VERIFICAR
EL PAÍS REAL
Darío
Ruiz Gómez
Sin
que aún conozcamos sus estatutos como Partido las Farc se han declarado
“leninistas”. Ya esta definición abre un interrogante político: ¿Se han dado
cuenta los teóricos de esta nueva colectividad que desde hace décadas la llamada
izquierda sufre en el mundo una crisis que la ha llevado a desaparecer o buscar
replantearse reconociendo los grandes errores cometidos en el pasado, el mayor de los cuales, es precisamente el
leninismo o sea la justificación de la
violencia? ¿En qué país de la llamada Cortina de Hierro subsiste aún la
izquierda? En ninguno y en la mayoría gobiernan dictaduras mafiosas o gobiernos
ultranacionalistas. El populismo de un teórico como Laclau, tan del afecto del
Bergoglio peronista, el populismo de Chantal Mouffé tan próxima a Podemos en España, carece aquí
de verdaderos discípulos , lo que, inevitablemente, nos lleva a preguntarnos sobre si, aún existe un contenido marxista en nuestro Partido
Comunista, ahora cuando el acuerdo para abandonar las armas los coloca enfrente de una opinión pública que indagará sobre los contenidos doctrinarios de los
cuales se sirvieron para liquidar a sus opositores y hacerse, además, a una inmensa fortuna. “Pueblo unido jamás
será vencido” era, recordemos, una proclama hitleriana, “pueblo amado” fue un
clisé demagógico del fascismo italiano. ¿Cuál será su lenguaje político en una
contienda democrática como la que les espera? ¿Cuál ha sido su discurso sobre
el grave problema urbano, frente a la delincuencia organizada? ¿Si FECODE
arruinó con su modelo cubano nuestra educación, cuál es su actual discurso
sobre la educación escolar, universitaria?
Volver la mirada hacia el país nacional es partir de estas preguntas
para saber exactamente cuál es el panorama político de quienes supuestamente han
aceptado el debate, la discrepancia. ¿Cuál es entonces la respuesta de esta
izquierda que no tiene temor alguno de llamarse leninista en el momento de
lanzarse a las plazas públicas? ¿Cuál es su idea de justicia? Viene a renglón
seguido el problema crucial: ¿A qué clases sociales dicen representar y a
nombre de qué pueblo actúan? ¿Por cuál
pueblo dicen que lucharon y van a luchar? Este es su mayor reto: el lenguaje
que identifique sus contenidos políticos.
Del
viejo Partido Comunista español a la exigua Izquierda Unida, a la publicitada
Podemos hay una enorme diferencia conceptual. ¿Han desaparecido los
guevaristas, los troskistas, los maoístas? Tanto el Partido Liberal como el Conservador lo
han hecho y solamente el Centro Democrático aparece como una necesaria expresión
de una nueva clase urbana. Está la presencia activa de diferentes minorías
raciales, sexuales, ecológicas, grupos religiosos. Pero ¿Hacia dónde mira el país de las
regiones, aquellos que desconfían del voto como participación democrática, aquellos
que identifican a los políticos tradicionales con la corrupción y la
degradación de las instituciones? Precisamente
en el momento en que Macron emite las más estrictas medidas contra el
terrorismo, nuestros jueces dejan en
libertad a los más siniestros y confesos terroristas. La defensa de la
República es una premisa que no admite diálogo alguno con los enemigos de la
democracia. ¿Si no se da de salida una explícita condena del terror en qué clase
de democracia podríamos soñar? ¿Cómo
detener el odio si no se condena a quienes atentan contra los valores de la
convivencia? Es esta disyuntiva la que va a definirnos en la contienda política
que empieza.
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