domingo, 20 de abril de 2025

A SOLEDAD DE LOS ENFERMOS / Darío Ruiz Gómez}

 

LA SOLEDAD DE LOS ENFERMOS

Darío Ruiz Gómez

Escuchando a un destacado abogado pronunciarse sobre la crisis de la salud que ya está causando en Colombia muertes sin cifras por falta de medicamentos, dando explicaciones sobre lo que supone esta grave situación, pero sin decir cómo debemos hacerlo, olvidando que una denuncia no puede ser válida si no está acompañada de la ejemplaridad de una respuesta moral. Otro destacado especialista en salud dio minuciosas explicaciones técnicas sobre esta crisis describiéndola desde el punto de vista más burocrático pero olvidando el inhumano panorama de gentes humildes - o de gentes de todas las clases sociales que han optado por la discreción-  reclamando medicamentos que no van a serles concedidos y anunciando lo que será el elevado número de muertes a un corto plazo,  un vaticinio técnico  que  desconoce  lo que   está sucediendo en el mismo instante en que ambos hablan  ya que es necesario  pensar en las muertes que se multiplican  sin que nadie pueda verificarlas, sin que se tenga en cuenta el sufrimiento de los enfermos abandonados por la ineficacia de unos funcionarios que continúan mirando el problema de la salud como una oportunidad para la politiquería. Las cifras de un informe privado o gubernamental  nunca podrán informarnos  sobre lo que comporta esta tragedia donde el sufrimiento personal, el abandono de los ancianos pobres quienes durante horas y bajo un clima inclemente deben hacer larguísimas colas para finalmente recibir la seca respuesta de un funcionario(a) que les dice que no hay medicamentos y deben devolverse con el ánimo abatido como el de esa pareja de ancianos que se desplazó de un municipio de los Llanos para obtener esta negativa. ¿No hay sufrientes que se quedan en la fila durante doce horas para no perder su puesto? ¿En dónde podrán alojarse esos dos ancianos de los Llanos? El sufrimiento del enfermo no puede ser transformado en palabras, en comunicación verbal o escrita y mucho menos ser cuantificado ya que el sufrimiento de un niño o de un anciano, de una muchacha, los sitúa en un espacio donde ya no es posible la comunicación de aquello que se siente cuando se extingue la confianza que se llegó a tener sobre la piedead humana.

En su magistral texto “La soledad de los moribundos” Norbert Elias describe con inusitada claridad lo que supone toda muerte en esa soledad incomunicable donde el día y la noche se confunden. Y ¿Qué es estar enfermo? No es posible entonces caer en el grosero error de reducir a cifras inventadas lo que supone el sufrimiento causado a una persona por una autoridad inhumana, por una falsa ciencia. Lo más terrible al acudir a mis visitas para el tratamiento de quimioterapia de un cáncer que finalmente se lo llevó, me decía mi amigo Fernando González Restrepo, era llegar a la sala del hospital y constatar el vacío dejado por un niño que se había ido dejando en la mente su lugar de ausencia. ¿Había imaginado la humanidad una pandemia que llevara a que millones de gentes en el mundo debieran morir en la más absoluta soledad? ¿Qué es espacialmente un Centro de salud o un hospital o una clínica? ¿Un lugar para la amistad o un desalmado panóptico? Hablar de salud pública es referirse a esta personalización del sufrimiento   y es por esto que considero que el atropello que viven hoy los enfermos por falta de medicamento constituye un delito de Lesa Humanidad que como tal debe ser penalizado por la Justicia. ¿Y qué pensar de los cientos de heridos y de muertos en estas jornadas repetidas de barbarie de las FARC sin que ninguna voz se levante para condenarlos?

 

 

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