HABLABA Y CALLABA
Pedro Alcántara Herrán
Hablaba
De niño hablaba y
gritaba recitando fragmentos de los discursos de Gaitán, aprendidos a mi manera
de memoria, como los oía en el inmenso radio del vestíbulo, llamando a las
visitas con la campanilla de la mesa del comedor sobre la cual me subía. Yo era
el político más jóven del Cali Viejo. Ese paroxismo infantil era mi paz.
Callaba
Con resbalosa
estridencia subía las gradas del Conservatorio calzado con mis guayos del
partido de la tardes en el Colegio Bolívar y callaba después, pies y boca, en
el santuario de los estudiantes de dibujo donde me retaban las líneas rectas.
Yo era el único niño, y me encerraba en un clóset cuando había modelo desnuda,
donde seguía callado, como muchos después en la escuela militar en los Estados
Unidos. Allí se callaba por disciplina o por miedo, pero se estudiaba
intensamente y se me abrieron las puertas de la Literatura Inglesa,
Norteamericana, y se me cerraron las genéticas del guerrero. Otros de mi clase
que avanzaron en su empeño, naufragaron en los arrozales inundados de Vietnam.
Esa fue mi decisión de paz.
Hablaba
En la Academia de
Bellas Artes en Roma volví a mi vocación de niño; hablaba, gritaba discurriendo
sobre el realismo socialista, los fracasos del Proletkult, las similitudes
entre el expresionismo y el informalismo, Gutuso, Saura, Gramsci, Pavese,
Camus, Kant, Hegel, Marx y, sobre todo Sartre. Pintaba a gritos. A gritos me
entendía con los italianos. A gritos aprendí sobre los grandes maestros de la
historia del arte de viejos sabios afónicos en aulas de 400 estudiantes. En el
Museo de Arte Moderno de Roma conocí los gritos de Obregón sobre la violencia
que azotaba a mi patria y él y Sartre me devolvieron a Colombia. No encontré la
paz.
Callaba
En el Nadaísmo callé;
había demasiadas voces que encantaban. Cuando logramos reclutar otro pintor.
Norman Mejía, y con él pretendimos dictar una conferencia pintada, ambos
enmudecimos de pánico ante la multitud durante el primer happening de la
historia de arte nacional. Entendí más claramente que mi obra hablaba por mi.
Puse en práctica mis dotes de disciplinado organizador y con Jotamario y Elmo,
turnándonos responsabilidades, pusimos en marcha eventos históricos: los
Festivales de Vanguardia. Allí muchos encontramos un intermedio de paz.
Hablaba
Militando en el Partido
Comunista hablé otra vez y vociferé en las tribunas. Lo hice con tanta fuerza,
tanta dignidad y tal convencimiento que comencé a movilizar en torno al
proyecto de la Unión Patriótica una cantidad memorable de gentes de la cultura,
tanto que mis camaradas aturdidos y con poca fe me lanzaron a una curul en el
Senado donde caí en un “Salto Triple”, en palabras del difunto Marino Rengifo
Salcedo. Tampoco allí encontré voluntad de paz.
Callaba
En el Senado donde
todos gritaban, fui callado pero diligente y trabajador. Con otras dos almas penitentes,
los senadores Pedro José Barreto y Jaime Niño Diez, en un debate a Colcultura
comenzamos a sentar las bases de un futuro Ministerio de Cultura, que resultó triunfante
tras la Constituyente del 91. Para escándalo de mi movimiento, mi asistente
parlamentario era un poeta. El sí hablaba y madrugaba a abrir la oficina que
parecía más un confesionario o un consultorio, donde las secretarias ajenas
accedían para que Julián les leyera la mano. Ambos sobrevivimos a la masacre
porque el “enemigo” pensaba que estábamos locos y tenía razón. Miles de
nuestros compañeros de entonces descansan en la paz de sus sepulcros.
Hablaba
Hablé duro durante mi
estadía forzada pero salvadora de 2 años en Europa. Renuncié a gritos a mis
cargos y a mis responsabilidades políticas mientras el muro de Berlín me caía
encima y yo vociferaba contra mí mismo y hablaba con las liebres que habitaban
la tierra de nadie entre las dos paredes que constituían el muro. Mi obra me
salvó de la confusión y el desgarramiento gritándome desde lo más atávico de mi
ser, reconstruyendo mi voz pictórica llena de desaliento y vacío. Mi capacidad
creativa me mantuvo en la superficie del grito y su fuerza primordial propició
mi restauración. Esa fue mi paz reivindicativa.
Callaba
Hoy callo otra vez y
reflexiono al igual que millones de colombianos en torno a la paz y a la
necesidad de apoyar decididamente ese proceso en curso para buscar en palabras
del gran Santiago García un espacio donde “nuestros espíritus locos, iluminados
de osadías, puedan soñar con el imperio de la belleza...”, en una democracia
más plena, más transparente y más justa, sin miedo, sin claudicar y en pleno
uso de nuestras facultades para enriquecerla con irreverencia y pasión.
¡Transitemos hacia la paz!
Cali 21-04-2014
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