lunes, 26 de mayo de 2025

Aqui vivía el maestro Gonzalo Vidal. / Víctor Bustamante /Patrimonio Medellín (107)

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Aquí quedaba la casa del maestro Gonzalo Vidal

Patrimonio Medellín (107)

Víctor Bustamante

Debo la memoria de la localización de la casa donde vivió Gonzalo Vidal, el maestro, porque lo fue, a un historiador y profesor, Heriberto Zapata Cuéncar, que intuyó que la historia posee otras aristas, como es la vida cotidiana y, sobre todo, al destacar en ella a aquellos personajes que con su calado intelectual le han dado lustre a la ciudad y al departamento. Zapata en su libro sobre Vidal anota que vivía en una casa situada en lo que es hoy el parqueadero del Club Unión en la carrera Palacé, de lo cual colegimos que esa perversión de convertir casas históricas en parqueaderos data de esa época, actitud que hoy, debido al libre emprendimiento paisa y a la desidia oficial, los parqueaderos se han convertido en el mayor logro de algunos empresarios privados, y ante ese emprendimiento entre comillas, no hay quien frene esa actividad en el Centro de la ciudad.

También le debo su localización a una memoria de primera mano: “Historia de la carrera de Palacé” de Ricardo Olano aparecida en el Repertorio Histórico: Unas casas más lejos, hacia el Norte, vive Don Gonzalo Vidal, artista consagrado, actualmente ciego. Allí escribió la música del Himno Antioqueño y de otras de sus obras”.

Con más detalle, certeza y encantamiento lo confirma Luis Carlos Rodríguez Álvarez en, Un himno, una historia: 100 años del Himno Antioqueño, en reportaje que le hizo y publicó “El Colombiano” en su edición del 26 de noviembre de 1939 con motivo de cumplir 76 años, le preguntó el periodista:

“¿Sigue dedicado a la composición musical, maestro?” Contestando Vidal: “Dicto algo. Para esto me valgo generalmente de nuestro común amigo Zulategui, el más fiel de mis amigos que me hace pasar días y veladas agradables”.

Así era, en efecto. Cada sábado se hacía algo constructivo en nuestra cordial reunión: se leía un rato (las Meditaciones de Fray Luis de Granada, eran para él música y rocío espiritual); dábamos un buen avance al dictado musical que trajéramos entre manos, él al piano y nosotros al papel; luego alternábamos en el teclado y nos dábamos mutuamente temas para improvisar sobre ellos; todos los suministrados por él los guardamos como joyas. En varias ocasiones vimos, entera su “Misa de Mariquita”, réquiem compuesto a la memoria de su hija menor, Mariquita, que murió de 21 años. Es una misa a 2 voces iguales y órgano, que no tiene un solo compás que no lleve infundida la rara inspiración que iluminó al Maestro durante todo el período de su composición. Es lo mejor de su producción de música religiosa.

El actual parqueadero del Club Unión, en la carrera Palacé, enmarca exactamente el área que ocupaba el jardín y la habitación del maestro Vidal, donde fueron concebidas las melodías del Himno Antioqueño y del Himno de la Carretera al Mar. En la casa de Palacé, propiedad que fue del distinguido comerciante medellinense don Indalecio Villegas, tuvieron lugar las famosas tertulias de intelectuales que se reunían en torno al inolvidable Pacho Cárdenas Villegas, el ciego, que, si falto de la vista, irradió conocimiento y erudición apenas apreciables por las mentes que congregó en torno de sí. Díganlo Ciro Mendía, Félix Mejía, León de Greiff, supervivientes de las históricas tenidas. Tabique de por medio quedaba el estudio del Maestro Gonzalo Vidal, al que en ocasiones se trasegaba la Tertulia de Pacho en pleno, juntando derroches de ingenio y euforia”.

Hay un suceso difícil de creer, Epifanio Mejía y Gonzalo Vidal, a pesar de ser coetáneos y vivir en la misma ciudad, de tener ambos una formación artística y de haber compuesto entre Epifanio Mejía la letra del Himno Antioqueño y Gonzalo Vidal la música, de haber tenido diversos amigos en común, nunca se conocieron.

