domingo, 4 de septiembre de 2016

39. Medellín: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico. Atanasio Girardot









39. Medellín: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico.

Atanasio Girardot

                                            Para Luis Fernando Cuartas

Víctor Bustamante    
      
Las noticias sobre Atanasio Girardot, en la actualidad, son referidas por los comentaristas deportivos tanto a nivel nacional e internacional, debido a que el fútbol, o sea el entretenimiento, convoca a millones de personas a perseguir un balón en una cancha; y no solo eso los “especialistas” de este deporte peroran sobre la buena marcha del balón, lo cual merecería un agudo estudio sociológico. Borges aún no se explica por qué tanto inoficioso junto, vive pendiente de este deporte, y, así mismo, Gonzalo Arango añade cómo no entiende a miles de personas concentradas en un estadio detrás de un balón que rueda y rueda y es pateado de una manera inmisericorde. Un calenturiento comentarista deportivo sugirió a la muerte de Andrés Escobar que se rebautizara con el nombre del futbolista asesinado la Unidad Deportiva Atanasio Girardot. Otro comentarista deportivo llegaría a creer que Atanasio Girardot podría haber sido un jugador de fútbol. Por fortuna no lo fue. Él estaba para determinaciones de más peso, nunca para la frivolidad.

Pero ahora vamos a referirnos a ese héroe, Atanasio Girardot, que se pronuncia y se ha homenajeado en la ciudad, dándole su nombre al recinto más visitado y mencionado en los medios. También lleva su apellido una ciudad de Cundinamarca, Girardot, y un municipio antioqueño, Girardota: la pareja ya está completa. Además algún colegio local también lleva su nombre como coda, y una calle del Centro de la ciudad, de Medellín, digo, y además el Batallón Girardot lo honra. Pero, qué pasa antes y después en esa ciudad sin horizonte histórico, en ese ámbito citadino en forma general, como les gusta a sus habitantes y a sus líderes: nada. La seguimos demoliendo a pesar de que un aviso de la nueva señalización de color granate y letras blancas afirma que esa vía conduce al Centro Histórico. ¿Centro Histórico? Pero volvamos a un héroe de verdad. Se dice que Atanasio Girardot nació en Medellín. ¿Un héroe de la Independencia nacido en Medellín? no puede ser. ¿La gesta de más peso específico en Colombia posee un héroe antioqueño? No puede ser, porque casi lo  hemos olvidado. 

Pero la historia es otra. Ahora se refiere que su nacimiento sucedió en San Jerónimo el 2 de mayo de 1791. Otros investigadores afirman que su madre tuvo problemas para el nacimiento del niño en Santa Fe, y por esa razón, su médico de cabecera ordenó el traslado a Medellín. Cruzando el río Cauca, en el Paso Real, la señora se descompuso y tuvo al niño, el cual fue asistido con su madre en la finca Corral Falso, en Sopetrán, camino al Llano de Ovejas. La intensión de su padre, Luis Girardot, era que su hijo naciera en la casa que había comprado en la Plazuela de la Veracruz. En esa casa vivieron solo seis años y luego partieron para Honda.

Dentro de ese desconocimiento histórico, en Santa Fe de Antioquia, se añadía con extraño y erótico pretexto, que sus padres vivían en esa ciudad y que allí lo engendraron. Pero aquí en esa tierra del olvido todo se arregla con frases de alto calado, y por lo tanto de una sutilidad pasmosa, puro relumbrón, como esta que pertenece a una oración fúnebre nunca a la manera de Boswet, sino a la necesidad de decir algo, por fatuo que fuera: “Vivió para su patria un solo instante, vivió para su gloria demasiado, y siempre vencedor murió triunfante”.

