REENCUENTRO
Antonio Arenas Berrío
Bésame, bésame mucho, allí donde nadie me ha
tocado y he de sentir tus caricias y tu lengua. María, usaba esa noche un pijama
blanco estampada y una especie de braga corta, de su pantaloncito ajustado se
desprendían dos nalgas amplias y se notaba que sus pies quedaban totalmente
descubiertos. Los chinos piensan que los pies pequeños son la parte erótica de
una mujer. Las mangas de su pijama eran cortas y dejaban ver la sutileza de sus
brazos y unas manos suaves y tersas. La noche de ese día, era calurosa y no
había posibilidad de lluvias. El calor incitaba, sentí que mi corazón latía
cuando nos dejaron por fin solos. Ella estaba en el sillón acostada y observe
de repente que asumía una posición de lado acurrucando sus piernas como
queriendo sumergirse en el sofá cama. Luego ella, se giró boca abajo mostrando
sus alegres nalgas. “Yo” comencé a jugar con mi imaginación y pensé que, ese
trasero era para mí, podía besarlo y recorrerlo con mi lengua. Luego entendí
que, también, poseía una deliciosa fruta y estaba esperando para ser devorada y
lamida. Hacía casi dos años que no teníamos un tropezón furtivo y esto era una
coincidencia. Mi corazón se disolvía al mirar sus nalgas a plena vista y su
piel creí florecía con el calor sofocante, Fingí interés y me acerqué a ella, y
pensé que no reaccionaria mal puesto que, hacía tiempo no teníamos un encuentro
sexual y este era más bien un reencuentro. Reaccioné ante aquellas altivas
nalgas, me acerqué más y mis labios las recorrieron y besaron lentamente, al
igual sus muslos y la parte trasera de sus piernas. Sentí esto como una bruma
luminosa y ella con una candidez impecable se dio vuelta, quedó boca arriba y
extendió sus piernas para que su fruto quedara frente a mi boca. Lentamente le quité
las bragas y en un estado de excitación que esparcía la locura, mi falo se erizó,
pero conservé el control de mi boca y mi lengua. La aprecié en ese sofá boca
arriba y le abrí suavemente sus piernas e ideé una aproximación a su clítoris y
sus cándidas piernas cayeron sobre mis hombros. Atreví una serie de movimientos
recónditos con mi lengua hasta llegar a su pequeño e íntimo fruto. No era fácil
que distrajera mi atención de su clítoris, pues, el recorrido anterior, con mi
lengua en sus piernas y sus nalgas la excitaron. Hablamos rápidamente del miedo,
y si nos veían, contuvimos la respiración arguyendo un repentino placer y un
tanto confuso di una mirada la exterior y luego un poco delirante puse de nuevo
mis labios en su abertura, iba y venía lentamente y decidí lograr mi meta y
sigilosamente fui encajando mi lengua en su parte más íntima. Con mi lengua, el
jadeo se hizo rítmico y ejercitaba para ella todo el placer del sexo oral.
Siempre buscaba su pequeña fruta y así fui introduciendo mi lengua por algún
rato. Tanto más nos asaltaba el miedo, mi lengua seguía su camino placentero y todo
mi cuerpo estaba concentrado y ella sollozaba. Dichos quejidos me obligaron a
que mi lengua trabajara con más precipitación de lo conveniente. De pronto ella,
me susurró que se lo metiera y mi falo erguido de la emoción penetró su gruta.
Su voz y sus gemidos producían una dulzura musical, sus piernas se estremecían y
noté en ella un mayor goce. Tendida en el sofá la iba devorando con mi falo y
era dueño de su gruta notando pronto como su néctar y mi falo se confundían en
un solo abrazo. Mi falo entraba y salía, se movía rápido y de una forma profana
en aquella pequeña caverna florecida. Creo que los besos transmitidos antes en
sus nalgas, muslos y clítoris establecían para ella una pasión extrema y esto
no era ningún problema porque algunas mujeres al ser acariciadas y erotizadas
no rechazan el sexo oral y lo pueden pedir cuando lo anhelen. Un reencuentro mutuo
ha erotizado una experiencia única y será radical para el goce femenino. Un
hombre y una mujer pueden llegar a un orgasmo juntos, pero esta vez fue ella, tendida
en el sofá con sus pies sobre mi pecho la que llegó primero y su excitación fue
plena. El largo beso genital y las caricias lenguales en sus nalgas y piernas
excitaron su cuerpo y supe que pudo haber tenido un orgasmo y su deseo se había
complacido. El punto innegable, es que, su vulva se vio inundada y quizás pudo
experimentar un clímax total. “Yo”, logré una penetración profunda. El contacto
preliminar del clítoris, su pequeña y deliciosa gruta, es el más bello de los
rencuentros. El placer mezclado con el miedo coexistió tal que ella misma se sorprendió
al punto que expresó: ¿pero tú también te has venido? Es posible que algún día
en sus recuerdos se maraville de aquel rencuentro, de la continuidad, de su
exaltación y se pregunte: ¿Cuándo lo haré de nuevo? Ella lo quería. Él lo
quería…
No hay comentarios:
Publicar un comentario