En 1940 el maestro Gonzalo Vidal tuvo una charla con Camilo Correa, director de la revista Micro, N.8. Ahí se nota ese tono de veneración y, además, un acercamiento a su vida en lo referente a lo musical y al trascurso de lo cotidiano en su casa.

 “Tuve el honor de conocer al maestro Gonzalo Vidal. Durante una hora disfruté de su adorable conversación; quiere ello decir que aprendí muchas cosas que ignoraba; porque en cada frase, en cada palabra del autor de nuestro Himno Antioqueño, reluce el ingenio que siempre se le atribuyó. Mucho hablamos sobre la radiodifusión: él cree que MICRO es un periódico de porvenir y conceptúa que hasta ahora va bien conducido; le agradezco aquí esta gentileza, sin incurrir en la mentira protocolaria de "que nos abruma, que no lo merecemos, etcétera"; ante todo, en don Gonzalo brilla la franqueza; si no le pareciera bien el periódico, me lo hubiera dicho en seco y sin contemplaciones; por ello puedo aceptar de plano sus conceptos amables. Me dijo que él es un constante radioescucha de todas las emisoras; en unas oye unos programas y en otras otros; sus preferencias están por los conciertos donde actúan Alicia Borda de Zalamea, Gilma Cárdenas, Alcira Ramírez y Pedro Sánchez; es gran admirador de Pietro Mascheroni y de Joseph Maza; el resto de su sintonía es para Dramas y Noticieros; las piezas completas presentadas por Marina en la Voz de Antioquia lo obligan trasnochar; episodios no le agradan mucho; en cuanto a radioperiódicos, varios le gustan. Parece que con especialidad Amerindia y El Micrófono. Una objeción tiene para la mayoría de los programas: los temas; dice que no entiende por qué se da exactamente el mismo disco para tema de un programa, pudiéndolo cambiar siquiera cada año y, sobre todo: ¿por qué tocar cada vez el disco completo? Citó varios ejemplos, rogándome que no fuera a mencionar nombres para no echarse enemigos; pero que le mortifica mucho este asunto, especialmente cuando tal tema es alguna pieza delicada o carente de méritos: "por ahí alguna audición femenina tiene como característica un pasillo que estaría muy apropiado para cantinas o días de diciembre, pero que abriendo y cerrando un programa femenino disuena una barbaridad. Si el tema es malo, quita méritos al programa: si es bueno, siempre cansa eso de oírlo todos los días dos veces (o cuatro como sucede con los radioperiódicos); esa costumbre debería dejarse totalmente o al menos recortar esos discos, tocando apenas unos compases como hace con tan buen acierto Amerindia”.

Mil cosas hablamos quedando yo autorizado para irlas comentando poco a poco en estas páginas. Especialmente hablamos, sobre los abusos de los músicos “de oído” al interpretar los himnos Nacional y Antioqueño: siempre hacen unos "arreglos" irreverentes que dejan a estos símbolos convertidos en pésimas caricaturas de la partitura original. Pero casi no es de culparlos; desde que el disco con el Himno Antioqueño, maestros de escuela y músicos, lo aceptaron como norma de ejecución, sin tomar en consideración las alteraciones de que fue objeto al grabar: la ODEÓN, en busca de comodidad para colocar la música en los tres minutos de disco, recortó nada menos que CUATRO COMPASES; para hacer que se luciera el tenor, inventó adornos y calderones que modificaron el carácter de MÚSICA PARA VOCES BLANCAS; y luego, quién sabe por qué motivo, distribuyeron las letras a su antojo en este verso, Amo el sol porque anda libre sobre la azulada esfera”. Yo lo coloqué así, “… sobre -laa- zu-lá-da- es-fe-ra. Ellos hicieron cantar: “…so -brela- zú-la- daes-fe-ra”. Como puede verse es una “reforma vital” pues la música original permitía conservar la acentuación de la letra mientras la “nueva” la echa a perder”.