De tal manera solo quedan los libros, en sus páginas la huella impresa de esos testigos que escribieron sobre la ciudad, y, por lo tanto, regalan su memoria. En ellos refieren otra historia relatada a partir de quienes la han vivido o escuchado y conceden algunos datos valiosos; aunque uno casi siempre equivocado: su lugar de nacimiento.
Carlos J. Escobar en su libro Medellín Hace 60 años, editado en 1946, añade: “Al frente de la librería de don Carlos A. estaba la casa donde nació el héroe de Independencia Atanasio Girardot, aunque hoy se puede asegurar lo contrario, la cual era grande, pintada de verde con largo balcón defendido por barandillas de macana, de tapias y con tejas, de la cual no queda sino la parte del terreno en donde funcionan: el “Club de los terrenos de Santa Teresita y la imprenta de “La Defensa”,  porque todo va cambiando en esta vida en donde valen más el cemento y el adobe que el recuerdo de los grandes hombres”. 
O sea, Carlos A. nos entrega una memoria de primera mano: describe la casa donde vivió Girardot, y añade algo que hizo carrera: “Valen más el cemento y el adobe que el recuerdo de los grandes hombres”. Lo cual es verídico, un avance tecnológico en la construcción deja desueto lo anterior, lo cual se considera pasado de moda y vetusto; estorba. En una fotografía de la inauguración del busto al héroe, obra de Francisco Antonio Cano, notamos que la casa aún está intacta, pero como es costumbre en ese espíritu depravado de la rentabilidad, ya funciona un Hotel Club Medellín en el segundo piso y la Droguería Central en el primero. En la fotografía son notorios, en el balcón, los arreglos, las banderas, los crespones, lo cual da la idea de que se consideraba un lugar dedicado a la memoria, ya que es el único donde son indudables los arreglos para la inauguración de un busto consagrado al héroe el 20 de julio de 1910. Carrasquilla anota: “por ahí, frente a la casa donde nació Girardot, erigióse el monumento al héroe, con su busto en el momento psicológico de coronar el Bárbula. Tanto expresa que hasta de día espanta”.

En Cosas viejas de la Villa de la Candelaria de Lisandro Ochoa, 1948, anota: “Casa de don Eduardo Vásquez J.; hoy reconstruida, es propiedad del señor don Gonzalo Posada, con el nombre de “Edificio Girardot” y tiene una placa que reza: “Aquí nació Girardot”. Más adelante anota: “...La plazuela estaba separada de las calles Boyacá y Carabobo por las legendarias pilastras, también perdidas como el frontis, las que años después fueron bárbaramente destruidas. Imperdonable atentado cometido contra un hermoso monumento histórico. ¿No sería natural que las pilastras, donde, como es de suponer, que de niño se sentara Girardot, y la plazuela testigo de sus juegos, hubieran acompañado siempre la estatua del héroe?”
Indagando en el libro de Agapito Betancur, La ciudad 1675  1925, refiere: “En la casa de la esquina sur, de la Plazuela de la Vera Cruz, vivió don Luis Girardot y nació su hijo Atanasio, Prócer de la Independencia, cuyo busto de bronce, obra del artista antioqueño, Francisco A. Cano, se levanta en tal Plazuela. En tal casa vivieron Don Juan Carrasquilla, Presidente de la convención Antioqueña de 1812; el Doctor Mariano Ospina Rodríguez, Presidente de la República; los Sres. Pascual Bravo, Presidente de Antioquia; el Dr. Pedro Justo Berrío, Presidente por muchos años del Estado Soberano de Antioquia; el sabio Ricardo de la Parra; allí nació Tulio Ospina.  Una Placa de mármol, colocada allí por la Sociedad de Mejoras Públicas, recuerda que allí nació Atanasio Girardot, Prócer y Abogado Medellinense...” 

O sea, esta casa mantenía su prosapia en el momento en que fue escrita esta nota debido a la mención de estas personas, tan notables, para la conformación y posterior desarrollo del departamento. Cada una de ellas realizó un aporte valioso en ese discurrir. También la plazoleta servía como punto de referencia para que Camilo Antonio Echeverri pronunciara sus urticantes discursos.

Pero, y ese pero, es una larga pregunta, luego aparece el concepto de remodelación, fueron erigidas otras pilastras en el mismo sitio para reponer las destruidas en 1892, y vaya sorpresa el monumento a Girardot fue trasladado al costado izquierdo de la Veracruz. Más tarde fue situada una fuente y por ahí en los años 70, la bandera del pedestal fue robada. La placa que indicaba, Edificio Girardot, ya no existe. 

