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Mirada de ciudad
Darío Ruíz Gómez
Ediciones Unaula,
2016
Víctor Bustamante
Si hay un escritor
que haya pensado la ciudad en los últimos años, si hay una persona que la haya
tenido presente en sus escritos, por supuesto que es Darío Ruíz Gómez; él la ha
pensado, replanteado, analizado. Por esa razón en sus ensayos, cada que las
políticas de planeación asoman con su pretendida síntesis de progreso y de
dinámicas en la ciudad, él plantea lo que se esconde detrás: casi siempre las
improvisaciones; muchas veces la entelequia de una gran obra donde el ciudadano
queda a la deriva, donde los barrios pierden poco a poco su ámbito cotidiano, y
donde la ciudad queda a expensas de los grandes conglomerados, de los
urbanizadores que como viles comerciantes con su aureola de progreso remiten al
más descarnado abandono, destrucción y alejamiento de una ciudad más amable,
así como a la pérdida, en muchos casos, de la memoria citadina y no solo, eso
sino del desalojo de la riqueza no solo cultural sino ciudadana de una Medellín
que poco a poco solo queda en la memoria de los vecinos de algún lugar, y de
los textos de sus escritores y en las fotografías.
Por eso en las
fondas, por eso en los museos y en algunos bares se van alojando esas
fotografías que nos muestran que no solo la ciudad, lo que fue, sino que este
estado de cosas es la síntesis de la destrucción con la aquiescencia de aquellos
que nunca tuvieron ningún miramiento ni ninguna sensibilidad con ella ya que tenían
la obligación ética, la responsabilidad histórica de no dejar que la catástrofe
prosiguiera.
Por eso cuando en
la calle Colombia o en algunas de las vías de acceso al Centro de la ciudad se lee
en un aviso de tránsito con una flecha que la vía conduce al Centro histórico,
no deja de ser un eufemismo, un trasunto; la mentira de quienes aún piensan en
una ilusoria ciudad inicial, cuando esta presenta día a día esa dosis de
deterioro y abandono que da la medida de las malas políticas en este sentido.
Así Darío la ha reflexionado, no solo en las urbanizaciones sin alma, no solo
en las calles y su pérdida de aura con respecto al ciudadano sino en la multiplicidad
de torres de apartamentos que pretenden construir otra ciudad; la ciudad del
hacinamiento, la ciudad donde la especulación inmobiliaria es el orden del día
en la cuenta de quienes solo ven una mala rentabilidad en el uso del suelo y
donde la ciudad se haya a merced de la
deshumanización total.
¡Quién realiza en
Medellín las políticas de planeación urbana: los constructores con su sevicia
ante la ciudad misma, o los entes encargados de ello?
Algo es cierto en
la nueva configuración de la ciudad, producto de la inequidad, mientras lo combos
dominan los barrios altos y poco a poco dominan el Centro, el Poblado se convierte
también en una zona de exclusión debido a los altos impuestos y la fundación de
lo que se llamará una suerte de Wall Street paisa. Cohabitación y desmadre
total, permisividad, dejadez, que da motivo para alertar sobre lo que es el concepto
de autoridad en la ciudad de todas las contradicciones.
Darío nos ha
enseñado a pensar la ciudad, a saber de la responsabilidad de ser
contemporáneos. A mirar lo que otros nunca ven, pero también a querer y a
buscarla desde sus cuentos iniciales y novelas donde la ciudad es la presencia
vital de quien la ha caminado y padecido. Descifrado y disfrutado.
Caos y desorden,
puentes que se hunden, Naranjal avasallado, Medellín rodeada con edificios de
apartamentos que parecen ser elaborados con el mismo plano. Iniquidad social,
grupos financieros inmersos en el capitalismo salvaje.
En cada crónica,
en cada ensayo, Darío nos responde las preguntas, las reflexiones que se hace sobre la ciudad. Sobre su crecimiento
desmesurado, sobre los abandonos, sobre las obras innecesarias, sobre el papel
de la mafia y los barrios que han surgido calladamente, sobre el último slogan de la Internacionalización,
como remedio y sedante, luego de la destrucción de lo que fue la ciudad industrial.
Así Darío Ruiz
Gómez.
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