Gloria Soto Ángeles |
Poemas de Gloria Soto Ángeles
Insomnio
En las avenidas se presiente el infinito,
el cigarro respira de milagro y se consume solo.
No tengo humor para los amaneceres,
ni para soportar el sueño de los corazones tibios.
La soledad llega para que la vacuidad se instale
y la existencia arda como carne viva.
Todas las familiaridades se recogen
y se siente el vértigo del despojado.
Se piensa en el domingo
y asalta la pregunta en común:
¿Cómo consolar sus tardes?
Las horas se reparten, indiscriminadas.
Debería ser siempre jueves...
Duermevela
En lo más hondo de mis sueños,
más allá, en una tierra extraviada, lejos…
un faro me manda señales
en un lenguaje antiguo y secreto.
En el trayecto el mar las mira y las descifra.
No sé cuándo, pero olvidé el lenguaje del viento
y tan inmensa fue mi nostalgia
que comencé a hablar…
La rosa que Paracelso no revive
Esta costumbre de mantenerme al margen,
siendo una espectadora triste
con el corazón crispado,
parásito de la palabra,
porque me he tomado muy en serio
que al proferir la orden Paracelso,
la Rosa se levantaría de entre las cenizas.
Pero los versos míos nada erigen,
de lejanías insalvables están hechos.
Meditaciones de una innominada
1
El viento hincha el clamor
nunca escuchado en las paredes,
todo es un estertor
que sostiene el silencio.
Somos seres que a lágrimas
regresamos a la Tierra,
resignados a nutrir en nuestro regazo
el corazón del mar.
¿A dónde zarparán
los amores de cajón?
Quedarán con certeza
a los domingos adheridos.
Acaso soñaré la poesía,
acaso en la vida sostenida,
el misterio de la luz
encenderá mi frente.
El corazón está
inundado de tanto amar,
la soledad se cuela por la herida
que mi vientre engendra.
Mientras espero y contemplo,
deslumbrada ante la vida,
detengo mi canción,
desbaratando el tiempo.
2
Mi escritura es el resultado de una subjetividad
incierta,
escribo entre paréntesis,
en la palabra sedienta de una multitud sin voz.
Yo no soy lo que habla,
nadie que escribe esto soy yo,
y estas letras perdidas de un eco colectivo
(que no tienen dueño, ni forma)
vienen y se acomodan
sin aspirar siquiera a alcanzarlas.
¡Qué importa!
Si esta canción no se cansa,
si despierto envuelta en el sudario de un sueño,
una sonámbula repitiendo versos
en la encrucijada donde se juntan los mundos,
buscando en el poema mi sitio,
sabiendo que el verso no me dirá,
que no encontraré mi espejo cifrado.
En espirales este canto se pierde
antes de alcanzar lo que no tiene nombre,
el cauce donde la razón termina,
el mar de la conciencia abismal.
3
¿De dónde nace mi voz?
Nadie contesta.
Yo no tengo una voz,
sino el vertedero donde se filtra
la grieta, en la garganta del mundo.
Espero paciente,
desde la ficción de mi pena,
que la tragedia reviente,
que de su grito encendido
mi sombra se alumbre
persiguiendo su forma
para procurarse un cantar.
Y, aun así,
huérfana de nombre sigo.
Intuyendo que soy hija
de un solo fuego
me desprendo de la identidad,
pero la innominada
me encuentra a través
del espejo
y el poema es el coágulo
en la irrigación del silencio,
postergando en desahogo barroco
este despertar.
Segando
"Sí,
como una semilla enamorada
que
pudiera soñarse germinando".
J. Gorostiza
Escribo como quien enciende una vela,
ahuyentando la negrura del eco.
Por mi sangre corre la salvia con nuevas primaveras,
haciendo correr los dolores viejos
de islas rodeada por mares,
donde habitó la esperanza de ahogar en la Tierra
el grito de desarraigo,
que profirió la extranjera de muchas vidas,
de ojos oscuros, pelo revuelto y largo.
Todavía quedan algunas tristezas
en este corazón que reclama el Fuego,
pareciera, por ratos, que basta una lágrima para
extinguirlo,
conocidos de sobra los caminos de mi cara
para desvanecerse después
como la sombra del anhelo
(palabra que no tiene puerto).
Ya no me asusta que se desdibuje el umbral
entre la lucidez y locura
porque al cerebro -como dijo el poeta hay que hacerlo
explotar,
aunque después de esto el extravío sea mayor
en este mundo devoto de la razón
y las líneas
y los caminos trazados.
Farabeuf
Recuerda con algo más hondo que la memoria,
hemos avanzando hasta el fondo de la noche,
tuvimos que haber recorrido
todas las tonalidades de nuestra galería barroca.
Habría que darle al misterio las gracias
que no vemos sólo lo blanco y lo negro,
porque ni Ormuz, ni Arimán
tampoco sólo los matices del gris.
Pero al vivir esto, por cierto
tuvimos que habernos arrancado los ojos,
para obligarnos a mirar hacia adentro,
pues sea lo que sea
que aparezca allá afuera,
el vacío nunca se colma
y yo he puesto mi voluntad entera
en alimentar al mundo
que traiciona al que crea en él.
Sólo nos aflige lo perecedero,
que son todas las cosas...
Dejo mi pequeño discurso colgado del viento,
en tu mirada secreta mis versos dejo
porque la inmensidad todo devora.
Nos vemos del otro lado del espejo,
para ver si somos algo más que memoria.
Ausencia de ausencia
Y al final todo resulta ser un giro ambulante
de desechos diarios,
cada vez más grandes,
porque mucha es la música y las maravillas,
los desastres,
las palabras que embrujan
dada la realidad siempre cambiante,
subiendo y bajando,
del lado izquierdo o derecho.
No somos el objeto del espionaje,
no hay una autoridad divina, ni terrenal
que nos persiga,
tampoco somos víctimas de los que juegan a ser
amos del mundo,
pase lo que pase,
no importará nada,
al final
lo que importa es este sueño aferrado
a la identificación y lo cuantificable,
a lo externo,
nuestra tendencia a pensar y pensar,
todo el tiempo,
a pesar de la vista cansada y las ideas cercenadas.
Pero detrás de esto hay un silencio profundo,
eso sí,
una ausencia de ausencia
que no se puede nombrar.
Poema no dual
Escribir hasta que tiemble la Tierra,
Hasta que nuestros cimientos colapsen
Adentro y fuera de nuestros ojos
para volver a sembrarnos
y crecer conforme a la vida,
sin tanta duplicidad,
ni ejercicios mnemotécnicos,
adorando dioses que se desvirtúan,
buscándonos por todos lados,
cruzando mares,
domesticando fieras y cuerpos,
abriendo boquetes en los muros
para encontrar alguna seña nuestra en el otro,
que también acecha sin saber qué…
pues así son los extravíos:
se esconden de sí mismos
y nos fingimos certeros
¡Y hasta libres!
Qué labor inmensa ir abriendo el corazón,
porque no sólo se filtra el néctar
y las cosas bellas
sino también el dolor,
como esta sal de la existencia
que nos permite sentirnos desde adentro,
donde ocurre la alquimia
de la que se desprende una hermosura
que no conoce su contrario
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