Refiere José María Salvador, en Efímeras efemérides: que los días 13 y 18 se realizaron en Caracas apoteósicas pompas fúnebres en homenaje el coronel Atanasio Girardot tras de ser conducido su cadáver desde Valencia por el mismo Libertador. El corazón del héroe fue paseado en una urna durante dos horas por las calles de Caracas. Luego fue depositado en un túmulo de madera en la capilla de san Nicolás de Bari de la catedral. El 18 de octubre se realizó una ceremonia donde el Libertador y las autoridades venezolanas le rindieron un homenaje, concluido el oficio de difuntos el corazón en su urna fue inhumando en el altar mayor o en la sacristía. El coronel y abogado Atanasio Girardot fue sepultado con honores y Bolívar envió sus restos a su tierra en Santa Fe de Antioquia. No sabemos si descansan allá o se los llevó el ensanche como ocurre en el país de la desmemoria.
Esta tarde he ido a buscar el rastro de Atanasio Girardot por las calles del Medellín que él vivió, no el del relumbrón en el Estadio de futbol. La Plazuela de la Veracruz ya no posee la tranquilidad de las fotos en blanco y negro. La ciudad ha cambiado y es caótica, abandonada al azar. En el edificio de la farmacia Pasteur no existe la placa que refiere que allí vivió Girardot. Eso sí ahí junto a las pilastras y más abajo comienza una de las zonas de prostitución de Medellín. Estas mujeres ya pasadas la edad núbil de la putería recalaron, ya adultas, al rebusque en las esquinas, en esta calle y en el cruce con Cundinamarca. Allí es posible notarlas a la espera de sus amantes ocasionales. Les sirve de apoyo también las pilastras. Y, piadosas, entran la iglesia a pedir a Dios que les vaya bien en el día de hoy. Nada más contradictorio en la iglesia que era el punto de referencia para los viajeros, hoy cercada por la prostitución. No sé si el periodista que acuñó la frase que Medellín es una ciudad de prepagos haya venido aquí, porque se hubiera ido desilusionado. Extraña comunión entre las putas que reemplazan a los viajeros, forasteros, que comparecían acá, a la Veracruz, a pedir sus buenos augurios para salir de viaje. Extraña cohabitación entre la iglesia y la calle. Entre el placer y el dolor a la eternidad de la vida.

Aquí, en la Plazuela de la Veracruz, subsiste la Medellín del rebusque: vendedores de frutas, y de tinto, de paletas, vendedores de mercancías chinas de contrabando que nadie ve, vendedores de cds piratas, ante palomas que van y vienen al aire de este día, vendedores con micrófono que auguran la felicidad si le compran, música guasca. Junto a las putillas, sin la orfebrería ostentosa sino de la necesidad con sus tacos torcidos, los otros habitantes, los travestis compitiendo con el desamparado mundo femenino de hoy, dando pie a la nota que le faltó al periodista que escribió sobre Medellín y sus prepagos, faltaron los otros, ellos que ahí en su indecisión biológica pero con su persuasión personal, buscan son su falsos afeites a su clientes que entre los paisas hay muchos, y aquí en la calle no se niega. ¿En qué momento se putió Medellín? Por supuesto que tampoco faltan los jíbaros: vendedores de caramelos de colores y diversos sabores y alto octanaje, que hacen soñar y que todo el mundo conoce menos las autoridades y menos el gerente del Centro. ¿Hay gerente en el Centro? Hasta aquí el síntoma del viejo Guayaquil repartido en todo el Centro, la ciudad inicial. El Centro Histórico abandonado.

Los dueños de la plazuela se pavonean en su territorio, junto al chulo que domina a sus pupilas, y que parece el párroco de la Veracruz teme, ninguna debe saber cómo a ninguno le interesará que cerca, en esa esquina, vivió uno de los dos héroes de Antioquia, cuando la palabra héroe no había sido desprestigiada por los periodistas de ahora. Y que mucho más tarde en una casa cercana nacería María Cano. El hábitat está completo para la Medellín actual: cafeterías, pensioncillas donde los amantes disfrutan de su encuentro. 

Hay varios Medellín el de postal que se muestra en los noticieros por la fatuidad de sus administradores, el que ve el transeúnte sin aceras por donde caminar y que mira letreros y el subterráneo y oscuro a ojos de todo el mundo con prostitución, jíbaros y la ciudad de las calles abandonadas, de las aceras expropiadas por el miedo a  la miseria que campea.

Pero tranquilos estamos en Medellín que como acmé luce: es la más demoledora.






2 comentarios:

Carlitos dijo...

Tremendo Victor, tremendo, asu es la ciudad

PedroA. dijo...

Victor siempre tan atento con la ciudad y sus malos administradores. Felicitaciones