oriental, pareciera un acto
obsceno, en estos tiempos de la fotografía y del vídeo inmediato, muchas veces de
afán o sin el pintorequismo de algunos fotógrafos; no, la Oriental ha sido esbozada
por Diego de una manera paciente, y, a más de eso, apasionada, a mano, lo que lleva
a la tesitura de buscarla, en sus bermas o en sus orillas que son los edificios
a lado y lado: el nuevo perfil de parte la ciudad y con la mayor fijeza traza
las líneas, los contornos, las remates de los altos pisos y las fachadas de cada
uno de ellos. Ahí Diego es un verdadero transeúnte que se ha disipado muy dispuesto a mirar los edificios, cada uno de sus
frontis, cada uno de sus detalles para que sus manos hábiles, más que lábiles,
los dibujen y así, con cada trazo, de sus manos mágicas surgen esos dibujos.
De ahí que el arquitecto, como caminante, también se convierta en observador, en detallista
y nos deslumbre con sus dibujos, con su trazado con los esbozos, lo que él ha señalado
como centro de interés. La fijeza de estos dibujos, los que hemos mirado en esta
publicación, es el contorno que ha trazado sus búsquedas, el placer secreto de captar
en la ciudad, su sucesión de edificios en diversos momentos.
Su ojo avizor capta
y define, y la mano maestra traza como si Diego buscara construir estos edificios
desde su perspectiva peculiar de recordarnos que aún, en estos tiempos de tanta
tecnología esencial y además tanta tecnología basura, la mano maestra pueda
trazar, indagar desde su perspectivas estos contornos de la ciudad tantas veces
fotografiada, tantas veces caminada, pero poquísimas veces dibujada como una manera
de buscarla, de apropiarse en un divertimento que nos hace mirar estos dibujos,
iba a decir grabados, con perplejidad, debido al entusiasmo y talento de Diego.
Además, agrego siempre ha sido un
misterio saber por qué las personas nunca la han llamado Avenida Jorge Eliecer Gaitán,
y prefieren designarla con el nombre popular, La Oriental. Detrás de La Oriental
no podemos olvidar la furiosa arremetida de quienes estaban en obligación de
mantener intacto la riqueza patrimonial de la ciudad al decidir construir una autopista
al decir de José Luis Sert un urbanista catalán, y quebrar el Centro Histórico.
Hay otro texto de Álvaro
Narváez “El Centro In-centro”, donde su autor remite a su desalojo desde San Javier
en búsqueda del centro, allá en Boston, donde encuentra una arcadia que define a partir de esa arquitectura aun intacta, otra arrasada, donde los espacios
lo llevan a buscar su creatividad, como una de las búsquedas poéticas y, aún más,
una perplejidad ante el deseo de recuperar espacios y cierta poética del centro mismo.
Gisela Posada
escruta en “La cultura nos une por el centro de Medellín”, desde la opción posible
la alianza de algunas instituciones por restituir ese lugar, ante la avalancha
de personas, ante la pauperización de su entorno, donde la cultura y sus
diversas representaciones son la resistencia para que este lugar no pierda su
capacidad de convocatoria.
En síntesis, este suplemento de DiverCiudad nos habla de la posibilidad
de no dejar que la ciudad se desintegre, y antes por el contrario persistamos en mantener su carácter.
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