Gonzalo Vidal fue impulsor y colaborador de revistas culturales. De él no se ha descubierto su faceta de escritor, sus poemas jocosos, sus crónicas. Mencionemos algunas de las publicaciones donde colaboró: La miscelánea, El repertorio, Alpha, El montañés, El proscenio, La bohemia alegre, La lira antioqueña, Bohemia, Lectura y arte, Lectura amena, Panida, Colombia, Ibis, Sábado, Micro, Letras y Encajes. Además, dirigió su Revista musical. Igualmente, fue un hombre que no se desconectaba de sus amigos, es decir, “no se mantenía muy ocupado”, como algunos amigos en estos tiempos turbulentos y de las redes sociales. El maestro descollaba con sus parodias y chascarrillos en algunos cafés: El Blumen, El Bambuco y en la cantina del Mono Villa.

En Palacé, filmo algún video en la fachada trasera del actual Unión Plaza, lo que fue su parqueadero, y antes la casa de Gonzalo Vidal.  Algo es cierto como dice Harold Dávila en una de sus valiosas y bellas baladas, cada lugar en la ciudad tiene historias que contar, pero ahora frente a este conglomerado de almacenes que viene desde Junín y que constituía el poderoso y secreto Club Unión, es notorio el mismo infundio con eslóganes elocuentes sobre la Villa, que se suceden hace años, ya que el peso de la historia de la ciudad se oculta bajo las catatumbas mentales, como si a los medellinenses no les interesara su devenir. Eso sí solo se habla bajo la óptica del mercader sin ilusiones, de alta y baja estofa, que prosigue destruyendo edificios, fachadas y calles de una ciudad que no le habla a nadie, de una ciudad que no se interroga, ya que solo departen los avisos comerciales que se suceden y son reemplazados por otros. Así Medellín. El delirio de quienes destruyen Medellín hace mucho tiempo, se asila en la vaga idea de ser modernos como un escudo que prosigue, pero a la hora de la verdad ya sabemos la razón de ese desinterés por el Centro de la ciudad.

Queda siempre la acedia de preguntas que nadie responde, solo escuchamos la voz del viento, ¿Quién realmente es el encargado de responder y cuidar el Patrimonio de la ciudad? ¿Quién mantiene secuestrada las instituciones encargadas de esta labor? No se le puede pedir cordura y humanismo al Establishment medellinense, ya que es un grupo de gente unida por un objetivo común: dejar que la ciudad histórica colapse. En algunas reuniones hablan los responsables de esas instituciones, y sin reato, afirman, que hay que dejar de ser románticos y dejar que esas casas viejas sean reemplazadas. En esa logia nunca masónica, merodean políticos sin formación intelectual que legislan el rumbo de nuestras vidas; barones de los medios de comunicación de toda calaña que evitan el debate, y se asilan en el pasado como si fuera un tónico; los empresarios y banqueros que dirigen la economía nunca les ha interesado el tema patrimonial ya que se necesita aceitar el aparato reproductivo en todas sus aristas. Ellos son el principal impedimento para la preservación del Centro, contumaces, con propuestas ridículas, y su amancebamiento con las babas de sus discursos, habitantes de sus delirios, impulsores del turismo a raja tabla, han asumido su carácter, ya que el turista fugaz mira, busca las scorts y prepagos de la ciudad, asume la droga como el ritual, y el mundo digital donde conviven políticos, empresarios, algunos intelectuales, banqueros y algunos directores de medios, mientras la ciudad prosigue su rumbo; todos a una, imbuidos por la lógica tediosa y banal del pensamiento turístico, para definir Medellín, vivir sus noche lujuriosas, nunca legendarias, dejar su basura personal en las calles y luego buscar los discursos banales para la supervivencia.  Esos que comienzan con la idea de que la historia de una ciudad está en otra parte.

Aun miro la ilusoria imagen de esa fachada donde vivió Gonzalo Vidal, donde compuso tantas piezas musicales, y por supuesto, el Himno antioqueño y ese canto fúnebre, golpeador y fuerte, que reaparece cada Semana Santa, Las Estaciones. Mejor me voy por entre fachadas obscenas carcomidas por esas colmenas con ventorrillos, por entre el tráfico trágico, desordenado y por entre la mugre mental como sinónimo del abandono del Centro, que oscurece la ciudad ilustrada. Me asilo en Versalles. Pensaba y parodio esa frase del gran Vargas Llosa que se debe asimilar, ¿en qué momento se jodió Medellín?


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