domingo, 2 de abril de 2017

Maribel Tabares tras las huellas de Melitón Rodríguez


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Maribel Tabares tras las huellas de Melitón Rodríguez

Víctor Bustamante

Desde años siempre encontramos las fotografías de Melitón Rodríguez, ya sea en los periódicos, en revistas o en alguna fonda donde advertíamos esa ciudad que solo existe precisamente allí  en  esas fotografías, y localizamos el lugar expresado por la nota de pie de página, de lo contrario es la incertidumbre. Esas fotos siempre han poseído un encanto, no de la falsa nostalgia sino lo motivos encontrados de saber cómo esa ciudad no fue preservada. 

Días de fiestas, personajes y, sobre todo, la ciudad aparece y reaparece en diversos años, lo cual da muestra de la sensibilidad de Melitón, de saber cómo él, nos ha dejado su presencia. Por esta razón su legado, ese un gran tesoro, nos  lleva a no a idealizar el pasado sino a saber cómo solo quedaron esas fotografías para tener la presencia de un Medellín que cada año se deshace a nuestros ojos. Memoria e historia aparecen, con diversas preguntas  cada que las miramos como si el tiempo arrasara de una manera fulminante con una presencia y solo la fatal ilusión de la sales de plata y del bromuro nos situaran a mirar la perplejidad de lo que hemos sido. Porque cada una de esas fotografías, de inmediato nos ubica en esa zona de falso equilibro entre la ciudad que hoy habitamos con su trasiego y la armonía de esas calles que permitían que creciera el cuadrivio de calles, que adquiera una identidad en un momento determinado cuando de golpe el crecimiento urbano dio su presencia y así solo nos restara mirar esas fotos con toda la presencia que se lleva el presente no preservado.

Hace unos años quedé fascinado en una exposición en el Instituto de Integración Cultural, ahí en el Centro de la ciudad, sobre Melitón Rodríguez. Su cámara, los vidrios de las placas, las cajitas primorosas que la contenían, así como diversas fotografías, como un homenaje sincero a aquel fotógrafo que cada día nos sorprende al mirar algún detalle de sus fotografías. Luego, buscando las huellas de Luis Tejada, entré  a la Fotografía Rodríguez ahí en el Palo, diagonal al Colombo-Americano donde me asombré aún más por la multitud de placas dispuestas en armarios y, sobre todo, la previsión del fotógrafo al anotar en sus libretas a las personas o el lugar fotografiado.

Pero, ¿cuáles eran sus orígenes, sus motivos para ser fotógrafo, dónde vivía, cómo fotografiaba, qué más hacia?

Todas esas preguntas las ha enriquecido Maribel Tabares con su tesis sobre el fotógrafo, pero a más de eso nos ha mostrado esa labor de Melitón, desde ser marmolero y tallar lápidas, pintor y fotógrafo, así como esa fusión y perseverancia entre su familia tan prestante y de artistas valiosos a quienes Medellín le debe tanto.

Sé que Maribel persistirá en completar Melitón Rodríguez en blanco y en negro, en aumentar su trabajo inicial y devolverá a este incierto presente lo que siempre hemos querido de Melitón, su presencia total.


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